Hay una inusitada, aunque no inexplicable situación nueva en la política democrática nacional. Veámosla en toda su profundidad. Hay una inusitada, aunque no inexplicable situación nueva en la política democrática nacional. Veámosla en toda su profundidad.
La defino en términos de brecha entre los liderazgos de Henrique Capriles Radonsky, ex candidato y líder de la próxima campaña municipal y María Corina Machado, ex precandidata presidencial. Pero, ahí no terminan las cosas. Hay un componente nuevo, importante; el cual, sin embargo, dejaremos para el final. Las cosas buenas llegan a su tiempo, dicen por ahí.
Los datos de la situación no los revisaremos. Están en medios y redes. Sí retrataremos la situación, con nuestro lente propio.
En la política democrática hay un profundo temor por los resultados de las próximas elecciones municipales, aunque se diga lo contrario. El mantenimiento de las fraudulentas condiciones electorales; la ausencia de denuncia y protesta formal sistemática de ellas y los riesgos asociados a la dirección de campaña por Capriles, hacen propiciar un nuevo liderazgo.
Capriles, por su lado, “está en sus quince”. Confía en la existencia de una nueva mayoría electoral y su concepto de campaña enfocado en los problemas sentidos por la gente, su ascendencia en el electorado opositor y la posibilidad de innovaciones en el “marketing”, le hacen confiar en su éxito.
Pero, revisen algo en lo anterior: la política opositora venezolana está confinada a lo electoral. Es verdad que las cosas han cambiado de octubre a ahora. Pero, no hay nada sistemático para lo que llamamos el “vaciamiento político” del régimen. Todo lo contrario: lo que apuntaba bien en la reciente campaña presidencial y en los días posteriores a los comicios fue abortado y sustituido, no por un vaciamiento, sino por el vacío.
Mientras tanto, el país sigue su camino al degredo. Procesos, signos y síntomas de ello, ya los hemos referido antes. Destrucción, desorden, malos indicadores en todas las esferas, tres devaluaciones en menos de seis meses, contracción, déficit gemelos, alta inflación y riesgos de hiperinflación, salarios contraídos, escenarios negativos, etc., conforman el contexto político nacional. En contrapartida se habla cada vez más de un fulano diálogo político, pero sin fines explícitos, agenda, negociadores designados y definición del proceso y sus condiciones para el éxito. Hay que decir que es una pésima demostración de los liderazgos.
Brecha en el liderazgo opositor, electoralismo estéril, régimen mediocre, contexto nacional crítico y riesgo de desaparición de la normalidad política son el conjunto de condiciones para el componente arriba anunciado: una solución política a un grave problema de orden político.
Pésimamente planteado el fulano diálogo propuesto por el gobierno, procede otro, de nivel superior. Diversos voceros lo hemos planteado. Tiene que ser bajo condiciones distintas a las actuales. No puede ser polarizado. Tiene que ser nacional. Y debe plantearse normalizar, no las relaciones entre liderazgos, sino las instituciones para su ejercicio. Eso no es otra cosa que ir a un proceso transicional basado en un proceso constituyente.
Del régimen no puede esperarse una convocatoria legítima. O sea, que se monte sobre unas bases comiciales que garanticen confianza, democracia, pluralidad, consensos, etc. Del círculo más cercano a María Corina ya se tomó posición: no a la constituyente. Capriles, por el contrario, prevé la posibilidad. Y diversos voceros, entre ellos varios aspirantes o precandidatos de las pasadas elecciones, personalidades y grupos de acción política del Estado Táchira (occidente, frontera con Colombia), voceros alrededor del General Baduel (ex ministro de la defensa Chávez, en presidio), grupos estudiantiles en todo el país, muchos adherentes en las redes, nosotros mismos y la AVERU (rectores de las universidades autónomas y privadas) propugnan o estudian la posibilidad.
La iniciativa tendrá que ser opositora, aunque no para la oposición, sino de cara a la nación toda. Es que tiene que ser una iniciativa nacional y no de cualquiera de los polos políticos. Dependiendo del “timing” (el momento justo de lanzarla), le corresponderá a Capriles o a otros proponentes. No es asunto de posiciones, sino de evaluación. Como le decía hace poco, en chiste, a Julio Borges, secretario general de Primero Justicia, el partido de Capriles, es un asunto de “estetoscopio” (telescopio, diría maduro): de lo que se trata es de auscultar con permanencia la realidad política, para decidir el momento.
Hay, decíamos, una brecha. La voy a definir ahora en términos más complejos: no es solo entre liderazgos ni es asunto de carismas o “marketing político”; es entre carismas y políticas.
Un planteamiento transicional, apoyado en un proceso constituyente, es un salto adelante en la política democrática venezolana. Quien crea que todo se resuelve con un cambio de rostros, no está entendiendo el drama que asuela a Venezuela desde mucho más allá de Chávez.
Es momento de incorporar el cambio profundo a la agenda política nacional. Constitución, imperio de la Ley, rendición de cuentas, transparencia, instituciones firmes y durables, políticas profesionales, Justicia y Economía transicionales, etc., son criterios básicos de éxito para una promisoria reinstitucionalización del país.
Son conceptos que nos pueden llevar a la ansiada consolidación democrática y a la prosperidad de todos.
*Santiago José Guevara García
(Valencia, Venezuela)
[email protected] / @SJGuevaraG1