Recapitulación, diagnóstico y que siga la ruta. Escribo el martes 14. Diversos factores externos atraen nuestra atención, por su condición de factores de entorno negativos al país. Que agravan lo ya grave. Recapitulación, diagnóstico y que siga la ruta. Escribo el martes 14. Diversos factores externos atraen nuestra atención, por su condición de factores de entorno negativos al país. Que agravan lo ya grave.
Pero, lo interno es, aun más, un auténtico brollo. Postulamos que el país se encuentra en una situación-límite, que se complica, y enfrenta la presencia de diversos escenarios de salida. De cara a todo ello, nuestra propuesta. Y es transicional.
En lo externo, sin exhaustividad, están el proceso griego; el crash chino; el acuerdo nuclear con Irán; las previsiones de baja en el crecimiento mundial; la valoración externa, tanto del riesgo país, como de la probabilidad de impago a tenedores de bonos nacionales; las conversaciones EUA-Cuba; movimientos estratégicos de agencias estadounidenses; etc. Ojalá haya elementos positivos en ellos.
Ese entorno –insistimos- influye negativamente, más de lo admitido, en las situaciones económica, militar, política, institucional y social venezolanas. Y comienza a revertir las coordenadas culturales exacerbadas con el chavismo.
La economía no está mal: está muy mal. Cinco dimensiones amplias y unos veinte temas por resolver. No todos dependen de lo financiero, como pretenden algunos economistas de bancos de inversión, interesados más en salvar sus cargos y en sus preocupados directivos y clientes tenedores de bonos nacionales que en el grave problema nacional.
Lo militar está lleno de rumores. Escenarios diversos, hipótesis y especulaciones sobre las reuniones EUA-Cuba, seguimiento minucioso de los movimientos de diversas agencias y agentes estadounidenses, rumor sobre excusas o razones para librarse de Maduro, influencia de la relevancia del buen liderazgo militar, etc. Hoy, lo político pasa por lo que ocurre en el terreno militar. Los demonios soltados por Chávez crecieron y tienen vida propia.
Lo institucional hace aguas o está paralizado. Lo social es un gigante dormido. Y lo cultural –el disparador de lo social- comienza a expresarse en movidas, rabias y reclamos de la propia “clientela” oficialista. Asombra la cantidad de confesos oficialistas que se acercan a preguntar cuándo se resuelve “esto”.
Decíamos que postulamos que el país se encuentra en una situación-límite. Y que debe cambiar. No solo atajar o diferir. Sino cambiar medularmente. Estamos frente a un momento transicional. Frente a uno, que no es lo mismo que en uno. Lo último depende de la asunción del escenario por fuerzas emergentes con poder de cambio y, ojalá, proyecto de futuro. Situación gramsciana. O rustowiana.
A un momento transicional como el enfrentado toca un plan de igual naturaleza. Desechamos las miras cortas (estabilización, emergencia, etc.) y los escenarios limitados, sean de continuación de lo actual, como de su refrescamiento. No estamos con transiciones que no lo son. A lo que hemos venido abonando en esta serie de artículos es a un plan transicional.
Hoy nos toca referirnos a las ventajas comparativas del país y al uso de economías externas –o externalidades positivas- para el plan productivo estrictamente necesario a cualquier esfuerzo de largo plazo. Tema con raíces clásicas, en la Economía del Bienestar, en las aproximaciones territoriales de la Economía y directamente imbricado con otros temas y áreas, en nuestras propuestas para el reto productivo.
ALC y Venezuela no llegan a completar un nuevo modelo productivo. Hay, sin dudas, casos exitosos, que no conforman un modelo. La vieja sustitución de importaciones se hizo para realidades y con medios de su época. Las de ahora son otras. Pasamos a mencionar algunas aproximaciones propias al tema.
No valen tanto los nichos de consumo interno a satisfacer como las oportunidades de los mercados externos vinculables a recursos o condiciones de entorno nacionales, existentes o por crear. La situación favorable frente al mercado es la que define oportunidades. La internalización de los beneficios, por la vía de su territorialización es crucial. Esto es procurar nuestras aglomeraciones territoriales competitivas. Y lo último, la vinculación o asociación intencional a redes o cadenas regionales o mundiales.
La gestión para ello debe abandonar las viejas prácticas de los subsidios, exenciones u otros beneficios a sectores especiales y apoyarse en la generación de condiciones, por la vía de externalidades generales: un puerto, un ferrocarril, una carretera, sistemas de provisión de agua, una buena universidad, una política de fomento de la I & D &i, una política industrial profesional, no son intereses especiales, sino generales. Parece tonto, pero asumir ese cambio es un paso radical. Y tiene base ética.
Hemos tenido alguna experiencia en la gestión de situaciones como las que referimos. El privilegio a la orientación externa, antes que la interna; la visión de complejos de actividades, más que lo estrictamente sectorial; el apoyo en instituciones y políticas de avanzada y el liderazgo nacional fuerte son básicos.
Adicional, en tareas políticas, hemos anotado, en una primera aproximación, los grandes bloques subnacionales y los recursos, condiciones, relaciones, redes y complejos para su aprovechamiento. Hemos hipotetizado acerca de asociaciones convenientes. Valoramos los grandes centros dinámicos mundiales como eventuales interesados. Reconocemos situaciones locales o subregionales diversas con amplio potencial de relaciones diversas con el medio exterior. Conservamos viejas relaciones con instituciones ligadas al tema de la competitividad territorial. etc.
Nada de lo anterior es “de cara a las elecciones”, para solo estabilizar o un plan de emergencia. El país necesita mucho más que eso, también necesario. En la situación de incertidumbre actual, abonamos a nuestro escenario: transicional. No más “manguareo”, sustituciones de nombres o apariencias de cambio.
* Santiago José Guevara García
(Valencia, Venezuela)
[email protected] / @SJGuevaraG1
