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Mercosur y la UE no se entienden

Negociación estéril

Bruselas ha sido el escenario de un nuevo fracaso en la negociación de un Tratado Comercial entre la Unión Europea y Mercosur. Con Francia a la cabeza, un nutrido grupo de 10 países europeos, temen que la llegada de productos agrícolas sudamericanos haga derrumbarse el actual sistema de ayudas que mantienen superficialmente vivos sus sectores agrícolas. Este fue el escolló que paralizó las negociaciones en el año 2005, el mismo que, parece, evitará que se alcance un acuerdo también en esta ocasión. Bruselas ha sido el escenario de un nuevo fracaso en la negociación de un Tratado Comercial entre la Unión Europea y Mercosur. Con Francia a la cabeza, un nutrido grupo de 10 países europeos, temen que la llegada de productos agrícolas sudamericanos haga derrumbarse el actual sistema de ayudas que mantienen superficialmente vivos sus sectores agrícolas. Este fue el escolló que paralizó las negociaciones en el año 2005, el mismo que, parece, evitará que se alcance un acuerdo también en esta ocasión.

El comisario europeo de Agricultura, Dacian Ciolos, solicitaba el jueves 17 de marzo a Mercosur, un día antes de iniciarse las negociaciones, que presentase una oferta «ambiciosa» para la Unión Europea (UE). Estaba preparando el terreno. Poco después, también durante una alocución frente l Consejo de Agricultura, aseguraba que «si la UE debe aceptar hacer esfuerzos difíciles en agricultura, considero que es esencial que los países del Mercosur alcancen globalmente un nivel de ambición equivalente o, al menos, muy cercano al nuestro».

La agricultura volvía a convertirse, de esta forma, en la protagonista real de las conversaciones entre ambos bloques. Pero qué es lo que solicita la Unión Europea. El consejero enumeró las siguientes cuestiones; acceso a los mercados del Mercosur, sin limitaciones y bajo libre circulación, de bebidas espirituosas, los quesos y otros productos lácteos, los vinos y el aceite de oliva, así como la protección de diferentes indicaciones geográficas y denominaciones de origen.

A su vez, Ciolos pidió al Mercosur «esfuerzos sustanciales» para presentar una oferta «que sea aceptable» por la UE en cuanto a productos industriales, liberalización de servicios, acceso a los mercados públicos, propiedad intelectual y tasas a la exportación.

Mercosur, por su parte, solicita a la Unión Europea, entre otras cosas, la apertura de sus mercados a los productos agrícolas y ganaderos. ¿Cuáles son los peligros para la eurozona? En primer lugar las frutas y, en especial, los cítricos, sería uno de los principales sectores afectados. No se puede olvidar que Brasil y Argentina están entre los principales países exportadores de cítricos del ámbito mundial y se solapan en los mercados sus variedades tardías con las tempranas españolas.

Pero también se vería afectado el sector del vino europeo, con una fuerte competencia en el Cono Sur y objeto de controversia por las importaciones masivas a través de los puertos españoles. Así mismo sería muy lesivo para los productores de frutos secos (almendras) o carne de porcino, vacuno y avícola (pollos) pues la entrada de carne de estas especies sin aranceles daría lugar a una importante pérdida de la renta agraria, así como al debilitamiento de la cadena de producción y comercialización. En las últimas semanas ha crecido la presión de los productores europeos en ese sentido, que han presentado un informe que apunta al colapso del sector de carne de vacuno y a pérdidas de 25.000 millones de euros.

No hay que olvidar que el sector agrario, las ayudas que anualmente se otorgan para mantenerlo vivo de manera artificial, observen cada año casi la mitad del presupuesto del bloque. Solo en 2008, 55.000 millones de dólares estuvieron dedicados al presupuesto agrario y la ayuda al desarrollo para el campo. No tendría sentido, bajo el punto de vista de los analistas europeos, abrir el mercado a mayor competencia y auto infligirse daño a si mismos.

En este contexto, todo hace indicar que un acuerdo entre los dos bloques será complicado. Desde muchos sectores de la sociedad europea, por no hablar de mandatarios de otros países eminentemente agrícolas, se escuchan críticas al sistema de subvenciones. Es curioso que, desde Europa, se exportan productos agrícolas como el azúcar a países como Sudáfrica, Estado azucarero hasta hace relativamente poco. Esto no sería posible sin las ayudas a la producción, que abaratan el precio de los alimentos de primera necesidad, haciéndolos competitivos.

Pero la Unión Europea tampoco puede ahora, después de haber creado un monstruo de semejante tamaño y haberlo alimentado durante años, desechar el sistema sin más. La presión de los sectores agrícolas que dependen de las ayudas para sobrevivir, así como la necesidad de mantener un suministro interno de estos productos, hace difícil esta posibilidad. La deuda moral con los países en desarrollo, es un argumento a favor. Sin embargo, no parece que vaya a ser suficiente.

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