Fue el 28 de agosto de 1845, es decir hace ahora 165 años, cuando en Nueva York apareció el primer número de Scientific American: The Advocate of Industry and Enterprise, and Journal of Mecánica and Other Improvement. Por dos dólares al año se prometía a los lectores un semanario de gran formato que trataría de “Nuevas invenciones, principios científicos y trabajos curiosos”. Es hoy la revista mensual “Investigación y Ciencia” o “Scientific American” en su edición norteamericana. En aquel primer número se hablaba del telégrafo de Morse, de un aparato inventado por un tal Joseph Hurd que separaba o aclaraba líquidos mediante la aplicación de la fuerza centrifuga y se hablaba también del barco de vapor Great Britain, el gigante de los océanos recientemente arribado desde Liverpool y que había sido construido en los astilleros Great Western, Bristol (Inglaterra). Fue el 28 de agosto de 1845, es decir hace ahora 165 años, cuando en Nueva York apareció el primer número de Scientific American: The Advocate of Industry and Enterprise, and Journal of Mecánica and Other Improvement. Por dos dólares al año se prometía a los lectores un semanario de gran formato que trataría de “Nuevas invenciones, principios científicos y trabajos curiosos”. Es hoy la revista mensual “Investigación y Ciencia” o “Scientific American” en su edición norteamericana. En aquel primer número se hablaba del telégrafo de Morse, de un aparato inventado por un tal Joseph Hurd que separaba o aclaraba líquidos mediante la aplicación de la fuerza centrifuga y se hablaba también del barco de vapor Great Britain, el gigante de los océanos recientemente arribado desde Liverpool y que había sido construido en los astilleros Great Western, Bristol (Inglaterra).
El periodismo científico tiene dos vertientes. De un lado, informar como cualquier otra forma de periodismo, como puede ser el político o el deportivo y divulgar, porque muchas de las noticias que se producen en el mundo científico, al ser contadas al hombre de la calle, conviene darle una explicación de su contenido. Ya antes, pero después de la Segunda Guerra Mundial, la ciencia se ha convertido en un factor de poder. Las dimensiones socio económicas y militar de la ciencia han adquirido una importancia indudable, que se intensifican tanto más cuanto más técnica aparece la ciencia. En las ciencias físico-químicas es difícil a veces determinar la frontera que separa lo que es ciencia de lo que es tecnología. Y, en ocasiones, no existe tal frontera.
Pero, últimamente, se han producido algunos hechos que conviene destacar. Samuelson, analista económico de ‘The Washington Post’, cuenta que hubo un tiempo en que el poderío económico de una nación se medía en función de las toneladas de acero o los megavatios de electricidad que consumía. Hoy esto ha cambiado y el poder económico se mide por el número de científicos e ingenieros. En esta línea el director general de la Confederación de la Industria Británica (CBI), Richard Lambert, señalaba que los empresarios británicos “están muy preocupados por el declive de las vocaciones científicas” y tienen que recurrir a buscar científicos en otros países como China, la India, Brasil y Europa del Este. Un estudio del ZEW (siglas en alemán del Centro de Investigación para la economía Europea) indicaba que en el año 2006 se quedaron vacantes en Alemania 73,000 puestos de trabajo para científicos e ingenieros. Por ello, la economía alemana dejó de ingresar ese año el 0,8 por ciento de su PIB, es decir 18,000 millones de euros, por la falta de estos profesionales. Si nos referimos a Estados Unidos, en 2001, se licenciaron en China 220,000 ingenieros frente a los 60,000 de Estados Unidos. Toda esta situación ha dado lugar a que un profesor español, Carlos Elías, haya escrito un libro, “La razón estrangulada”, en el que estudia esta situación. El libro tiene por subtitulo “La crisis de la ciencia en la sociedad contemporánea”.
A resolver esta situación, que va en aumento, puede y debe contribuir el periodismo científico, que acerca, que aproxima, la ciencia y la técnica al hombre medio. Es posible que esto sea difícil y hasta costoso para los dueños de periódicos y de medios de comunicación en general, que tienen otras secciones que consume con mayor facilidad el público.