Entre la farsa y el drama

No son la literatura o las artes escénicas mis objetos de interés en este artículo. Sí lo es el juego de escenarios que se presenta a mi país, Venezuela, en este particular momento de su vida política. En el difícil mundo de las hipótesis, nos encontramos entre las de una gran farsa, respecto a la salud del Presidente, y un gran drama, por los riesgos de mayor inviabilidad de su ya polarizada sociedad. No son la literatura o las artes escénicas mis objetos de interés en este artículo. Sí lo es el juego de escenarios que se presenta a mi país, Venezuela, en este particular momento de su vida política. En el difícil mundo de las hipótesis, nos encontramos entre las de una gran farsa, respecto a la salud del Presidente, y un gran drama, por los riesgos de mayor inviabilidad de su ya polarizada sociedad.

Entre la supuesta enfermedad presidencial (declaraciones oficiales o informes castristas no están revestidos del don de la credibilidad) y la evidente merma del espejismo chavista, con el agregado de una dirección opositora ciega, sorda y muda, se define el nuevo juego planteado por las circunstancias alrededor del inevitable factótum de la política actual. La situación, sin embargo, podría ser el disparador de un reacomodo caleidoscópico en las prioridades nacionales. Lo cual intentamos encauzar; pero, en el mundo de las probabilidades, cuidado si bajas.

Porque más allá de Chávez y la oposición “oficial” está la nación. Sumida en una destructiva y conflictiva manipulación institucional; con una sociedad y una política polarizadas; abatida y amenazada en su economía productiva; víctima de la precariedad cultural de la lucha política; afectada por el militarismo, el lumpen, una falsa izquierda y una racionalidad de gobierno montada sobre la corrupción; y, para cerrar con broche de oro, con un régimen entregado a una geopolítica bochornosa, esa nación debería observar los escenarios, analizar sus consecuencias, preocuparse por los impactos sobre su liderazgo y verse compelido a exigir lo sustancial: una agenda nacional mínima; o sea, un programa estatal al largo plazo, que asiente los temas que el consenso nacional imponga, para honrar la nación y superar el momento. Así como critico la errada práctica política de la dirección opositora, me niego a pensar en la ausencia de cordura y posibles intersecciones temáticas en la relación con el lado oficialista.

Comencemos por los escenarios. Hay un deterioro general del país y su gente y una particular situación negativa –personal o política, son matices- del jefe de Estado, que plantean un reto múltiple: solución a los males (o arriesgar conflictos abiertos); para lo cual, son necesarios recursos distintos al liderazgo, poco visibles hoy: consensos, pactos formales, una transición y su posterior consolidación democrática, un proyecto nacional, etc. En definitiva, la fulana agenda nacional durable.

Entre la mengua del factótum y la labilidad de su oponente se abren posibilidades a escenarios, desde –escenario negativo- riesgos de radicalización política -militar o civil- hasta –escenario positivo- una más o menos turbulenta normalización democrática, con sub-escenarios de competitividad perversa (enfrentamiento electoral entre liderazgos atomizados) o posibilidades diversas de negociación entre sectores hasta ahora enfrentados, pasando –escenario intermedio- por una extensión de los actuales incertidumbre y riesgos en la vida nacional.

Ante ese cuadro, la oposición oficial sigue su derrotero u opta por la impavidez. Para ella, los escenarios no exigen respuestas. A la hipótesis de la burla por Chávez, Castro y sus manipuladores, con la supuesta enfermedad, o la evidente caída de la credibilidad del líder, o ambas, no se antepone una exigencia de transparencia, respeto e institucionalidad, ni se le opone fuertemente una unidad mayor y –sobre todo- una agenda.

Y es que el país, por merma del factótum y riesgos de dispersión, debería optar, frente a la farsa chavista y el drama de la implosión, como único elemento cohesionador, por un acuerdo sobre una agenda nacional durable. Pero, el mesianismo o los fueros siguen imponiendo el estilo político.

Mientras, el país y su hegemón son la comidilla de los medios internacionales. No ocultan las chanzas. En lo personal, me ofende sentirme parte de un circo así. Algunos payasos provocan tristeza. Otros, lástima.

* Santiago José Guevara García

Valencia, Venezuela)

sjguevaragarcia@gmail.com / @SJGuevaraG1, en Twitter

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Entre la farsa y el drama

Santiago José Guevara García

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