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Ciencia y razón

Joaquín Costa en su centenario

En 1898 terminaba el imperio español. La guerra frente a Estados Unidos tuvo como consecuencia la pérdida de las posesiones de Cuba, Puerto Rico y Filipinas. La conciencia nacional experimentó una dura crisis. La situación guarda cierta analogía con la actual. Por todas partes, se habla de crisis y lo único que aumenta es el número de parados. Casi 400.000 españoles perdieron su empleo el año pasado. Y el paro alcanza la cifra más alta en 13 años: 4.700.000 parados y la encuesta de población activa (EPA) afirma que los hogares con todos sus miembros sin trabajo se disparan hasta 1,3 millones. Y por todas partes se oye hablar de crisis de valores. Y muchos jóvenes no ven otra salida que no sea la huida al extranjero. La visita de la canciller alemana a España se produce en un momento en que la emigración vuelve a ser una vía de escape para miles de jóvenes, que buscan en el mercado laboral alemán una salida a la crisis. En 1898 terminaba el imperio español. La guerra frente a Estados Unidos tuvo como consecuencia la pérdida de las posesiones de Cuba, Puerto Rico y Filipinas. La conciencia nacional experimentó una dura crisis. La situación guarda cierta analogía con la actual. Por todas partes, se habla de crisis y lo único que aumenta es el número de parados. Casi 400.000 españoles perdieron su empleo el año pasado. Y el paro alcanza la cifra más alta en 13 años: 4.700.000 parados y la encuesta de población activa (EPA) afirma que los hogares con todos sus miembros sin trabajo se disparan hasta 1,3 millones. Y por todas partes se oye hablar de crisis de valores. Y muchos jóvenes no ven otra salida que no sea la huida al extranjero. La visita de la canciller alemana a España se produce en un momento en que la emigración vuelve a ser una vía de escape para miles de jóvenes, que buscan en el mercado laboral alemán una salida a la crisis.

Una situación semejante se producía en aquellos años en que le tocó vivir a Joaquín Costa, que nació y murió en la provincia de Huesca. El nacimiento en 1846 en Monzón y la muerte en 1911, ahora hace cien años, en Graus. Costa encabezó un movimiento cultural y político que se llamó regeneracionismo. Se trataba de proponer soluciones concretas, como podían ser el reparto de tierras, la construcción de obras hidráulicas y la mejora de las comunicaciones, para sacar a España de la atonía en que se encontraba. No se trataba de una revolución, sino de una cruzada promovida desde el poder. Así escribió diversas obras. Tal vez la más importante sea “Oligarquía y Caciquismo como forma actual de gobierno en España”. Esta obra apareció en 1901 y constituye un alegato contra la corrupción política. Por ello, parece adecuado este momento para su recuerdo. ¿Qué eran los caciques? Una especie de señores feudales, al servicio del político de turno, que amañaban las elecciones a cambio de poder y prebendas. También ahora, con ocasión del centenario, se reedita la biografía que escribió en 1972 George J. G. Cheyne, profesor de la Universidad de Newcastle. Su vida no fue fácil. En modo alguno fue un sendero de rosas. Trabajó como artesano y albañil, mientras estudiaba en el Instituto General y Técnico, en Huesca. Un concurso para seleccionar a doce artesanos observadores de la Exposición Universal de Paris fue ganado por Costa, lo que le llevó a París en 1867, residiendo allí nueve meses. El retorno a España fue duro, hasta que inició sus estudios en la Universidad de Madrid. Se doctoró en Derecho y se presentó sin éxito a diversas oposiciones universitarias. Su vida fue desafortunada. Perdió premios, cátedras que merecía, posibilidad de formar un partido político, y un enorme deterioro físico ocasionó su muerte ahora hace cien años. Su vida estuvo marcada por la pobreza y la soledad. No tuvo nunca una ideología de partido. Soñó con una España distinta y fue, según Cheyne, la conciencia atormentada de aquella España que le tocó vivir.

A pesar de sus convicciones republicanas, hasta los años noventa no participó en la política activa. En 1896 fracasó en su primer intento por hacerse elegir diputado. Consciente de que el caciquismo era común a todos los partidos de la Restauración, canalizó su actividad política a través de organizaciones distintas de los partidos, como la Liga de Contribuyentes de Ribagorza o la Cámara Agrícola del Alto Aragón. Posteriormente, estas instituciones se unificaron con otras similares, dando lugar a la Liga Nacional de Productores. En 1900 confluyeron con la Asamblea de Cámaras de Comercio, formando la Unión Nacional. Se trataba de un grupo de presión regeneracionista, que resultó poco eficaz por lo que Costa lo abandonó y se presentó a la elecciones en la listas de Unión Republicana. Su salud delicada no le permitió ocupar el escaño, y se retiró a Graus donde murió.

El regeneracionismo contó con otras figuras importantes como Lucas Mallada o Ricardo Macías Picavea. La situación de España fue criticada, desde un punto de vista intelectual, en los ensayos de Unamuno, los esperpentos de Valle-Inclán o las novelas de Baroja. Que la situación en aquellos años guarda cierta analogía con la actual, parece evidente. Pero las diferencias son múltiples. El mundo ha cambiado. Y lo que ha demostrado la crisis que azota no sólo a España, sino a todo el mundo, demuestra que está próximo a experimentar cambios muy profundos. Cambios, para bien o para mal, que no están haciendo más que empezar. España participa de esta crisis general y de otra crisis puramente nacional, que nos afecta a todos, pero que no tiene su similar en el mundo. En esta situación, la evocación de Joaquín Costa, de la mano del excelente hispanista británico, que es Cheyne, parece importante y necesaria.

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