No es “manguangua” manejar sistemas complejos. Y resulta que la política es uno de ellos. De los más enmarañados y peor manejados. No es “manguangua” manejar sistemas complejos. Y resulta que la política es uno de ellos. De los más enmarañados y peor manejados.

Pero, hay dos secretos: organización específica y reconocimiento de la complejidad de la realidad enfrentada.

¿Están, los auténticos demócratas venezolanos dispuestos a hacer política, organizados para el reto que enfrentan? ¿Reconocen la necesidad de la organización, en los términos que corresponde?

De su lado, el régimen y sus socios (la MUD y diversos grupos de intereses) no tienen problemas: lo de ellos es lo tradicional o carismático; o, el pasar agachados. No hace falta organización, sino caudillismo. O plena conciencia de que lo de ellos es procurar rentas. Y no armar líos. Mejor, guardar silencio. Cual polizones, pues.

En la acera de enfrente, en el campo de una oposición auténtica, el reto de armonizar visiones distintas, agrupaciones y liderazgos de naturaleza muy diversa, muy diferentes niveles de “aprendizaje organizativo” y áreas de problema de muy distintos niveles y características, solo puede ser posible con la simplificación propia (se llama, debidamente, “reducción de complejidad”) del manejo de sistemas complejos.

Dos de muchos nombres se me vienen a la mente ahorita: Stafford Beer y William Ross Ashby. A muchos les parecerán exóticos o esotéricos los personajes y sus planteamientos. Pero, enfrentaron y resolvieron, con simplicidad, los retos de la complejidad.

Nosotros los hemos asumido en tareas gubernamentales y de consultoría para temas de alto gobierno. Sin “teorética”, como me exigía Renate Bonn, cuando decidíamos elaborar, para la GTZ (asistencia técnica alemana), que ella dirigía en Caracas, un manual para la toma de decisiones de los alcaldes venezolanos, por allá en 1994-95.

Recuerdo un Taller de Diagnóstico Participativo de un municipio costeño, en el cual dispusimos, en una pared, más de cuatrocientas solicitudes diversas de los participantes, las cuales, al final de unas dos horas se habían convertido en veinte áreas de problemas, jerarquizadas (priorizadas) y especificadas en sus detalles.

Recuerdo que uno de los asistentes me preguntó si eso era lo que yo había llamado “reducción de complejidad del sistema real” y en ese momento sentí tener enfrente uno de mis mejores frutos profesionales: lograr, con el gran público, demostrar la posibilidad de aprovechar en la práctica un enrevesado planteamiento teórico.

Aquello era, ni más ni menos, una función de preferencia social, tema de grandes polémicas entre académicos de la Economía, a partir de ciertas tesis del Premio Nobel Kenneth Arrow.

El Manual se escribió y se aplicó amplísimamente en Venezuela y otros países. Recuerdo haberlo visto referenciado en Chile. Pocos percibían que en aquel “librito”, como irrespetuosamente lo llamó uno de mis alumnos universitarios, se escondían planteamientos normativos, estratégicos y operacionales –incluyendo los organizativos- de total avanzada. Una inmensa complejidad real era “domada” con un método sencillo.

La realidad que enfrentamos en el momento actual los auténticos demócratas venezolanos puede desquiciar a cualquiera. Es de una inmensa complejidad. Y no podrá ser abarcada, a menos que se disponga de los conceptos y el método apropiados.

Ese reto está planteado. Y lo estamos asumiendo, junto a quienes debemos asumirlo: todos los interesados en el cambio democrático. O sea, no solo con “los estudiantes”, como simplistamente plantean el asunto muchos de los “analistas” nacionales.

Claro que con los estudiantes (que lo fui y que aún son un sector cercano en mi desempeño diario), pero también con todos los demás sectores nacionales que den lugar a la necesarísima unidad nacional (y nunca, solo partidista, como la obsoleta MUD) que sirva de condición de partida para ir a una auténtica transición a la democracia y a la posterior consolidación democrática.

No parto de cero. Tengo obra escrita, he adelantado propuestas sencillas, impulso iniciativas parciales, aporto ejemplos de cómo arrancar un proceso organizativo, etc. E insisto –y seguiré insistiendo- en el asunto organizativo.

Lo organizativo no puede ser un coto de caudillos, hombres providenciales y burócratas partidistas. Es un proceso que debe convocar desde el ciudadano que hoy se faja en la calle, hasta los más preclaros liderazgos en todos los campos del quehacer nacional. La nueva organización democrática venezolana debe parecerse a la Venezuela buena.

* Santiago José Guevara García

sjguevaragarcia@gmail.com / @SJGuevaraG1

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¡Insisto!

Santiago José Guevara García*

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