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La colaboración comercial con el gigante asiático se mueve entre la satisfacción y el recelo

China, el gran socio de Latinoámerica

La incursión, primero silenciosa y desde hace unos año avasalladora, de China en la primera línea de las economía mundiales, ha sido entendida por la generalidad de los analistas internacionales como el motor que mantiene a flote a las economías latinoamericanas en estos momentos de crisis. No en vano, el gigante asiático se ha convertido en el principal socio comercial de varios países sudamericanos, relegando a EEUU a un segundo plano. La incursión, primero silenciosa y desde hace unos año avasalladora, de China en la primera línea de las economía mundiales, ha sido entendida por la generalidad de los analistas internacionales como el motor que mantiene a flote a las economías latinoamericanas en estos momentos de crisis. No en vano, el gigante asiático se ha convertido en el principal socio comercial de varios países sudamericanos, relegando a EEUU a un segundo plano.

La buena disposición del Imperio del Centro, como gusta llamar a su país a los intelectuales chinos, con respecto a los países del subcontinente, tiene en Brasil uno de sus mejores ejemplos. En 1993, ambos países establecieron un acuerdo de asociación estratégica que, a todas luces, les ha favorecido.

No en vano, China se ha convertido en el mayor socio comercial de Brasil desde 2009, mientras que es también el principal receptor de exportaciones brasileñas y la segunda mayor fuente de importaciones para Brasil. Según estadísticas de las aduanas de China, Brasil fue el noveno socio comercial del gigante asiático en 2010, cuando los volúmenes de intercambio bilaterales ascendieron a 62.550 millones de dólares, con un aumento del 47,5% con respecto al año anterior.

La crisis financiera internacional ha derivado en una mayor cooperación entre ambos países. En este sentido, se han convertido en protagonistas en la elección del sustituto de Strauss Kahn al frente del FMI y han compartido posturas en variados temas internacionales, que abarcan desde la Ronda de Doha – la actual ronda de negociaciones de la Organización Mundial del Comercio (OMC) – a la reforma del sistema financiero internacional, al cambio climático y los esfuerzos para conseguir una mejor gobernanza global. En lo económico, su pertenencia al G20 y los BRIC revela la importancia de sus economías a nivel mundial.

Los volúmenes comerciales con Brasil abarcan el 34,18% del valor comercial de China con todos los países sudamericanos, lo que revela el volumen de intereses que el Imperio de Centro tiene dispersos en todo el subcontinente. La ambición china por proveerse de materias primas (minerales, petróleo…) que alimenten su creciente economía, es el principal motor de esa presencia cada vez mayor.

El petróleo, del que carece en su territorio, es una de las principales obsesiones del gigante asiático. En los últimos años ha firmando acuerdos de inversión y explotación con países productores como Venezuela, México, Brasil, Argentina, Ecuador y Colombia. En lo que respecta a Venezuela, el país gobernado por Hugo Chávez ha recibido créditos chinos por valor de unos 20.000 millones de dólares. En la actualidad, Pdvsa, la petrolera estatal venezolana, ha alcanzado un nivel de exportación a China de 423.000 barriles diarios de crudo, de los cuales un 57 % son para pagar los préstamos que ha otorgado el Banco de Desarrollo chino para proyectos del Gobierno venezolano.

El último país en unirse a esta especie de “panacea” china ha sido Bolivia. Su presidente, Evo Morales, pasó recientemente una semana completa en el gigante asiático. Su país, con mucho potencial minero, sobre todo porque cuenta con más del 50% de las reservas de coltan del mundo, no tiene, por el contrario, la capacidad de inversión que sería necesaria para desarrollar sus sectores económicos. Y ahí es donde entraría China, una vez más, para aportar los fondos.

Como resultado de su visita, una comisión del Banco de Desarrollo Chino (CDB por sus siglas en inglés) visitará Bolivia para estudiar nuevas inversiones. Pero ya hay acuerdos concretos. En el caso de la minería, las autoridades bolivianas firmaron un acuerdo con la empresa a estatal china Citic Guoan para la exploración del litio en el salar de Coipasa. El presidente visitó la compañía Gran Muralla que construirá el satélite Túpac Katari que, indicó, estará listo a finales de 2013, y que costará más de 300 millones de dólares. Y en cuanto a temas de comunicación, Morales hizo gestiones con dos grandes empresas chinas para que apoyen técnicamente a la Empresa Nacional de Telecomunicaciones (Entel) y para la implementación de sistemas de vigilancia para la seguridad ciudadana.

Los acuerdos alcanzados son, por tanto, de alcance y en diversas areas. Pero los problemas, las críticas al gobierno de Evo Morales, también existen. El mandatario boliviano aseguró durante su visita que “en pocos años, EEUU será colonia de China”. Y es jusamente este argumento el que utilizan muchos detractores del desembarco chino en America Latina, la posibilidad de que su importancia sea excesiva y su presencia no deje avanzar a sus países.

En Brasil, existe una amplia preocupación por la «competencia que plantea China» y algunos incluso se pliegan al temor a «la amenaza de China». Se asegura que las exportaciones de productos primarios en primer lugar, sin valor añadido, propiciará su dependencia de China. También se quejan de la tasa de cambio del yuan, por la competencia que encaran los productos de Brasil frente a los de China en mercados de ultramar, afirmando que, en consecuencia, Brasil se expone a un proceso de desindustrialización. Al mismo tiempo, la inversión creciente de China en Brasil en estos últimos años ha generado preocupación.

Y es que la colaboración comercial con China supone la apertura de mercado y la llegada de productos de dudosa calidad, muy baratos y que inundan los mercados. África ya ha sufrido el hundimiento de su incipiente industria textil o España el desmantelamiento de los talleres de fabricación de calzado. Algo similar podría ocurrir con varios sectores productivos latinoamericanos que están naciendo o quieren avanzar si no se aplican controles.

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