Alguien tiene que decirlo: la Mesa de la Unidad Democrática, dirección política opositora, fracasó. Sus tareas directivas, para concretar el resultado del 26 de septiembre, fueron abandonadas y ahora estamos frente a las consecuencias. Alguien tiene que decirlo: la Mesa de la Unidad Democrática, dirección política opositora, fracasó. Sus tareas directivas, para concretar el resultado del 26 de septiembre, fueron abandonadas y ahora estamos frente a las consecuencias.
La falta de contención de Chávez ante el Escenario de Radicalización posterior a las elecciones parlamentarias, tantas veces señalado por nosotros, permitió que hoy nos encontremos frente a otro bastante más desfavorable. Lo que está planteado es un “Escenario de Arrebatón Totalitario Exitoso”. Lo digo claro: la mitad de la culpa es de la Mesa.
Desde antes de septiembre (ver la página 46 de nuestro libro) dibujábamos los escenarios políticos presentes en Venezuela. En posiciones personales posteriores, señalaba que frente a la radicalización del régimen, procedía una respuesta opositora orientada por tres atributos principales: 1) garantía de la supervivencia (relativa a capital, salarios y bienestar), 2) contención de las arremetidas totalitarias y 3) lucha en todo momento y tema. La Mesa optó por la desmovilización.
Sin al menos contención, le hicimos parte del trabajo a Chávez. Sin resistencia, le resultaba más fácil imponer su propósito totalitario. Al principio, dijimos que Chávez nos probaba. Quería evaluar nuestra capacidad de respuesta. Ante una dirección política opositora muda, dispersa e inmóvil, aceleró. Y seguíamos sin respuesta. Ni la Mesa ni los diputados electos (pero no posesionados) realizaban tareas políticas. Eso determinó un cambio radical de escenario de actuación del régimen.
Chávez, frente a una oposición inerme, se plantaba frente a tres nuevos escenarios: 1) Arrebatón Totalitario Exitoso, 2) Mantenimiento de la Incertidumbre, 3) Recuperación Institucional Nacional. En todos, está presente una mayor incertidumbre. El primero le da el triunfo al Gobierno; el último, a la sociedad democrática; el intermedio, mantiene el estado de cosas que vive el país desde el 2001. El primero y el tercero introducen pérdidas, riesgos y peligros considerables. Ninguno garantiza nada respecto al resultado final. El juego no ha terminado.
Ahora, como dicho, nos encontramos frente al primero. La sociedad democrática debe hacer el esfuerzo de comprenderlo bien. De definir los atributos de la respuesta necesaria. De plantearse la estrategia de respuesta (múltiples temas, múltiples plazos). De operacionalizarla (acciones ordenadas, con la consideración de lo que las hace posibles). En fin, de responder social y políticamente al reto que le plantea el régimen.
Para ello, estoy planteando desde el lunes de esta semana, una necesaria redefinición de la dirección política de la oposición (no es el nombre que uso para etiquetarme políticamente, pero los hechos desdibujan toda sutileza retórica), en la cual podría estar la Mesa, pero que necesariamente debe renovar su composición e influencia en las decisiones. Las antiguas universidades (ahora son otra cosa), las academias, las ONG’s, personalidades, la amplia sociedad civil, etc., han venido cumpliendo tareas políticas más comprometidas que la MUD y deberían participar.
Para ello se necesitará otra estrategia, una convocatoria plural, capacidad de gestión política y la formulación y manejo de un proyecto político nacional. Las decisiones legislativas de los últimos días anulan el Pacto Social implícito en la Constitución y a ella misma. Un nuevo Pacto es necesario, entonces. Y para ello, un Proyecto de País. Se deberá, por lo demás, retomar prácticas conocidas en la historia política del país, injustificadamente desechadas por la Mesa. Es hora de una dirección asertiva y responsable frente a los cambiantes escenarios. El juego no ha terminado.
PS: Feliz navidad a los amigos y lectores foráneos. A los venezolanos,… ¡no nos resulta posible!