Miles de brasileños se manifestaron este fin de semana para pedir la dimisión de la presidenta, aunque las protestas han perdido fuelle. Por segunda vez en un mes, miles de brasileños salieron a la calle para protestar contra la corrupción y las políticas del Gobierno y pedir la dimisión de la presidenta del país iberoamericano, Dilma Rousseff. Sin embargo, los manifestantes fueron muchos menos de los que se reunieron el pasado 15 de marzo, cuando se concentraron cerca de un millón de personas.
La mandataria se encuentra con un índice de popularidad muy bajo entre los brasileños. Según las encuestas, el 75% de los ciudadanos está de acuerdo con las protestas, mientras que el 60% reprueba este segundo mandato de Rousseff.
Rousseff lleva menos de cuatro meses en esta segunda legislatura en el poder, pero la crisis económica que vive el país, la alta inflación y, sobre todo, la corrupción han pesado sobre su imagen.
El escándalo en el seno de la petrolera estatal Petrobras, dentro del cual están siendo investigados unos 50 políticos, ha desencadenado este malestar especialmente entre la calse media y media alta de Brasil, que suponen el grueso de los manifestantes.
