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Una trama corrupta hizo descarrilar la gran refinería que proyectaron Chávez y Lula

Paulo Roberto Costa había sido un poderoso director de Petrobras. En marzo, la Policía Federal descubrió sus nexos con un cambista que operaba ilegalmente, y a partir de allí destapó una colosal trama de presunta corrupción en la que estarían incursos personeros de los gobiernos de Lula y Dilma. Paulo Roberto Costa había sido un poderoso director de Petrobras. En marzo de este año, la Policía Federal descubrió sus nexos con un cambista que operaba ilegalmente, y a partir de allí destapó una colosal trama de presunta corrupción en la que estarían incursos personeros de los gobiernos de Lula y Dilma. Un festín de 3.300 millones de dólares desviados para sobornos. La corrupción es la causa para que la sociedad.

Un ex director de Petrobras, investigado por la Policía Federal por estar incurso en lavado de dinero con fondos de la estatal, hizo un acuerdo con los investigadores de hablar a cambio de que le rebajaran la pena por sus delitos. En su testimonio ante policías y fiscales, dio los nombres de al menos 60 políticos, entre ellos un ministro, gobernadores, parlamentarios y empresarios, a los que acusa de participar en un esquema de desvío de fondos de Petrobras que iban a parar -principalmente- a partidos de la coalición oficialista.

Al propio Costa le encontraron 23 millones de dólares depositados en Suiza, cuyo origen legal no pudo justificar.

De ser ciertos los dichos del preso arrepentido, lo desviado en Petrobras rondó los 3.300 millones de dólares entre 2004 y 2012, un periodo que abarca los gobiernos de Lula da Silva y Dilma Rousseff. Donde más se robó, dice el arrepentido Paulo Roberto Costa, fue en la construcción de la refinería Abreu e Lima (Pernambuco), aquella en la que Hugo Chávez y Lula da Silva acordaron, en 2005, una sociedad entre Petrobras y PDVSA.

Pero desde el anuncio presidencial a la fecha, la sociedad entre las petroleras estatales jamás se concretó. Los brasileños siempre dijeron que las complicaciones eran de los venezolanos. En 2011, el entonces presidente de Petrobras, José Sergio Gabrielli, aseguraba que la sociedad no avanzaba porque los venezolanos no acordaron con el estatal brasileño de fomento, BNDES, los términos de las garantías que debían ofrecer a cambio del dinero para aportar en la refinería. Es decir, que PDVSA entraría al negocio con un préstamo del brasileño BNDES, de la misma forma que esa entidad es la que le presta el dinero al gobierno bolivariano para que pague las obras de Odebrecht, por caso. En esa ocasión tanto Petrobras como el ministro de Energía, Edison Lobao, advirtieron que hasta fin de año esperaban por Pdvsa. En 2013, Dilma Rousseff le dijo a Maduro -¿sólo por cortesía?- en un encuentro en Brasilia, que lo seguían esperando.

La intención original de Lula y Chávez en 2005, era que la alianza política tuviera un hito y PDVSA pusiera pie -con 40%- en una refinería capaz de procesar crudo pesado venezolano en el Noreste de Brasil. Pero esa idea fue boicoteada tanto por ejecutivos del negocio petrolero como del propio oficialismo brasileño, que estimaban (y decían a periodistas) que el gobierno venezolano era dado al “populismo petrolero”. Temían, en suma, que Chávez se convirtiera en un socio ingobernable.

Otras fuentes relatan las impresiones de técnicos de Petrobras asombrados por la falta de preparación de sus interlocutores venezolanos, que participaban en las negociaciones para concretar la sociedad en la refinería Pernambucana, pero no manejaban la letra chica de un negocio de tal envergadura.

Mientras eso sucedía, Petrobras aumentaba una y otra vez el presupuesto para la construcción de la refinería: de tres mil millones de dólares en los primeros estimados de 2005, hoy la refinería está presupuestada en más de 20.000 millones de dólares.

Por estos días, la refinería Abreu e Lima está en el centro del escándalo de corrupción que por sus dimensiones en Brasil comparan con el “mensalao” de 2006, cuando se denunció una red de sobornos, digitada desde el Palacio presidencial de Planalto, para comprar votos en el Congreso.

Lo más llamativo -y sobre lo que trabajan los investigadores- en el caso de la refinería Abreu e Lima, es que el oficialismo brasileño permitió que su construcción fuera casi inauditable. Entre 2004 y 2012, Petrobras mantuvo en secreto los presupuestos de contratación de servicios y equipos para esa refinería. El Tribunal de Cuentas de la Unión viene pidiendo hace cuatro años planes y estimados de costos de ese complejo, pero sólo empezó a recibirlos el año pasado. Según versiones de prensa, la estatal se negaba a divulgar hasta los rutinarios estudios de viabilidad económica, técnica y ambiental del emprendimiento pernambucano.

El desfalco denunciado por Costa en Petrobras, según estimaciones basadas en los balances de Petrobras, suma los 3.300 millones de dólares. Un monto inmenso, pero comprensible en relación a una empresa con cinco mil contratistas cuyos contratos típicos rondan los 100 millones de dólares.

Hasta fines de 2013, el 75% de las obras de la refinería Abreu e Lima (hoy considerada una subsidiaria de Petrobras) estaba concluido.

Resta saber si PDVSA se quedó fuera de un juego que le quedaba demasiado grande por opción, por negligencia o porque quienes manejaban los negocios, presuntamente espurios en la refinería pernambucana, preferían no tener en primera fila a observadores extranjeros incómodos.

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