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Las historias no contadas de la visita de Benedicto XVI a Cuba

Juegos bajo la mesa

La visita de Benedicto XVI a Cuba facilitó algunas actividades poco habituales hasta ahora en la vida política de la Isla. Acciones discretas, y quizá decisivas para el futuro, que tuvieron lugar en los días inmediatamente anteriores y posteriores al periplo de 51 horas realizado por el Sumo Pontífice en la nación caribeña. La visita de Benedicto XVI a Cuba facilitó algunas actividades poco habituales hasta ahora en la vida política de la Isla. Acciones discretas, y quizá decisivas para el futuro, que tuvieron lugar en los días inmediatamente anteriores y posteriores al periplo de 51 horas realizado por el Sumo Pontífice en la nación caribeña.

Quizá una de las más relevantes fue la conferencia pronunciada en el Seminario San Carlos de La Habana por Carlos Saladrigas, presidente del Cuba Study Group y representante del exilio cubano moderado de Miami.

Saladrigas y su entorno, además, tienen un proyecto para contribuir a la financiación del tejido empresarial privado cubano, que ahora Raúl Castro quiere potenciar. Se trataría de canalizar créditos hacia los cuentapropistas que dejaran la puerta abierta a los cubanos en el exterior a una posible futura participación en el capital de estas compañías.

Saladrigas habló en La Habana el 30 de marzo. Dos días después de que el Papa hubiera dejado la Isla en un acto organizado por al revista ‘Espacio Laical’, quizá la publicación ‘más atrevida’ a la hora de apostar por las reformas económicas de todas las que edita la Iglesia en la Isla.

En su alocución, el presidente del Cuba Study Group, se mostró igualmente criticó con Washington que con La Habana por impedir, con sus políticas restrictivas, que se produzca la deseada convergencia entre los cubanos que viven en la Isla y los del exterior. Saladrigas optó por centrarse en la emigración económica, la más reciente, y obviar las las diferencias políticas que originaron la diáspora.

Carlos saladrigas formaba parte de la comitiva del Arzobispo de Miami, Thomas Wenski, que también ofició una misa en la Catedral de La Habana. Entre los viajeros que le acompañaban había otros destacados prohombres de Florida que también apuestan por la reconciliación y que gracias a la posibilidad que tenían de estar fuera de foco pudieron cumplir con algunos encargos delicados, según explican fuentes cercanas al proceso.

Por eso muchos analistas que vuelven a pedir tiempo a los más críticos para evaluar el verdadero impacto de la estancia de Benedicto XVI en la Isla. Un hombre menos mediático que Juan Pablo II, pero quizá más efectivo. ¿Tanto como para inquietar a Washington? Quizá sí. Al menos, a quienes sí ha puesto algo nerviosos es al núcleo ultraconservador del anticastrismo de Florida que sigue en la brecha, en cierto modo, aunque tenga menos poder que antes.

Los radicales de Miami, como Marco Rubio, la estrella hispana del ‘Tea Party’ por ejemplo, han criticado sin mucho entusiasmo al Papa por estar dispuesto a mirar para otro lado con tal de conseguir consolidar la posición de la Iglesia en la Isla. Pero Rubio, y otros tantos, parecen haber actuado más de oficio que con verdadera convicción.

Ahora, los líderes del grupo, como él y Ileana Ros Lethinen que conservan cierta influencia política están más preocupados por allanar el camino a las empresas estadounidenses interesadas en la Isla que en otras consideraciones políticas que, cada vez más, hasta para los radicales son banderas del pasado.

Quizá por eso, y casi en paralelo con la visita papal, se hayan vuelto a producir noticias relacionadas con las advertencias de Washington a las empresas internacionales que ya operan o se han interesado en operar en Cuba en el futuro, entre otras Telefónica y Sol Meliá.

Y, por supuesto, en propiciar el pacto, con las dos compañías que ahora más les preocupan, la española Repsol, cuya capacidad tecnológica podría propiciar la aparición de Petróleo en las aguas cubanas del Golfo de México y la brasileña Odebrecht, contra la que han aprobado una Ley a medida que impediría al Estado de Florida contratarla con dinero público, pero que, por ahora, opera con éxito a los dos lados del estrecho y es quizá, la única compañía que goza de este privilegio, al menos sin recurrir a ningún ardid para ocultarse.

Pero todos los actores del juego saben que la partida no ha hecho más que comenzar y, por ahora, sus movimientos parecen ir destinados sólo a controlar el centro del tablero. Y, ahí, de momento, la Iglesia Católica parece haber tomado ventaja sobre sus rivales, gracias a la aquiescencia de La Habana que, probablemente, conoce los planes de la jerarquía romana y los alienta porque cree poder sacar partido del escenario que se abre a partir de esta fina esgrima diplomática.

En algunos circulos catolicos se ha establecido una relación de continuidad entre la visita de Juan Pablo II a la Isla y la realizada a finales de marzo por Benedicto XVI. Los años transcurridos entre una y otra habrían servido para que los ‘campos sembrados’ por el ‘histórico’ viaje del primer pontífice que se atrevió a desafiar el embargo de EEUU a Cuba, puedan empezar a dar frutos y el actual Sumo Pontífice ha viajado a la Isla para conseguir que se empiece a recoger la cosecha.

A pesar de algunas evidencias en ese sentido, del menor entusiasmo de la población y de la represión previa a la disidencia que han establecido las diferencias entre la visita de Juan Pablo II y está, lo cierto es que el Gobierno cubano habría dado un trato más exclusivo a Benedicto que el que se le concedió a su antecesor.

O eso señalan algunos comentaristas que basan sus razonamientos en la presencia de Raúl Castro en lugares bien visibles en los dos actos celebrados por el Santo Padre en la Isla, tanto en Santiago como en La Habana. Una circunstancias señalada por la disidencia radical como prueba de la complicidad existente.

Ni siquiera se produjeron algunas situaciones extremas con las que la rumorología popular había especulado en las jornadas previas a la visita. Muchos observadores se sintieron un tanto decepcionados por la ausencia de Chávez, que estaba en la Isla, de cualquier acto protocolario, aunque hubiera sido del estilo de la reunión final entre Benedicto XVI y Fidel, pero, por una vez el venezolano quiso ser discreto.

Y ya hay un primer resultado, aunque muy poco relevante, de este buen entendimiento entre el Vaticano y La Habana. El gobierno cubano ha decido declarar festivo el próximo Viernes Santo y atender así una petición expresas de Benedicto XVI . Desde la Santa Sede se han alegrado de esta señal positiva y confían en que la festividad se mantenga después.

Pero, por supuesto aspiran a más. Y algunos de sus deseos no han estado precisamente ocultos. la visita papal a cuba tenía dos objetivos muy claros desde el punto de vista de la Iglesia. El fundamental era obtener el permiso para que se reanude la actividad de las escuelas católicas que fue suspendida hace más de 40 años.

El secundario conseguir la gestión de algunos hospitales para tomar posiciones en el negocio de la sanidad privada que va a empezar a desarrollarse en la Isla a medio plazo.

Entre otros motivos porque con los actuales problemas financieros que aquejan al Estado Cubano resulta muy difícil que se pueda seguir manteniendo el actual modelo sanitario, uno de los principales logros de la Revolución.

Algunos observadores aseguran que la Iglesia es consciente de que la actual apertura económica, aunque incipiente restaurará la sociedad de clases en la Isla. Algo que ya empieza a advertirse. Y, por lo tanto, es el momento de establecerse para generar unas élites leales que ocupen en el futuro los máximos espacios de poder posible.

De hecho, la Iglesia ya ha dado pasos en ese sentido. Por ejemplo, la apertura a finales del pasado año del germen de una Escuela de Negocios en la que se imparten los programas de la Universidad Católica de Murcia y que, por el momento, no cuenta con una sede propia por lo que la actividad lectiva se reparte en varias instalaciones eclesiásticas. Y esto podría ser sólo el principio.

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