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EL NUEVO MODO

2014

Tres medios me solicitan opinión sobre las perspectivas económicas venezolanas para el año próximo. Tres medios me solicitan opinión sobre las perspectivas económicas venezolanas para el año próximo. De partida recurro a mi basamento conceptual sobre lo que pasa en ese campo en mi país: el problema principal de la economía venezolana no es económico, sino político: el proyecto destructivo y de entrega a factores de poder externos adelantado por el régimen.

Eso deslocaliza el análisis y lo lleva del sofisticado campo de la política económica, al caliente contexto de la Economía Política. Con lo que hace el régimen, la nación no maximiza u optimiza nada, que no sean frustraciones y amarguras, mientras él sí sigue su derrotero: destruir para reinar y entregar para asegurar tutores que le permitan su permanencia.

Con lo dicho, se sabe, entonces, quiénes pierden y quiénes ganan con el proyecto del Foro de Sao Paulo; o sea, de Lula y los Castro, que controla la vida venezolana actual.

En el campo estrictamente económico, -complejísimo-, la anomalía mayor se encuentra en la sobredimensión, derroche y politización del gasto público. Hace mucho rato que el régimen irrespeta las implacables restricciones presupuestarias, con los problemas y costos por todos conocidos: déficit, endeudamiento, compromisos a futuro, sucesivas devaluaciones, excesos en la creación de dinero, alta inflación, ingreso al campo de la hiperinflación, desabastecimiento, huída de las inversiones, desaparición de los atractivos a la inversión de riesgo, alto riesgo país, etc.

Ya se sabe de la intención del régimen de imponernos un ajuste draconiano. De hecho, avanza medidas sibilinas, en procura de mayores ingresos. No se conoce el esquema –la trama- de medidas cambiarias iniciales (nótese que no nos referimos al final del año 2014), pero el rango de devaluación efectiva se sitúa, en promedio (se apunta a un sistema de cambios múltiples) entre algo menos del 60 y un 90 por ciento. Y en el año podría haber deslizamientos mayores, dependiendo de los escenarios y las medidas en el camino.

Mermados los ingresos por exportaciones, incluso las petroleras, y enfrente de una baja de la eficiencia fiscal de las devaluaciones, en razón del mayor espacio productivo ocupado por el Estado, es de suponer que continuarán los acuerdos políticos y geopolíticos que comprometen o ponen en riesgo la soberanía, el financiamiento monetario de la autoridad monetaria y los otros artilugios de uso corriente del régimen, para expandir su gasto. La posibilidad de acceso al mercado financiero internacional está mermada y representa un alto costo potencial, en razón de la pésima calificación crediticia del país.

El régimen apostará a una alta inflación y a nuevas devaluaciones, como medios de procura de recursos, pero también está tentado de incrementar la presión tributaria sobre los ciudadanos y la menguada economía privada. Dependiendo del menú de financiamiento, enfrentará unos u otros riesgos de desborde inflacionario; e, incluso, hiperinflacionario. Con la merma de su posición en divisas, excesos en la creación de dinero y el deslizamiento a la indexación de salarios y contratos, el país entraría en una zona de riesgos económicos, sociales y políticos, que complicarían la situación global, mermarían los resultados y podrían producir impactos políticos, desde el privilegio a una muy mayor radicalización, hasta la presencia de crisis de gobernabilidad terminales.

Los escenarios para las principales variables macro estarían, entonces, entre: 1°) una situación optimista, de crecimiento del PIB cercano al uno por ciento; una inflación ligeramente inferior a la de este año; una tasa de cambio que superará, en promedio, los 15 BsF./USA$; un déficit, por sobre el 10 %; y, 2°) una situación pesimista, con crecimiento negativo de hasta el 5%, la entrada en el infierno de la hiperinflación y una vorágine económica, con consecuencias políticas inescapables.

Nada alentadora, entonces, la perspectiva. Economía complicada y riesgos de conflictividad social y política. El régimen anda, en estos días, en una onda de normalización política, pero sin negarse su recurso a la radicalización. Sin embargo, en el plano económico no permite señales de que optará por la principal llave para un entorno más llevadero: la disminución e infusión de eficiencia a su dislocado gasto. Lo ayudaría la circunstancia de la ausencia de exigencias electorales. Adicionalmente, le convendrían una regresión en su política de sustracción de recursos a las reservas internacionales y al gasto presupuestario susceptible de control.

De no hacerlo, tendería a los peores escenarios y resultados. La politización de su actuación económica y los excesos en la presión fiscal les pueden explotar en la cara. El perro mordería al amo.

La economía podría cobrar el irrespeto a la cual se somete. Asombra notar cómo, excepto en agencias y empresas foráneas, el tema económico no recibe internamente el tipo específico de atención que exige. De tanto ignorarla, se está haciendo crítica. De pronto nos permite el milagro que nos niega la “leal oposición al régimen”.

* Santiago José Guevara García

(Valencia, Venezuela)

[email protected] / @SJGuevaraG1, en Twitter

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