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La presidenta brasileña es la primera en plantar cara a los especuladores con un impuesto a los derivados

La cruzada de Dilma Rousseff

El fuerte y prolongado crecimiento de Brasil tiene, paradójicamente, efectos colaterales sobre la salud económica del gigante sudamericano. Sobre todo, una inflación de difícil control que amenaza con disparar los precios, y la progresiva revalorización del real frente al dólar, que hace perder competitividad a los empresarios brasileños y encarece las importaciones. Para luchar contra esos inconvenientes y proteger al país, Dilma Rousseff ha iniciado una auténtica cruzada – que esta semana ha tomado a los especuladores como el “enemigo público número uno” – con una nueva tasa a los derivados financieros. El fuerte y prolongado crecimiento de Brasil tiene, paradójicamente, efectos colaterales sobre la salud económica del gigante sudamericano. Sobre todo, una inflación de difícil control que amenaza con disparar los precios, y la progresiva revalorización del real frente al dólar, que hace perder competitividad a los empresarios brasileños y encarece las importaciones. Para luchar contra esos inconvenientes y proteger al país, Dilma Rousseff ha iniciado una auténtica cruzada – que esta semana ha tomado a los especuladores como el “enemigo público número uno” – con una nueva tasa a los derivados financieros.

El fortalecimiento del real, que esta semana ha alcanzado sus cotas más altas en doce años, se ha convertido en un auténtico problema para el crecimiento brasileño. Por ello, Rousseff ha decidido tomar la iniciativa y poner en marcha una drástica medida: desde este momento, el país aplicará un impuesto, que puede alcanzar una gran intensidad, a los derivados cambiarios que especulen sobre la valorización de la moneda. El objetivo es “enfriar” la fortaleza del real, que el martes alcanzó la mayor cotización en doce años.

Rousseff ha decidido coger el toro por los cuernos. “Vamos a hacer menos rentable la especulación con todas estas medidas. Estamos en medio de una guerra de divisas. Imaginen si no se hubieran tomado estas medidas, el dólar estaría aún más bajo», declaró ante los medios su ministro de Hacienda, Guido Mantega, que también aclaró que si el impuesto no es lo suficientemente potente en un principio, podría endurecerse para lograr su objetivo.

Los derivados cambiarios que partan de una apuesta neta a que el real se apreciará serán gravados con una tasa del 1% para que los instrumentos bursátiles que apuntan en esa dirección sean menos atractivos para los especuladores y por tanto decaiga el interés en el real. Mantega ha señalado que ese impuesto podría aumentarse, dentro de los planes del Gobierno para que tenga un efecto consistente, hasta un 25%.

Además, Mantega ha informado de que Brasil pondrá en marcha medidas regulatorias que acompañen a la entrada en vigor del impuesto. Como ha anunciado el ministro, el Consejo Monetario Nacional «estará autorizado a regular el mercado de capitales derivados”, a través de la concesión al organismo de “poderes adicionales” que reafirmen su control sobre el mercado financiero. Concretamente, Mantega afirmó que todas las operaciones que se realicen desde este momento, incluidas aquellas que se llevan a cabo a través de intermediación, deberán ser registradas para garantizar la transparencia.

En los últimos días, el real ha cotizado 1,567 unidades por dólar, una cifra histórica que muestra el fortalecimiento del real en un país con una alta tasas de interés que busca frenar, a su vez, la inflación, el gran fantasma a que se enfrenta Rousseff desde que sucediera a Lula da Silva al frente del timón del gigante sudamericano. Con un crecimiento de los precios del 6,75% (lo deseable para el Gobierno sería un 4,5%), la buena marcha del real ha ido restando competitividad a los empresarios exportadores brasileños, que han presionado a Rousseff para que tomara medidas ante el riesgo de “sobrecalentamiento” de la economía brasileña y de que puestos de trabajos estén en peligro por ello.

Los efectos inmediatos de la medida han sido positivos. Rousseff ha conseguido lo que buscaba: la devaluación del real. El mismo día en que su ministro de Economía, Guido Mantega, anunció la creación de la tasa, la moneda brasileña se desvalorizaba un 2%, su mayor caída porcentual en más de un año. El jueves la caída era del 0,63%, mientras que el viernes se mantenía la tendencia y el real bajaba un 0,13%. Es decir, los especuladores han replegado posiciones. «Están apostando que el dólar se va a depreciar y ganan cuando eso sucede. Es como si ejercieran una presión vendedora. La medida dificulta la especulación», señaló Mantega ante los medios. El gran reto del Gobierno brasileño es ahora mantener constante esa devaluación del real.

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