En plena crisis, el banquero español Emilio Botín parece a punto de convertir al Santander en la mayor entidad financiera del mundo. En su expansión no ‘respeta’ ni siquiera el mercado estadounidense en el que según se dice tien planes de crecer. Además, apoya el proyecto de los grandes bancos centrales del mundo de endurecer los requisitos de solvencia, una idea que no gusta nada en EEUU. Quizá Botín puede hacerlo por la amplia capacidad de financiación que le concede a su compañía la pujanza de sus filiales latinoamericanas. En plena crisis, el banquero español Emilio Botín parece a punto de convertir al Santander en la mayor entidad financiera del mundo. En su expansión no ‘respeta’ ni siquiera el mercado estadounidense en el que según se dice tien planes de crecer. Además, apoya el proyecto de los grandes bancos centrales del mundo de endurecer los requisitos de solvencia, una idea que no gusta nada en EEUU. Quizá Botín puede hacerlo por la amplia capacidad de financiación que le concede a su compañía la pujanza de sus filiales latinoamericanas.
En cualquier caso, lo que parece es que el Banco Santander da miedo, y mucho en los ambientes financieros estadounidenses. Sin ir más lejos, la agencia de noticias Bloomberg le ha dedicado un artículo en que defina al equipo gestor de la entidad española como demasiado ambicioso en su estrategia de adquisiciones. Curiosamente, la noticia surge tras mostrar haber mostrado la entidad de Botín interés por el banco MT&T Bank, que está ahora mismo participado por el magnate Warren Buffet.
“Realmente me pregunto si se están expandiendo demasiado para su capacidad”, escribió Bloomberg citando a Tom Kirchmaier, de la prestigiosa London School of Economics (LSE). El interés del Santander por la entidad estadounidense viene acompañado de la adquisición del 70% del Zachodni WBK, afincado en Polonia. La entidad que preside Emilio Botín cada vez se encuentra presente en más mercados.
No sabemos si se está expandiendo en demasía, pero lo que si está claro es que el banco presidido por Emilio Botín puede conseguir la financiación necesaria para sus proyectos. Y es que la filial chilena del Santander, entidad bancaria española, ha vendido en el mercado bonos por valor de 1.200 millones de dólares (923 millones de euros), la mayor operación de este tipo realizada hasta el momento en el país latinoamericano. El 41% del monto total fue colocado en pesos, con lo que el Santander Chile se ha convertido en la primera empresa local que realiza una emisión de deuda en divisa del país, según aseguró la entidad en un comunicado.
“Estamos muy orgullosos de esta colocación, no sólo porque hemos emitido un monto histórico en la banca chilena, sino por las características de esta transacción financiera”, explicó el vicepresidente ejecutivo del Banco Santander Chile, Óscar von Chrismar.
El responsable de la entidad también destacó la diversificación de la demanda, puesto que se emitieron en pesos y dólares, y porque recibieron más de 200 órdenes de compra provenientes de EEUU, Europa y Asia. El ejecutivo agregó que el éxito de esta emisión se debe a la solidez del banco y de la economía chilena. Santander Chile es el mayor banco del país latinoamericano en términos de activos totales, préstamos y patrimonio neto.
Con la llegada de septiembre, los mercados de financiación mayorista han vuelto a abrirse para la banca, que se ha lanzado a una carrera para colocar sus emisiones de deuda. En este contexto, los dos grandes bancos españoles, BBVA y Banco Santander sacan provecho de su diversificación geográfica, con fuerte presencia en Latinoamérica, para captar liquidez en los mercados en los que están presentes.
Tal y como hizo el año pasado, el Banco Santander ampliará capital en unos 1.299 millones de dólares (1.000 millones de euros) para costear el pago del dividendo a sus accionistas dentro del programa de retribución flexible «Santander Dividendo Elección». Este programa permite a los socios de la entidad elegir entre el pago del dividendo o recibir acciones nuevas del banco.
Todo el revuelo que se ha levantado respecto las posibilidades financieras del Banco Santander comenzó por el preacuerdo alcanzado por los 27 miembros del Consejo Superior Bancario de Basilea, principales reguladores bancarios nacionales. El preacuerdo pretende aumentar el capital de las entidades y reducir su endeudamiento, lo que ha logrado dividir a la banca mundial, tradicionalmente unida frente a las intromisiones del exterior.
Las palabras que ayer destinó el presidente del Banco Santander, Emilio Botín, al acuerdo, han sido suscritas esta mañana por fuentes del sector bancario europeo que han hablado con Americaeconomica.com. “Las propuestas [de Basilea] son muy interesantes, y en el seno de algunos grandes bancos británicos se lleva tiempo hablando de la necesidad de destinar más capital y liquidez al sistema”, comentó una de estas fuentes, que ha insistido en no ser mencionada. Otra de las personas consultadas aclaró que “aún hay detalles a debatir en estas propuestas que no han quedado del todo definidos”.
Estas explicaciones coinciden con la opinión que expresó el presidente del Banco Santander. Emilio Botín expuso su satisfacción por la normativa pero advirtió contra “la letra pequeña”. Es decir, aprobó en términos generales las posibles nuevas reglas pero mostró su desacuerdo con imponer más requisitos a los bancos sistémicos (el Santander podría ser uno de ellos) y que se obligue a que todos ellos tengan un plan de contingencia para vender la entidad en caso de quiebra. Una situación que, generalmente, evita la banca comercial. “Faltan muchos detalles”, dijo Botín. Esos detalles serán precisamente los que determinen si el Santander es catalogado de banco sistémico o no.
Si se aparcan esos “detalles” a los que se alude por parte de la banca comercial, lo cierto es que se puede visualizar una ruptura en el sector bancario global. Por un lado el Banco Santander, La Caixa y otros grandes bancos europeos apoyan este principio de acuerdo, también conocido como Basilea III. Por el otro, se encuentran las entidades estadounidenses, lideradas por Bank of America, que ayer expresó de la mano de su director financiero, Brian Moynihan, su preocupación por la devaluación que algunas de sus divisiones sufrirán.
Según los responsables de la mayor entidad por capitalización bursátil de EEUU, el valor del negocio de las tarjetas de crédito tendrá que reducir el valor de su negocio de tarjetas de crédito a 7.000 millones de dólares desde los 10.000 millones cuantificados en el tercer trimestre del año. A finales de 2011 la entidad perderá 5.000 millones de dólares en beneficios en relación al mismo periodo de este año.
Ante esta formación de dos bandos con opiniones diferentes, queda saber la postura que adoptará la banca alemana, tradicionalmente amiga del modelo de inversión a pesar de estar geográficamente situada en Europa. Un portavoz del Commerzbank no había devuelto la llamada al cierre de esta edición.
En cualquier caso, hay un factor en el que todas las entidades del globo están de acuerdo: el plazo de tiempo que se ha acordado para implantarlas. Los bancos tendrán la posibilidad de retrasar hasta el año 2019 la posible nueva normativa. “El calendario aprobado parece estar estudiado para apoyar la recuperación económica”, comentó uno de los expertos requeridos por este periódico, sosteniendo la postura genera de los bancos, que en un principio habían pedido este espacio de tiempo.
En cualquier caso, Basilea III tiene que enfrentarse a otro trámite mucho más inmediato: el G-20 de Seúl. En esta reunión el preacuerdo deberá ser aprobado por los jefes de Estado de las veinte naciones más poderosas del globo.