Brasil, paraíso en tierra por su exuberante naturaleza, sus paisajes, y sus playas, también lo es desde hace unos años por su potencial energético: descubrieron yacimientos petrolíferos bajo espesas capas de sal que multiplicaron por 2,35 el crudo de este país (de 1.400 millones de barriles a 3.300). Brasil, paraíso en tierra por su exuberante naturaleza, sus paisajes, y sus playas, también lo es desde hace unos años por su potencial energético: descubrieron yacimientos petrolíferos bajo espesas capas de sal que multiplicaron por 2,35 el crudo de este país (de 1.400 millones de barriles a 3.300).
O lo que es lo mismo: petróleo necesario para abastecer a España durante seis años y un mes aproximadamente. Ahí es nada… Y la cornucopia blanca parece no cansarse: de confirmarse los nuevos descubrimientos, podría volver a duplicar (e incluso triplicar) sus actuales reservas.
Pero también puede convertirse en su mayor debilidad: para llegar al preciado líquido es preciso atravesar capas de decenas de metros de sal. Y perforar a través de la sal es un trabajo nada fácil, que requiere de inversiones multimillonarias, tecnología punta.
Y eso sin contar con los problemas territoriales asociados a la localización de la mayor parte de dichas bolsas de crudo, que necesitarán de negociaciones internacionales si el gigante quiere controlar su cuerno de la abundancia personal…
Así, los brasileños han de hacer frente a un desafío sin precedentes. Pero no es la primera vez en la historia del hombre que la sal juega un papel protagonista en el desarrollo de los pueblos: En tiempo de los romanos su importancia era tal que se usaba para pagar a los legionarios (y es origen de la palabra “salario”).
De ahí la superstición de que volcar el salero en la mesa trae mala suerte. Tal fue su valor, que hasta guerras se hicieron y deshicieron en su nombre (por ejemplo, el impuesto sobre la sal en Francia fue uno de los desencadenantes de la Revolución). Pero después, con el tiempo, descubrimos la forma de refinarlo en grandes cantidades. Y la reina paso a un segundo plano en la alacena…hasta ahora.
Para el país de la samba, el cloruro sódico viene con prefijo: pre-sal. Así se llama la formación que tiene a geólogos de medio mundo y compañías petroleras frotándose cabeza y manos respectivamente. Ahora resulta que la sal no solo puede conservar alimentos, sino también dinero. Bueno, hidrocarburos. Capas de miles de metros de sal bajo la superficie marina cubriendo enormes reservas de petróleo. Repito. Enormes.
Hace unos meses, la empresa pública Petrobras (Petroleo Brasileiro) convocó una rueda de prensa para comunicarle al mundo el posible descubrimiento de la mayor reserva de petróleo hallada en décadas. Posible, porque aún está por confirmar. Pero de ser verdad, Brasil podría fácilmente subir muchos puestos en el ranking mundial de países por reserva estimada de petróleo.
Con los descubrimientos de los que hablábamos anteriormente, Brasil pasó de un “modesto” puesto 17, saltando por encima a EE UU. Con el nuevo, Brasil añadiría entre 50.000 y 100.000 millones de barriles más a su haber, lo que le permitiría tratar de tú a tú a países como Irán e Irak, en el “top-5”.
En el peor de los casos, aún le sobraría oro negro para estar entre los diez primeros. Todo un baño de barriles. Aún así, tener no es vender. Y si no, que se lo digan a Venezuela: con la mayor reserva de crudo del mundo (aunque sin confirmar), no ocupa más que un humilde décimo puesto en el ranking de exportadores de petróleo.
La extracción de petróleo requiere de fuertes inversiones financieras. Y Brasil (a través de Petrobras) parece que no se va a achantar, y está dispuesta a salir con los deberes hechos: de aquí a cinco años, le van a hacer falta más de 50 buques de perforación para dar salida a todo ese mar negro bajo el Atlántico.
En dinero, para que nos entendamos, un buque de este calado cuesta alrededor de 1.000 millones de dólares (unos 700 millones de euros, aproximadamente). En Corea del Sur (sede de los mayores fabricantes de este tipo de barcos) deben de estar aprendiendo a hacer caipiriñas a marchas forzadas.
Pero no sólo hace falta dinero para logística: las formaciones de pre-sal tienen también un apetito tecnológico voraz. Las reservas de las que estamos hablando se encuentran bajo cientos de metros bajo el océano Atlántico, y bajo miles de metros bajo la superficie marina.
Si ya de por sí, las condiciones “deep water” y “ultra deep water” son bastante críticas (no hace falta mentar el posible fiasco del Golfo de México), en el caso de Brasil la sal viene a dar un giro de tuerca: las propiedades abrasivas de este mineral se comen las brocas de perforación, dificultando el acceso a las reservas; y su facilidad para absorber líquidos hace la cimentación de los pozos todo un calvario.
En resumidas cuentas, un desafío tecnológico, que ha colocado a Petrobras (Petroleo Brasileiro) a la cabeza en la producción de petróleo en este tipo de entorno.
Para cerrar bien el lazo, Brasil también tiene que clavar su bandera en el blanco: normalmente, las aguas territoriales de un país cubren 19,3 kilómetros desde sus costas. A partir de ahí, y hasta los 160,9 kilómetros, es lo que se llama zona de exclusividad económica.
Algunas de las reservas descubiertas están un poco más lejos, a alrededor de 241,4 kilómetros de la costa: por eso Brasil se encuentra en estos momentos intentando negociar en las Naciones Unidas una extensión de su zona de exclusividad que le permita cubrir hasta 321,9 kilómetros desde la costa. Veremos en qué queda…
A pesar de los desafíos que le esperan, el mundo mira con confianza los avances del gigante. EE UU quiere el petróleo de Brasil, Europa quiere el petróleo de Brasil…
El primero de los BRIC (el conjunto de países formado por Brasil, Rusia, India, y China, que con su fulgurante crecimiento económico están cambiado las reglas de la economía mundial) se ha convertido en la guapa del baile.
Y todo el mundo quiere agarrarle la cintura, claro está. Así que si hace unos años lo más “in” en el mundillo del petróleo era hablar árabe, ahora sólo se escucha un lugar: Macaé. La “Cidade do Petróleo”, situada a unos 180 kilómetros de Rio de Janeiro, es la sede de Petrobras desde los 70.
Su cercanía a las reservas en alta mar la han hecho saltar por los aires (demográficamente hablando, claro): su población en los últimos diez años ha crecido alrededor de un 600%. Y no tiene visos de dejar de hacerlo próximamente…
Y Cómo no, en España también estamos convidados a la mesa: un 25% de esas posibles reservas pertenecen a Repsol-YPF. Con razón el conjunto hispano-argentino decidió vender parte de sus derechos sobre sus reservas en el Golfo de México. Las nuevas pueden resultar muy interesantes.
Y con razón la china Sinopec compró un 40% de las participaciones de Repsol-YPF Brasil por 7.000 millones de dólares (5.181 millones de euros)… Lo dicho: lo que está de moda ahora es el verde y el amarillo. “Ordem y progresso” para todos, sí señor.