Sigo entregando en retazos lo prometido semanas atrás. Esta vez haré referencia a los escenarios ofrecidos. Los preciso bien: son sobre las decisiones de coyuntura en el plano de la política económica. No sobre un plan o un Proyecto de País. A los cientos de oyentes de Manuel Barroeta y “El Taxímetro”, creyentes en la bondad del diálogo, incluso entre contrarios
Sigo entregando en retazos lo prometido semanas atrás. Esta vez haré referencia a los escenarios ofrecidos. Los preciso bien: son sobre las decisiones de coyuntura en el plano de la política económica. No sobre un plan o un Proyecto de País.
Digo lo anterior, porque he venido sosteniendo que de cara a los intereses generales de la sociedad venezolana, lo que debería plantearse en este preciso momento es el pronto anuncio de un programa coherente de medidas de política económica (¡que quede claro lo del plural!) que permita revertir, ahora, el colapso y los riesgos presentes.
No refiero un plan de mediano o largo plazo, como el recientemente presentado por la patronal empresarial, ni una iniciativa prospectiva como la que avanzan los partidarios de una constituyente. Las tres propuestas no son excluyentes, pero siempre se corre el riesgo de que sean confundidas u homologadas.
Se trata, entonces, en lo planteado hasta ahora -y con nuestra propuesta ya conocida por ustedes- de un conjunto de políticas a decidir en lo inmediato, dentro de un plan de estabilización que permita una mínima normalización y el inicio de acciones de reversión de la tendencia a un desastre mayor.
Los tres escenarios definidos los hemos denominado 1) «Más real para papá, con mayor daño», el pesimista; 2) «Seguir igual, con las mismas dudas y daños», el tendencial y 3) «Normalizar, para coger aire», el optimista.
En el primero, el Vicepresidente Rafael Ramírez, impone su «ajuste» fiscalista y ahonda y amplía los resultados del pésimo proyecto político del régimen. Significa 1) más dinero de la sociedad, transferido a un Estado que lo usa para destruir y entregar a esa sociedad que lo financia y 2) nueva deuda externa de alto costo, en razón del pésimo EMBI+ conocido.
En el segundo, se retrasan o minimizan las decisiones y continúan 1) la incertidumbre general del país y 2) la debacle del modelo. Esto podría significar que se sigue actuando igual que hasta ahora, lo cual incluye decisiones paso a paso y sibilinamente y una minimización de las decisiones a tomar.
Y en el tercero, se asume un programa correctivo coherente, con 1) mejora del «costo y funcionamiento del Estado», 2) un alivio de la presión fiscal y 3) medidas adicionales en lo monetario y en la política de controles de precios, con el cual 1) se mitigan la debacle y la recesión y 2) puede asumirse un plan o acciones de mejora del bienestar.
El gran dilema sustantivo está entre, por un lado, aceptar la inevitabilidad de un recorte y reorientación significativa del gasto estatal y la ordenación de la acción de la autoridad monetaria; por el otro, obstinarse en mantener los excesos, defectos y deformaciones del gasto y el manejo intencionalmente desordenado de la posición en divisas de la nación.
Como se ve, lo dilemático de la situación actual se resuelve en los campos convencionales de lo fiscal y monetario; pero, interferidos por los oscuros intereses del proyecto político en el poder. Es otra demostración de lo que hemos venido afirmando desde años: el principal problema económico de Venezuela no está en la economía, sino en la política. Y en la geopolítica.
En nuestra consideración, respecto al criterio de las probabilidades, éstas juegan a favor de los dos primeros escenarios. O sea, que la mayor posibilidad de ocurrencia la tienen 1) el esquema fiscalista de Ramírez y sus aliados circunstanciales, con la aniquilación rápida de lo que queda de espacios de libertad, o 2) el mantenimiento de las áreas de incertidumbre económica, política, social e institucional actuales, con la doble condición de: 1) escenarios extremos abiertos y 2) la tendencia asordinada al colapso y anulación total de la sociedad venezolana.
Respecto a nuestras preferencias –ya las hemos expresado- apuntamos a un mínimo de sensatez en el manejo de la cosa económica, el alivio de las penurias actuales y la posibilidad de una acción de recuperación del bienestar perdido. Pero, para su ocurrencia se necesita un conjunto de condiciones políticas, sociales, de opinión y de compromiso de los sectores profesionales asociados al tema, que no están presentes. Eso también lo hemos planteado.
¿Está la sociedad nacional consciente de los riesgos y costos de su preocupante displicencia frente a los terribles datos y escenarios de la situación actual? ¿Están los economistas venezolanos asumiendo la responsabilidad inherente a la profesión? ¿Será que podrá superarse el terrible drama organizativo y político de la oposición y la sociedad venezolanas? “Algo hay que hacer. ¿Podremos?”, me preguntaba ayer. Es la preocupación que me asalta.
* Santiago José Guevara García
(Valencia, Venezuela)
[email protected] / @SJGuevaraG1