Avanza con tropiezos el forzoso ajuste de la economía venezolana, obligado por la dramática situación de caos, colapso y recesión en el campo económico. Avanza con tropiezos el forzoso ajuste de la economía venezolana, obligado por la dramática situación de caos, colapso y recesión en el campo económico y en medio de una incertidumbre política e institucional, que no es mayor y de extrema gravedad por el vacío y falta de asertividad de la acción opositora y de los sectores organizados de la sociedad civil.
Las noticias sobre lo que sucede en el seno del régimen marcan el tono: al mismo tiempo que la Presidencia de la República puntualiza que Rafael Ramírez, impulsor principal de las reformas en curso y por anunciarse, “es el líder del gabinete económico” y alaba la “estrategia” que impulsa, otros medios informan de la férrea oposición del sector gubernamental llamado “retrógrados” a algunas de las medidas señaladas o comentadas en medios, pero aún no decididas, y la propuesta de medidas alternas.
En el plano general, la discusión o los manejos de opinión no llegan a centrarse en el punto planteado: el régimen avanza –sibilinamente, como tanto hemos calificado- unos ajustes que remedien su situación de colapso y amasa un conjunto de medidas, en los planos fiscal, monetario y cambiario, que tal como expuesto en nuestros escritos, enfrenta escenarios diversos, sobre todo, hasta tanto una mejor discusión, por los problemas internos del régimen.
Claro que hay otros asuntos económicos pendientes o en agenda. Pero, hoy, las urgencias apuntan al remedio del caos y el colapso y la reversión de la recesión y a la apropiada calibración del conjunto de medidas que se proyectan en el manoseado, pero no asumido enteramente, proceso de ajustes oficial. En esa otra agenda caben, por ejemplo, las recientes sugerencias de Fedecámaras, la patronal empresarial; el análisis de algunos escenarios respecto al futuro del sistema cambiario y sus formas institucionales; el futuro inmediato de la maltrecha PDVSA y de la actividad petrolera; etc.
Quiero puntualizar que son discusiones a tres horizontes temporales diferentes, aunque parte de un continuo, y que hoy lo crucial está en el plano coyuntural y en el preciso campo de la política económica.
Hay que recuperar un mínimo de normalidad económica y definir políticas macroeconómicas y sectoriales (política industrial, por ejemplo) en el campo de la producción, hay que anticipar los escenarios institucionales relativos a la autoridad monetaria, cambiaria y financiera y a la institucionalidad en lo fiscal; etc., pero el nudo duro del asunto económico hoy es cuál escenario de política económica será asumido. Las implicaciones de cada uno fueron esbozadas en nuestro artículo anterior.
Un tema que se ha mencionado cada vez con mayor frecuencia es el de una eventual dolarización, no como divisa marcadora de los precios, que cada vez más está presente, sino como régimen cambiario y monetario. El tema debe ser asumido con rigurosidad y amplitud (recuerden el costoso e inútil chiste de la reconversión monetaria de 2007) y es más que evidente que no tiene ninguna prioridad, ni en la agenda gubernamental, ni en la precisa problemática económica de coyuntura.
No es que niegue el asunto. En reciente conferencia dediqué unos buenos minutos a bosquejar los tres o cuatro escenarios relativos a la necesaria decisión sobre la institucionalidad monetaria y cambiaria venezolana. Porque resulta que la dolarización no es el único medio disponible.
Hemos seguido minuciosamente tanto esas variantes de la discusión económica, como el proceso de develación de las posibles medidas de política económica y la evidente campaña de preparación del clima de opinión nacional e internacional para ello. El intento de mostrar un inexistente modelo económico “exitoso”, aparentar una normalización económica que no existe, ofrecer una unificación cambiaria que no es tal, la promesa de mayor racionalidad en el manejo de la posición en divisas; etc., no son otra cosa que un intento de logro de un certificado de buena conducta.
Pero, las apariencias no bastan. Los excesos, errores y “anomalías” en el desordenado gasto estatal; el pérfido menú de financiamiento estatal; la pérdida del rigor de la autoridad monetaria, cambiaria y financiera; el más enrevesado sistema cambiario del mundo; la ausencia de mecanismos contingentes formales de políticas de rentas (incomes policies) y el desastre y las payasadas ideológicas en la política comercial y las relaciones internacionales nos tienen dónde estamos y son observados, con especial interés, por todos en el mundo de la institucionalidad económica supranacional interesada en el orden económico, incluido el Fondo Monetario Internacional.
Hay que tener, como en el dicho venezolano, “guillo (cuidado), que hay mucho pillo”. A muchos interesan el caos instalado, la “burbuja” monetaria, la profunda destrucción de las condiciones para la competencia, el mantenimiento del actual gasto y, en este preciso instante, la escapatoria de un eventual ajuste de esas condiciones y la posibilidad de un acuerdo oneroso para el país, pero conveniente a negociantes de empréstitos o emisiones de deuda externa, que no podría ser sino de alto costo en dólares.
Los tropiezos actuales son por la lucha entre modelos. La dinámica de los escenarios presentes nos muestra lo complejo de la situación. Una mayor dinamización es necesaria. A mayor gravedad del presente, mayor apresuramiento de los escenarios del futuro. Los que sueñan con un país mejor tienen una gran oportunidad ahora. Pero, parecen no entenderlo. Ojalá lo que pase no sea solo un reacomodo del sistema. Algunos, últimamente, quieren ver un momento transicional en ello. No es fácil que así sea.
* Santiago José Guevara García
(Valencia, Venezuela)
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