Internet ha introducido un cambio tecnológico en el mundo de la prensa que tiene escasos precedentes. Podríamos decir que hoy nos encontramos en una situación parecida a la que debió suceder en Europa cuando en 1450, más o menos, Gutenberg inventó la imprenta. Aquel herrero alemán dio lugar a un cambio absoluto en las costumbres y, por supuesto, en la cultura. Se acabaron los copistas y el arte de copiar. Bajó el precio de los libros. Estos ya no eran propiedad exclusiva de los nobles y de los monasterios. El libro podría ser adquirido por todo el mundo. Y la cultura, en consecuencia, se proletarizó. Hoy el cambio tecnológico es parecido. Y no sabemos adónde puede llevarnos. Internet ha introducido un cambio tecnológico en el mundo de la prensa que tiene escasos precedentes. Podríamos decir que hoy nos encontramos en una situación parecida a la que debió suceder en Europa cuando en 1450, más o menos, Gutenberg inventó la imprenta. Aquel herrero alemán dio lugar a un cambio absoluto en las costumbres y, por supuesto, en la cultura. Se acabaron los copistas y el arte de copiar. Bajó el precio de los libros. Estos ya no eran propiedad exclusiva de los nobles y de los monasterios. El libro podría ser adquirido por todo el mundo. Y la cultura, en consecuencia, se proletarizó. Hoy el cambio tecnológico es parecido. Y no sabemos adónde puede llevarnos.
El número de periodistas que han perdido su empleo desde que arrancó la crisis supera ya los 3,000. Se trata de lo que el informe de la FAPE califica como un proceso de “devastación de la profesión periodística”. Si consideramos que la crisis económica llegó al empleo en el sector de la comunicación a mitad del año 2008, se estima que, desde entonces, se han presentado cinco expedientes de recorte de empleo o de cierre cada mes y que cada día han perdido su empleo seis periodistas. En el pasado año han perdido su trabajo más periodistas que los que se han licenciado ese mismo año. Como se ve, los datos no son consoladores. Pero queda por examinar cuál es la verdadera situación de la prensa en este momento. Y aquí nos encontramos también con una situación poco optimista.
Según un estudio del Pew Research Center, el 63% de los norteamericanos considera que la información que ofrecen los medios de comunicación, con frecuencia, es incorrecta.
Un estudioso de estos temas, Juan Varela, reconoce que “los estadounidenses son mucho más críticos con los medios que los españoles”. Y aquí el Informe Anual de la Profesión Periodista 2008, de la Asociación de la Prensa de Madrid, informa que “la televisión es el medio informativo preferido todavía para informarse por los españoles (83%), seguido de los diarios (46,5%) y la radio (41,7%)”. “Internet crece, pero menos de uno de cada cinco españoles se informa a través de la Red”. Y lo peor que puede pasar a un periodista o a un medio es la falta de credibilidad. Y esto parece que está sucediendo.
Ahora se perfila en el horizonte el Ipad, que es un nuevo ordenador portátil extraplano y ligero. Según los expertos, el Ipad favorecerá antes a las revistas que a los periódicos. Además, ofrece inmensas posibilidades en la educación. Hoy ‘The New York Times’ cuenta con ediciones para cuatro dispositivos: Kindle, Sony Reader, Nook e iphone.
Por otra parte, otro estudio del Pew Research Center afirma que los grandes medios de comunicación son los productores de la inmensa mayoría de las noticias. Los nuevos medios locales se limitan a “repetir sin aportar apenas nada desde el punto de vista informativo”. Internet sale mal. El 95% de la información nueva la generan los medios tradicionales, sobre todo los periódicos.
Surgen, según parece, nuevos puestos para nuevos periodistas. Y así en un libro, de la periodista Sandra Crucianelli, se describen once nuevas propuestas de trabajo para periodistas. Esta es la situación actual, en la que confluyen una serie de informaciones, consecuencia de distintos hechos, que nos demuestran que este momento se caracteriza especialmente por la confusión. Probablemente, lo que pueda pasar, dependerá, en gran manera de nosotros.