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Raúl Castro vuelve a ganar tiempo ante las solicitudes de mayor libertad de mercado de los cubanos

El Partido Comunista de Cuba se apunta al neoliberalismo

Los ideólogos del neoliberalismo moderno deben estar frotándose los ojos de incredulidad. El Partido Comunista Cubano (PCC), el guardián del socialismo, ha procedido a una especie de suicidio ideológico con la aprobación de los “Lineamientos de la Política Económica y Social”. Procedimiento político interno de obligado cumplimento para implementar las reformas de apertura de mercado que, todo parece indicar, van a aplicar en la Isla, Raúl Castro y Ramiro Valdés, las dos cabezas pensantes del régimen, han logrado dar legitimidad, con el IV Congreso del partido, a sus propias ambiciones. Ahora ya tienen el permiso. Veremos si la apertura es real. Los ideólogos del neoliberalismo moderno deben estar frotándose los ojos de incredulidad. El Partido Comunista Cubano (PCC), el guardián del socialismo, ha procedido a una especie de suicidio ideológico con la aprobación de los “Lineamientos de la Política Económica y Social”. Procedimiento político interno de obligado cumplimento para implementar las reformas de apertura de mercado que, todo parece indicar, van a aplicar en la Isla, Raúl Castro y Ramiro Valdés, las dos cabezas pensantes del régimen, han logrado dar legitimidad, con el IV Congreso del partido, a sus propias ambiciones. Ahora ya tienen el permiso. Veremos si la apertura es real.

Lo cierto es que el conclave comunista debe verse como lo que es, un importante evento político que puede marcar el devenir de los ciudadanos de la Isla. Sin embargo, su importancia estriba a su vez en lo que representa para la historia de esta ideología, el retroceso de uno de sus últimos bastiones en la Tierra. El PCC, que hasta el desvanecimiento político de Fidel Castro era el órgano que encarnaba la propia soberanía de país, se ha evaporado en el que parecé uno de sus últimos congresos. Y, dialécticamente hablando, lo ha hecho de la peor manera, reconociendo la superioridad operativa de su más encarnizado enemigo, el capitalismo.

No en vano, la hoja de ruta de las transformaciones que van a acontecer en Cuba, si se lleva a cabo, como esperan los cubanos, la deseada apertura de mercado, ha sido publicada este lunes con la firma del Partido. Entre las cuestiones más relevantes están algunas de las que ya se venía hablando como la creación de empresa privadas, la desaparición de la libreta de racionamiento o el despido de cerca de medio millón de funcionarios públicos. Sin embargo, las más dolorosas, simples rumores hasta la publicación de los lineamientos, también se han concretado.

Los comunistas caribeños que aun creyesen en la fuerza que el órgano rector, estarán digiriendo la voracidad del nuevo Primer Secretario del Partido, Raúl Castro, y del ideólogo en la sombra del desfalco, Ramiro Valdés. Los cubanos deberán pagar, cuando las resoluciones se pongan en marcha, por la sanidad y la educación, y deberán, si se lanzan a la aventura empresarial como cuentapropistas, abonar unos abultados, hay quien considera que abusivos, impuestos al Estado. Ambas medidas, tanto la rebaja de las prestaciones sociales como la aparición de la empresa privada, han sido religiosamente aprobadas por ese partido.

Muchos recuerdan que quien empoderó al PCC en los últimos tiempos es el mismo que ahora lo entierra. El propio Raúl Castro aseguró, al enfermar Fidel, que nadie podía sustituir a su hermano como líder. A cambio, el menor de los Castro reconvino en que el poder debía recaer justamente en el Partido. Después de estas palabras, estaba obligado a llevar, como después ocurrirá con la Asamblea, las reformas a un Congreso.

Lo cierto es que todo este tramite apenas dice nada. Reformas como la que ahora se plantean han sido ya lanzadas al ruedo político cubano en otras ocasiones y que no se han puesto en práctica. Muchos analistas consideran que todo el teatro de banderas, la escenificación de un país unido en torno a su líder, no debe ser interpretado más que como un nuevo movimiento de distracción de la dirigencia cubana con Raúl al frente.

Muchos medios de comunicación internacionales han caído en el juego si estas especulaciones son ciertas. Esta misma semana, cuando se publicaron los Lineamientos, diarios de prestigio como el español El Mundo, titulaba en su versión digital; “Cuba estaría dispuesta a que sus ciudadanos puedan viajar al extranjero como turistas”. Las hondas de dispersión de la supuesta farsa alcanzaron de esta forma una resonancia mundial.

Pero qué hay de cierto en la noticia. Si uno acude al documento de lineamientos, de donde está extraída la escasa información que se proporciona, será consciente de dos cuestiones curiosas. En primer lugar, el gobierno de Raúl y Ramiro se compromete únicamente a “estudiar una política que facilite a los cubanos residentes en el país viajar al exterior como turistas.” La inconcreción no puede ser más palpable y, sin embargo, la noticia fue replicada por muchos diarios digitales de importancia.

Para entender la segunda cuestión que se desprende, hay que comprender primeramente como han sido elaboradas las resoluciones que incluye el documento de lineamientos. Una primera versión fue puesta a la venta por el propio gobierno cubano, primera versión en la que no se encontraba este lineamiento. Ese documento fue discutido por la población como paso previo a ser analizado en el Congreso del Partido, donde debía aprobarse o rechazarse.

Si esta resolución, la que promete estudiar los vuelos turísticos de los cubanos, se incluye en el documento final, responde básicamente a la querencia de los propios ciudadanos que, en número de 11.195, solicitaron que se incluyera según los datos aportados en el propio documento. Y es que, en contra de lo que pueda parecer y según la versión oficial, los cubanos, por medio de sus opiniones, habrían obligado a incluir en las resoluciones finales varios lineamientos que tienen que ver con la compraventa de vehículos y viviendas, con la recuperación del transporte ferroviario y la mejora del transporte público, con la variedad de los productos que pueden adquirir en el mercado o con el control de precios y la subida de salarios.

En otras palabras. Los cubanos piden mayor libertad a gritos, a lo que el Estado ha respondido con una retahíla de inconcreciones excepto en lo que tiene que ver con la creación de nuevas empresas y la privatización o cobro del precio debido de los servicios públicos. Hace relativamente poco tiempo, advertíamos desde este diario la extraña publicación, en las páginas del diario oficial del PCC, Granma, de un listado de servicios sanitarios y el coste que estos suponían para el Estado. Ahora se confirma, como intuíamos, que la intención era ganar terreno para una paulatina privatización del servicio.

Y es que la gran apuesta de la dirigencia cubana es la creación de empresas privadas. Como si de una vaca de cuyas ubres se fuese a alimentar el régimen se tratara, todo está coordinado para la despedida de sus puestos de trabajo de más de medio millón de funcionarios y la aparición, esperan que como hongos, de la iniciativa privada. Sin embargo, las dificultades le vienen a ésta desde la raíz. Además de cargar sus posibles beneficios con unos impuestos poco habituales, deberá enfrentar una especia de contradicción. El Estado se desentiende de su funcionamiento y no dará ayudas para su creación.

La lógica de esto es la misma que prima en todos los lineamientos. La dirigencia cubana ha establecido un sistema de retirada del Estado de la vida pública de los ciudadanos pero sin retirarse. Algo análogo sucede con los lineamientos. Las inconcreciones priman sobre las certezas en las áreas incomodas para el régimen como en una especia de huida hacia adelante. En cualquier caso, la autorización concedida por el PCC comprende casi cualquier cosa que uno pudiera esperar. Destaca preocupaciones tales como el estado de las ollas a presión. Todo puede hacerse pero nunca se dice ni cuando ni como.

Sin embargo, los cubanos, a quienes por fin se ha dado voz, han hablado con claridad. Desean que se les permita ser libres para decidir por si mismos. Solo los oídos de los dos septuagenarios líderes cubanos podrían no escuchar la petición, por aquello de los achaques de la edad.

• Lineamientos de la política económica y social

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