Tal y como estaba previsto, el presidente de Cuba, Raúl Castro, ha sido elegido primer secretario del Partido Comunista (PCC) en el acto de clausura del VI Congreso de esta organización. El pequeño de los Castro sustituirá así en el puesto a su hermano Fidel que ha estado presente en la proclamación. Tras adquirir sus nuevas atribuciones, Raúl ha diseñado un Buró Político a su medida y se ha desprendido de algunos nombres relevantes. En este grupo selecto de dirigentes no estará, por ejemplo, el ministro de Cultura Abel Prieto, calificado ya por algunos medios como el gran perdedor de esta cita que quizá sólo haya servido para cerrar definitivamente el paso a toda una generación de políticos cubanos que, precisamente, fueron en algún momento muy cercanos al antiguo líder. Tal y como estaba previsto, el presidente de Cuba, Raúl Castro, ha sido elegido primer secretario del Partido Comunista (PCC) en el acto de clausura del VI Congreso de esta organización. El pequeño de los Castro sustituirá así en el puesto a su hermano Fidel que ha estado presente en la proclamación. Tras adquirir sus nuevas atribuciones, Raúl ha diseñado un Buró Político a su medida y se ha desprendido de algunos nombres relevantes. En este grupo selecto de dirigentes no estará, por ejemplo, el ministro de Cultura Abel Prieto, calificado ya por algunos medios como el gran perdedor de esta cita que quizá sólo haya servido para cerrar definitivamente el paso a toda una generación de políticos cubanos que, precisamente, fueron en algún momento muy cercanos al antiguo líder.
¿Será cierto que entre los dirigentes más jóvenes del Partido Comunista de Cuba no hay nadie preparado para tomar el relevo de la gerontocracia que ocupa el poder desde hace cincuenta años? Esta es la opinión de Raúl Castro, el líder aparente y, quizá la de Ramiro Valdés, el posible líder en la sombra. Y, casi cinco años después de la salida de Fidel del poder el extremo puede ser medianamente cierto. Gracias, sobre todo al empeño que Raúl y Ramiro han puesto en convertir en realidad lo que más bien, no hace tanto, era sólo su propio deseo de controlar la transición inevitable en Cuba.
La generación que iba a sucederles ha sido eliminada de un modo tan persistente como sibilino. En toda su dimensión. El último que quedaba, el ministro de Cultura, Abel Prieto, sigue, por ahora en el Gobierno, pero ya no forma parte del Buró Político. Ni siquiera del Comité Central, un organismo decorativo y poco útil, desde luego, pero esta circunstancia revela que ha habido un intento deliberado de borrarle del mapa.¿Será acusado de traición próximamente?
Hay algún mal pensado que cree que sí. Que Raúl y Ramiro no toleran la independencia demostrada, el aperturismo de los blogs, el macroconcierto por la paz en La Habana y otro millón de agravios sin cuento. ¿Podrán con Prieto? Ya lo han intentado y no lo han conseguido. Pero los rumores son insistentes. En algunos círculos diplomáticos de La Habana se asegura que el ministro de Cultura de 58 años será sustituido por un hombre de 71, Miguel Barnet un escritor, como el titular actual, pero que se ha significado como defensor de las políticas del pequeño de los Castro y Valdés.
En cualquier caso, acabar con Abel Prieto no había sido posible hasta ahora, como explicábamos antes, Pero quizá las cosas cambien ahora. Prieto conserva el favor de las principales figuras de la cultura cubana desde Silvio Rodríguez a Chucho Valdés. O a católicos como Amaury Pérez y hasta se lleva bien con exiliados del estilo de Paquito de Rivera. Ese crédito podría ser suficiente si se mantiene callado para seguir en su puesto y no correr la misma suerte que otros compañeros de generación defenestrados.
Lo malo es que también ha empezado a contarse ya que su desaparición de los círculos de poder responde a una solicitud personal. Sin que a nadie se le escape, en cambio que poco antes del Congreso, la televisión cubana desveló la presencia de elementos contrarevolucionarios en el sector cultural. Por medio de la confesión de algunos espías de la Isla que se habían infiltrado en determinados ambientes de personajes populares cercanos al ministro.
Sea comoa sea, Prieto es el último de un grupo multipolar con miembros de muchos tipos. Los hubo talibanes, o representantes del continuismo más feroz, como Otto Rivero o Felipe Pérez Roque, hombre que gozaron del favor de Fidel en los últimos compases de su etapa en el poder. También aperturistas como Carlos Lage o Roberto Robaina, en quienes los cubanos de a pie llegaron a vislumbrar un futuro mejor. Ya no queda nadie gracias a la sorda y eficiente labor de Raúl y Ramiro. O ¿será más bien de Ramiro y Raúl?
Aún así, la salida de Prieto no es la única a tener en cuenta. Tampoco otras figuras significativas como José Ramón Balaguer, antiguo responsable ideológico, o Ulises Rosales del Toro, histórico ministro del Azúcar.
Esta reducción se habría realizado para darle agilidad al máximo órgano dirigente de este grupo político. El Buró tenía 24 componentes cuando Raúl Castro ocupó el poder de manera interina en Agosto de 2006. Desde entonces, hasta este VI Congreso, Raúl ya había introducido algunos cambios, o más bien destituciones, que habían dejado en 19 el número real de miembros.
La nómina de despedidos en el cónclave, que ha terminado hoy, se completa con Yadira García, que ya había sido destituida en septiembre de 2010 como ministra de Industria Básica, Pedro Ross Leal, Concepción Campa, Pedro Sáez Montejo y Misael Enamorado Dáger.
Este último, sin embargo, sí estará presente en el secretariado, un grupo reducido de nueve miembros que asiste al Buró Político, donde también ha encontrado sitio el histórico José Ramón Balaguer del que hablábamos antes. Junto a ellos y a Raúl estarán Olga Lidia Tapia, Abelardo Álvarez, Roberto López, Víctor Gaute y dos de los antiguos miembros del Buró Político que han logrado mantener sus puestos: Esteban Lazo y José Ramón Machado Ventura.
De hecho, Machado Ventura es el nuevo número dos del Partido, una posición, teórica, que también ocupa en el Gobierno y en el Consejo de Estado como Primer Vicepresidente en ambos casos.
Por lo demás, forman parte del órgano político el comandante Ramiro Valdés; el ministro del Interior, Abelardo Colomé; el ministro de las Fuerzas Armadas, Julio Casas; el vicepresidente Esteban Lazo; el presidente de la Asamblea Nacional, Ricardo Alarcón; y el ministro de Educación Superior, Miguel Díaz Canel. También se reeligió a los generales Leopoldo Cintras, Ramón Espinosa y Álvaro López, y el secretario general de la Central de Trabajadores de Cuba, Salvador Valdés Leal.
Los tres nuevos miembros del Buró Político son Mercedes López, primera secretaria del PCC en La Habana, además de quién ahora está considerado como el principal experto económico del Partido, Marino Murillo, y el ministro de Economía, Adel Izquierdo. Ellos representan una renovación más que dudosa que lo que sí parece confirmar es la preponderancia del Ejército en los círculos de poder.
Los representantes de las Fuerzas Armadas conforman el núcleo mayoritario en la más alta instancia del nuevo poder de la mayor de las Antillas. De Murillo, un hombre aparentemente clave en la coyuntura actual, ha empezado a decirse que puede ser el delfín de los Castro. Quizá no sea esta publicidad lo que más le convenga. Aunque, los conocedores prefieren señalar en esa línea de futuribles del presente más próximo a alguien que tampoco está en el buró político, pero que sí ha sido incorporado por primera vez al Comité Central: Luis Alberto Rodríguez López-Calleja, el yerno de Raúl que ha desempeñado cargos de importancia en el equipo de control económico de las Fuerzas Armadas.
Sin embargo, los cambios conocidos hoy en el grupo dirigente no parecen ser sinónimos de esa renovación de la que se habla. Los nuevos dirigentes han asegurado que la media del nuevo Comité Central no supera los 50 años y que incluye una amplia representación femenina. Quizá sea así, pero estos alevínes se encuentran muy alejados de los circuitos de toma de decisión. Y, además, no están preparados para suceder a la gerontocracia reelegida. O, eso es lo que se desprende de las palabras, muy claras, pronunciadas por Raúl en el discurso de apertura.
Pero, sin duda, este evento será recordado en realidad por la salida de Fidel Castro de la cúpula del PCC. Ayer ya se supo que el relevo se produciría porque el veterano líder, ahora retirado, había solicitado a los dirigentes del cónclave que no incluyeran su nombre en el nuevo Comité Central, lo que, según lo previsto en los estatutos, le impedía, de hecho, convertirse otra vez en el nuevo número uno de este grupo político. Lo que no se esperaba, sin embargo, es que el Comandante asistiese a la última sesión de la cita para ratificar con su presencia el histórico relevo y el abandono del último cargo que, al menos formalmente, conservaba aún.
La presencia de Fidel en la ceremonia, de la que hablábamos antes, ha sido recibida con un afectuoso aplauso de los participantes en el Congreso. El líder histórico, además, ha querido dar una simbología clara a su presencia y se ha sentado al lado de su hermano Raúl, pero en el sitio que anteriormente siempre solía ocupar éste.
Durante todo el Congreso, Fidel ha publicado distintas columnas de opinión para dejar claro que apoya todas las resoluciones y los cambios que se han aprobado en él y que se suma, por lo tanto, a la cruzada reformista que, aparentemente, quiere llevar adelante Raúl.
Al finalizar el cónclave, Machado Ventura ha inaugurado sus nuevas funciones con el anunció de la fecha de la próxima conferencia del partido. El evento tendrá lugar el 28 de enero de 2012 y entonces, será el momento, de culminar las transformaciones necesarias para que la organización política esté a la altura de los nuevos tiempos.
Al menos esta es la versión que aportaban hoy sus promotores. Aunque, muchos otros observadores, quizá un tanto irónicos, hablan del primer capítulo de otra etapa del Castrismo. Una que, cuando menos durará diez años, si se cumple lo acordado en este congreso y los cargos sólo pueden ostentarse dos quinquenios.
¿Poco tiempo? Quizá demasiado, Para algunos diplomáticos europeos residentes en La Habana esta espectacular propuesta, presentada por Raúl Castro es, poco menos que una nueva ración de cohetes y fuegos artificiales para esconder la inmovilidad en la que el menor de los hermanos que ostentan el poder en Cuba desde hace más de cincuenta años se ha refugiado desde que llegó a la máxima altura del Estado.
Dentro de diez años, el periodo máximo propuesto ahora, para que cualquier ciudadano de la mayor de las Antillas, ocupe los principales cargos en el Gobierno y el partido, Raúl tendrá 90 años y, su hermano Fidel, si sobrevive, cerca de 100. Por lo tanto, más que abandonar el poder habrán sido abandonados por él, incluso en el caso, posible pero no predecible en estas circunstancias, de que para entonces el menor de la pareja conservara intactas todas sus facultades actuales. Ni él, ni los otros dirigentes de edades similares como Ramiro Valdés, con quienes comparte ahora las máximas responsabilidades del Gobierno.
De modo que más que un plan pensado para dar entrada a sangre fresca en la zona de máxima responsabilidad de Cuba, la propuesta parece una forma de asegurar al castrismo otra década más de permanencia al frente de una sociedad que quiere salir ya de ese sistema. Ahora. No en 2021. O por lo menos que exige algunos cambios en lo económico. Los que se le han prometido y que no acaban de llegar.
Sobre este particular, las reformas económicas, que, en principio estaba destinado a ser, el tema fundamental del VI Congreso del PCC, no hay demasiado que contar. Al parecer se han aprobado unas 300 resoluciones que ahora pasarán a debatirse en la Asamblea Nacional del Poder Popular para convertirse en leyes, quizá en la próxima sesión ordinaria del Parlamento que se convocará poco antes del verano.
Pero en este cónclave que iba a ser decisivo, el primero en 14 años tras 53 de Revolucíón, sólo se han apuntado algunas posibilidades. Por ejemplo que desaparecerá la libreta de racionamiento, que los cubanos podrán poseer automóviles y comprar y vender casas, que el millón de despidos previstos en las empresas públicas llegará, pero a un ritmo adecuado y paralelo al aumento de las inscripciones de los cuentapropistas o que habrá más créditos al sector privado, se acabará con la doble circulación de la moneda y se dará más autonomía de gestión a las 3.700 empresas públicas. Nada, en fin, que no se hubiera dicho ya. Nada tampoco, y por lo mismo, que ya se hubiera hecho o empezado a hacer.
Pocas reformas, por lo tanto, pero muchas curiosidades. Para algunos cronistas de la prensa internacional acreditados en La Habana que has seguido durante estos días la información derivada del VI Congreso del Partido Comunista de CUba (PCC) hay algunos misteriosos arcanos casi imposibles de descifrar. Son aquellos que pertenecen a lo que ciertos teóricos han coincidido en llamar realismo mágico caribeño. Por ejemplo, el hecho de que en un cónclave tan trascendental como ese, uno de los temas de debate, y de los más seguidos por la población, sea la reparación de 77.000 ollas arroceras estropeadas.
Ese tema era, además, uno de los principales en la edición de ayer de Granma. Pero hay varios detalles que explicar al respecto que, quizá, puedan arrojar algo de luz sobre una peculiaridad que no es tan menor como pudiera parecer. Estos equipos de cocción, fabricados en China, fueron una apuesta personal de Fidel Castro que formó parte de su última cruzada antes de abandonar el poder: la de la eficiencia energética. Las ollas se entregaron a crédito a la población que se comprometió a pagar miles de plazos para conseguirlas.
Pero salieron malas, como puede verse, y, los ciudadanos dejaron de pagarlas. Un hecho de rebelión inédito en la historia de la Isla al que el partido, con o sin reformas, intenta poner coto y, por encima del lenguaje vacío de las resoluciones y los discursos un verdadero síntoma de cambio perceptible por la población si el castrismo en metamorfosis consigue hacer funcionar los servicios técnicos. Gratuitos en este caso. Y públicos o privados. Da lo mismo. Pero el coste de la reparación lo debe pagar el garante. O eso esperan que pase los cada vez más desesperanzados habitantes de la mayor de las Antillas.