La deforestación del Amazonas

La nación sudamericana, considerada uno de los pulmones verdes del mundo por su gran extensión de selva y bosque, vive en estos momentos un fuerte proceso de deforestación que ha desatado todas las alarmas de ecologistas y asociaciones de protección del medioambiente. El Instituto Nacional de Investigación Espacial de Brasil ha revelado esta misma semana que 593 kilómetros cuadrados de bosque del Mato Grosso desaparecieron entre marzo y abril, lo que supone un aumento que prácticamente quintuplica los números del pasado año, en que sólo se perdieron 103. Los terratenientes de la agricultura y ganadería, amparándose en el fuerte crecimiento del país, demandan más espacio para sus actividades y han impulsado una reforma que reduce la cantidad de bosques que están obligados a preservar. La nación sudamericana, considerada uno de los pulmones verdes del mundo por su gran extensión de selva y bosque, vive en estos momentos un fuerte proceso de deforestación que ha desatado todas las alarmas de ecologistas y asociaciones de protección del medioambiente. El Instituto Nacional de Investigación Espacial de Brasil ha revelado esta misma semana que 593 kilómetros cuadrados de bosque del Mato Grosso desaparecieron entre marzo y abril, lo que supone un aumento que prácticamente quintuplica los números del pasado año, en que sólo se perdieron 103. Los terratenientes de la agricultura y ganadería, amparándose en el fuerte crecimiento del país, demandan más espacio para sus actividades y han impulsado una reforma que reduce la cantidad de bosques que están obligados a preservar.

Según denuncian organizaciones ecologistas, sólo 1,7 de un total de 5,3 millones de kilómetros cuadrados de bosque brasileño están protegidos. En otras naciones el panorama no es mucho más favorable: los expertos han advertido de que Argentina deforesta 600.000 hectáreas por año, por lo que todos sus bosques desaparecerían en 28 años de mantenerse este ritmo, mientras que el nivel de destrucción agregado en Sudamerica es del 8% anual de masa forestal. En ese sentido, Brasil es un ejemplo claro del difícil equilibrio entre el respeto al medioambiente, sancionado en los tratados internacionales, y la necesidad de atender la propia agenda de política interna.

Y ello es así porque justo en la misma semana en que se han conocido los preocupantes datos de la deforestación, Dilma Rousseff se encuentra con un nuevo frente abierto en el plano ambiental. El Congreso ha aprobado una reforma del Código Forestal, impulsada por la llamada “bancada ruralista”, que relaja las normas relacionadas con las zonas protegidas y que responde a los deseos de la industria agropecuaria de expandir sus cultivos ante el crecimiento exponencial de la economía brasileña.

Lo aprobado por el Congreso supone una reforma del Código Forestal de 1965, y avala la reducción de las zonas protegidas en los márgenes de los ríos de 30 a 15 metros. Hasta ahora, las leyes obligan a los agricultores a mantener una reserva legal de selva en sus tierras, una reserva que varía según la zona entre un 20% (en el sur del país) y un 80% (en la selva amazónica). Sin embargo, la reforma prevé una reducción de esos cupos, lo que debilitaría la gestión ambiental del Estado y ha enfurecido a las asociaciones ecologistas. Por si fuera poco, el proyecto también prevé dar la amnistía a los agricultores que ocuparon tierras de manera ilegal entre 1998 y 2008.

Rousseff, que había prometido mano dura contra la deforestación, ha anunciado que vetará algunos de los cambios previstos, especialmente el que contempla la amnistía para los deforestadotes. «Las personas tienen que percibir que el medio ambiente es algo valioso que debemos preservar», ha señalado la presidenta, que continúo al afirmar que «la deforestación no puede ser amnistiada». Rousseff intentará frenar la reforma en el Senado, donde debe discutirse antes de que se haga efectiva, y si no lo consigue utilizará finalmente su poder de veto.

De todos modos, la aprobación de la reforma pone en un aprieto a Rousseff, que la semana pasada había prometido mano dura con los deforestadotes. Incluso la ministra de Medio Ambiente, Izabella Teixeira, anunciaba la creación de un gabinete de crisis para atajar el proceso de deforestación. “La determinación del Gobierno es atajar con todos los medios a nuestra disposición la destrucción de la Amazonia. Pondremos a actuar hasta al Ejército. Todo el Gobierno federal va a estar concentrado en el combate contra el crimen ambiental”, afirmó Teixeira.

Esta misma semana los movimientos ecologistas congregaron en Sao Paolo a un millar de personas para protestar por la posible aprobación de la ley, que finalmente ha salido adelante. A la manifestación acudió la ex ministra de Medio Ambiente Marina Silva, quien anunció que prepara una carta de rechazo al proyecto que planea enviar a la presidenta brasileña, Dilma Roussef, con el apoyo de otros ex ministros del mismo campo. El objetivo de Silva: evitar que «los avances de la legislación ambiental de los últimos 20 años sean destruidos», tal y como declaró.

Mientras, la deforestación avanza en Brasil. Un fenómeno ante el que Rousseff tendrá que maniobrar con cuidado para salir indemne y mantener una imagen coherente ante la sociedad brasileña e internacional.

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