Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.

EL NUEVO MODO

Unidad nacional (IV)

La progresividad y sostenibilidad del acuerdo nacional. Aunque el anterior tema sobre la organización y el desempeño de la política democrática venezolana permite aún desarrollos, algunos de los cuales, en lo relativo al tema electoral, avanzamos en nuestra época de la Coordinadora Democrática, nos urge abordar el otro de la solidez, sostenibilidad y progresividad del planteo unitario. Tema, sin duda, difícil y esquivo. Por lo demás, necesario, como lo muestran las incidencias de la campaña presidencial pasada y el momento actual. La progresividad y sostenibilidad del acuerdo nacional. Aunque el anterior tema sobre la organización y el desempeño de la política democrática venezolana permite aún desarrollos, algunos de los cuales, en lo relativo al tema electoral, avanzamos en nuestra época de la Coordinadora Democrática, nos urge abordar el otro de la solidez, sostenibilidad y progresividad del planteo unitario. Tema, sin duda, difícil y esquivo. Por lo demás, necesario, como lo muestran las incidencias de la campaña presidencial pasada y el momento actual.

Es asunto que no puede ser descuidado ni escondido bajo los frecuentes apremios electorales, como ahora, después de una dolorosa derrota, que debió obligar al menos a una evaluación abierta, útil incluso, políticamente, de cara a nuevos eventos electorales. Sostengo que es necesario un manejo distinto del asunto. Y a ello voy.

Sin ánimo de exageración, sino con fino ojo de analista, es posible decir que hoy, en Venezuela, conocer cuál es y dónde funciona la dirección política opositora (aunque la política dominante prefiere llamarse “alternativa”) es un gran enigma. Un agudo observador político capitalino me lo decía, en términos dramáticos, al preguntárselo: la dirección de la MUD, de hecho, no existe.

De los artículos anteriores, invoquemos el criterio según el cual la exigencia unitaria no responde a momentos y tácticas electorales, sino a un reclamo político y una necesidad a fines institucionales permanentes. La tantas veces referida Economía Constitucional nos muestra cómo la conveniencia de maximizar los resultados sociales obliga a evaluar, en términos de efectividad, las distintas formas institucionales, organizativas, procedimentales, etc., y los modos democráticos de logro de la sujeción del colectivo a esas formas.

Es así que hoy se puede hablar de consensos buenos, malos, parciales, insuficientes, etc. Para quedarnos con los extremos y lo más simple, hoy es posible decir que un determinado acuerdo político es bueno o es malo. Es un asunto de análisis comparativo, al cual somos tan renuentes los venezolanos.

Por ejemplo: una circunstancial alianza electoral, sin mañana, no es mala; pero tampoco es la mejor vía de abonar a la política y a los cambios asociados a su evolución. Por el contrario, un esfuerzo continuo de procura de una coalición política y social progresiva y sostenida en el largo plazo es la primera garantía de ganancias políticas interesantes, ahora y después, en la procura del triunfo; pero también de un proceso virtuoso de democracia, celoso de su consolidación.

La progresividad y la sostenibilidad referidas no son automáticas. Todo lo contrario: las concreciones organizativas tienden a su eternización. Son conservadoras. Para tender a aquéllas y garantizarlas, es indispensable la apertura a la transformación democrática y esa cualidad debe estar montada sobre capacidades prospectivas y estratégicas mínimas. Es éste el planteamiento central de este artículo. La organización de la política democrática frente al totalitarismo: 1°) debe ser progresiva; 2°) debe aportar a la política necesaria para el ejercicio de gobierno; 3°) debe tener vocación de transformación; y 4°) debe dotarse de capacidades prospectivas y estratégicas, indispensables para la tarea, que debe ser permanente.

Por lo anterior, y no por doliente, me opongo al simplismo de estigmatizar la experiencia de la Coordinadora. Como si ella, con sus desviaciones y errores, no fuera parte de un ciclo mayor, y de la cual, se debería rescatar algunas experiencias y prácticas.

Tampoco estoy con el otro simplismo, interesado, de ensalzar la MUD y su desempeño, como el máximo logro organizativo posible, destinado a ser exitoso, porque sí, con solo una mayor maduración. Un planteamiento incrementalista peligroso, reconocido el tipo de contexto totalitario en el que transcurre la política venezolana.

Movimientos civiles del 2001, pronunciamientos militares del 2002, paro, calle, Coordinadora, acuerdos cupulares del 2006 y MUD son partes de un mismo proceso -volátil, es verdad- que tiene que ser visto hoy como la génesis de una política democrática mucho más madura que la actual. Es posible y ya la hemos tenido en nuestra historia. Debo decir a los que sostienen que todo el pasado es malo, que no tengo dudas de que el modelo de gestión política del ’56 al ’61, del siglo pasado, visto de forma íntegra ex-post, mostraba mayor maduración y completitud que el actual. Toca ser rigurosos y exigentes al respecto.

La observación, análisis, remisión a un “ciclo de vida” y conversión normativa de ese proceso a un modelo de gestión madurado, aunque perfectible siempre, es el arranque de la necesaria visión de largo plazo del requisito organizativo y de desempeño que nos preocupa. Es la fulana progresividad que referimos. A ella se opone el statu-quo; pero es una exigencia, en función de la voluntad de superación del totalitarismo imperante.

Al amigo observador –analista y estratega, por lo demás- referido arriba, le sugería la conveniencia de una confluencia de voluntades democráticas, algo disjuntas, de un modo inteligente –sagaz, diría más bien- para avanzar, tan pronto como posible, en el sentido de los requerimientos que exponíamos en el artículo anterior. La dirección opositora venezolana debe cambiar. Ese cambio puede ser por la vía de la ampliación; para, en ese nuevo piso, proponerse la revisión de sus aproximaciones y modos de actuación.

Quedan para el próximo artículo otros de los atributos del proceso de evolución de la política democrática que hemos mencionado unos párrafos atrás. Tenemos elecciones en puertas y el merecido asueto navideño y sigue el sainete de la salud del Presidente. De nuestro lado, seguimos con un ojo puesto en la política. El castro-chavismo no concede treguas.

*Santiago José Guevara García

(Valencia, Venezuela)

[email protected] / @SJGuevaraG1

Más información

Scroll al inicio