Llego a Colombia con el honroso cometido de conversar con el presidente Belisario Betancourt en su casa de Barichara, Santander. Traigo en el alma el desastre social y político que nos hace temer por nuestro país. A tres días de la llegada, después de dieciséis horas de ruta, ayer, en una de las zonas de desastre vial, por las lluvias, apenas alcanzo Bucaramanga. Escribo en la madrugada, en mi hotel. El desastre que me retrasa no me apaga la preocupación por el desastre que me motiva. Me reconforta pensar en la aguerrida sociedad civil venezolana, baluarte frente a Chávez y seguro frente al futuro. Llego a Colombia con el honroso cometido de conversar con el presidente Belisario Betancourt en su casa de Barichara, Santander. Traigo en el alma el desastre social y político que nos hace temer por nuestro país. A tres días de la llegada, después de dieciséis horas de ruta, ayer, en una de las zonas de desastre vial, por las lluvias, apenas alcanzo Bucaramanga. Escribo en la madrugada, en mi hotel. El desastre que me retrasa no me apaga la preocupación por el desastre que me motiva. Me reconforta pensar en la aguerrida sociedad civil venezolana, baluarte frente a Chávez y seguro frente al futuro.
Para los que no se han dado cuenta, Venezuela está en un túnel descendente, del podría salir directo a la profunda involución. Hemos retrocedido a épocas superadas por la modernidad. Hoy, no hay Constitución, justicia, poderes independientes, rendición de cuentas, imperio de las leyes; en definitiva, un Estado democrático. No me complico las cosas para decir lo que dije. Pregúntese usted mismo en cuál extremo de la política se encuentra Venezuela: si más cerca de la democracia que del totalitarismo, o lo contrario. Puedo demostrarle que es lo segundo. Y que va a ser peor, cuidado si por largo plazo, si Chávez renueva su mandato en el 2012. Ese es el primer desastre del cual hablo.
Colombia, igual que Venezuela –mi ciudad natal: Puerto Cabello, es un ejemplo- vive una tragedia “natural” inusitada. La figura graciosa que los colombianos usan para describirla es que “los cerros se están derritiendo”. Pude verlo y sufrirlo. Tuve que pasar dos páramos, de noche, lloviendo, con deslaves, rocas atravesadas, choques, “trancones” –un desastre- y la efectiva acción de la Policía Nacional de Colombia, para llegar apenas cerca del lugar en el cual conversaré, con el ex presidente Betancourt, junto al vicerrector Ferreira, de nuestra Universidad, y el ex ministro del Ambiente, Enrique Colmenares Finol. La reunión debió ser ayer. No fue posible. Hoy, ya voy saliendo a ella.
La AVERU (Asociación Venezolana de Rectores Universitarios) nos hizo parte de su Grupo de Tareas para la formulación de un Proyecto de País. Qué queremos a futuro y cómo lograrlo son las dos preguntas fundamentales al respecto. Nuestras universidades, academias, colegios y gremios están poniendo lo suyo en el diagnóstico amplio del país. Varios de los que hemos escrito o trabajado sobre el tema estamos dando nuestro aporte. Todos los venezolanos van a tener la oportunidad de aportar y decidir sobre las dos preguntas. Y nos interesa revisar todo lo bueno que se ha hecho, en cualquier parte del mundo, para lograr algo como lo que nos planteamos.
Para eso último vinimos a Colombia. Es nuestro primer viaje programado, en el cumplimiento de nuestras tareas. Pero, seguiremos. Colombia –nuestra hermana siamesa- puede mostrar al mundo un valioso ejemplo de cómo lograr un consenso práctico y duradero acerca del marco de valores, conceptos, normas y formas de convivencia, que abran la puerta a un progreso sostenido. Me produce profunda envidia –en mí, un sentimiento sano- observar el progreso colombiano. Uno de sus factores explicativos es haber tenido la inteligencia de realizar un proceso constituyente consensual –y no fraudulento, como el de Chávez- acerca de lo que querían como país y de las necesarias maneras para alcanzarlo.
La constituyente colombiana debemos verla como un ejemplo para nosotros. Queremos apoyarnos en sus protagonistas. Sin complejos. En medio del desastre que nos agobia, buscamos luces para resolver el otro, que nos impulsa.
* Santiago José Guevara García
(Valencia, Venezuela)
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