La fase socialista del neocomunismo (y otros adornos, nada políticos) que gobierna Venezuela se montó, hasta ahora, sobre la base de lo descrito por nosotros en esta columna hace varios años, al describir el “modelo económico chavista”. La fase socialista del neocomunismo (y otros adornos, nada políticos) que gobierna Venezuela se montó, hasta ahora, sobre la base de lo descrito por nosotros en esta columna hace varios años, al describir el “modelo económico chavista”.
Hoy lo podríamos resumir en una política de destrucción de la riqueza social (economía y capital social) y la entrega de recursos nacionales y facilidades públicas (ej.: riqueza minera y contratos gubernamentales) a amigos foráneos. Esa fase parece haberse agotado.
Visto económicamente, el neocomunismo venezolano se montó, en su fase inicial, sobre una pirámide inversa de tres tipos de componentes distintos, que lo definen.
La conforman: 1°) el predominio de la política sobre la economía, 2°) el caos organizativo, la desaparición de los controles convencionales, el irrespeto, en el uso de recursos, a toda restricción presupuestaria, y 3°) la manipulación de las diversas variables macroeconómicas hacia el empobrecimiento y, finalmente, el colapso.
Ésa ha sido, entonces, su transición al comunismo (que es el concepto existente en el marxismo). Pero, por hacerlo mal y olvidar otras variables, el propio modelo le pasa factura: atenta contra sí mismo y crea las condiciones de cambio hacia otro, distinto.
Es que el régimen se sitúa entre una crisis terminal de su modelo inicial y su necesidad de permanencia y eventual consolidación. Le toca –reto no resuelto- redefinir su continuidad, pues no se le conoce que la haya viabilizado, ni que tenga otras salidas apropiadas a la situación.
Bajo el supuesto de la pertinencia de la situación que retratamos, toca evaluar el par analítico en el cual junto al trade-off crisis/supervivencia, resulta necesario preguntarse por los modelos de salida disponibles.
Pues, al régimen se le vino encima una transición y hasta ahora no sabe cómo abordarla. Si profundiza lo actual, el propio modelo lo castiga; si cambia, aún no sabe para dónde. Mientras, los chinos hacen fiesta con el país; cuando, si ese arquetipo fuere la salida, ésta debería ser replanteada y redefinida.
Puesto en los zapatos de los jerarcas del régimen y sus costosos –aunque inútiles asesores; al menos, en su manejo del largo plazo- en este momento se debería estar anticipando, estructurando y evaluando los modelos de salida disponibles. Trabajo nada sencillo, pero tampoco imposible.
El cual, por lo demás, forma parte esencial de la urgente agenda planteada, en el preciso momento actual, en el exigente plano de la política económica. Como ya dicho por nosotros, no basta salir del caos y la recesión. Hay que tener una solución de continuidad.
Tendrán que definir si el motor y el combustible del modelo a seleccionar será exógeno o endógeno. En lo andado hasta ahora no acertaron en esa definición y manejo.
Lo hecho en el campo estrictamente petrolero es para la vergüenza. Ramírez debería renunciar, o se le debería pedir la renuncia. Aunque no es el único responsable. Rodríguez Araque, quien en estos días hace un examen de conciencia, con aciertos, también tiene su cuota de responsabilidad.
Lo observable en el componente “productivo” de lo andado es también un inmenso error. Está bien, expropiaron –me gusta, más, decir confiscaron-, pero la pregunta obligada es sobre cuál es el sentido, a largo plazo, de la inutilización de las fuentes de generación de ingresos del mismo que confisca.
Pero, la situación no se limita a lo dicho. Los escenarios de salida al impasse actual no se limitan a los “buenos” (para el régimen). ¡No! Conocidos los personajes y su desempeño, es forzoso también considerar la posibilidad de caminos peores y nuevos errores. Y la implicación que eso puede tener sobre, ya no el agotamiento, sino la caída del sistema.
Para revelar cuál debería ser la actitud, y lo digo por la vía de una figura y un reclamo duro a los actores oficialistas actuales: al régimen le hacen falta un buen Deng Xiaoping actualizado y un buen cesto de basura, para lanzar a los manganzones Castro, el parásito Lula, la necia geopolítica hasta ahora desplegada, los afanes de salvación mundial y otras estupideces más locales.
Pues, aunque no es mi intención resolver el dilema al régimen, sí hay escenarios a la mano para el propósito de su supervivencia. No lo será con la continuación de lo actual, que trajo el agotamiento, o con su profundización, que nos situará por detrás de Cuba.
En el justo medio, a favor de la continuidad, pero con requisitos de supervivencia, se encuentra la idea del cambio dentro del sistema. Algunos de los dilemas planteados en este artículo, y otros, tendrán que ser resueltos. Pero, ése es tema para oficialistas.
Entre transiciones, al comunismo o a la democracia y el mercado (que ya no son los mismos de antes), se moverá la historia próxima de Venezuela.
¿Es mucho pedir que nuestra clase intelectual afecta a los temas de Estado y de gobierno debata sobre la situación y escenarios en escena? En nuestro cubículo lo hacemos día a día. Y lo trasmitimos. El tema ha despertado interés en mis amigos de las redes. Y me obliga frente a ellos.
* Santiago José Guevara García
(Valencia, Venezuela)
[email protected] / @SJGuevaraG1