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Trepàt

Trepàt

Ya lo decía Jackson Browne, “una canción puede llevarte lejos” y aunque ni su sonido ni sus referencia estéticas tengan mucho que ver con el estilo del cantautor californiano, seguro que los chicos y chicas de Trepàt están de acuerdo con esa frase. Ya lo decía Jackson Browne, “una canción puede llevarte lejos” y aunque ni su sonido ni sus referencia estéticas tengan mucho que ver con el estilo del cantautor californiano, seguro que los chicos y chicas de Trepàt están de acuerdo con esa frase. Sobre todo, después del impacto positivo que ‘Torturas en los bares’ ha tenido en su carrera.

El tema, turbio y rítmico, con referencias a esos placeres culpables de los que presumían en los ochenta los Gabinete Caligari primigenios, por cierto, reivindicada ahora, ha situado en posición de despegue hacia el publico masivo a un quinteto que ya era reverenciado por una parroquia fiel y entregada.

Hay otros elementos que pueden facilitar ese ascenso. Como sus buenas prestaciones en directo, el apoyo de los locutores más modernos de algunas radios y el beneplácito de una critica especializada que, como apuntan desde el portal Jenesaispop.com, les consideran una mezcla de Mecano, El Columpio Asesino o Morrisey.

Todos esos factores han contribuido a alargar la vida útil de ‘El amor está en la tierra’, su última referencia discográfica que fue publicada hace un año y permitir a la banda de Granada abrirse paso en el brumoso y complicado entorno que rodea, hoy por hoy, a cualquier iniciativa artística que intente darse a conocer.

Pero hay muchos atractivos evidentes en la propuesta de Trepàt, que sintoniza bien con el actual tiempo de incertidumbre emocional, social y política en el que vivimos. Por ejemplo, ese ambiente amenazante y abonado al desasosiego que consiguen crear con sus texturas instrumentales, un poco turbias pero singulares y adictivas.

O en esos textos, simples, en los que los más viejos del lugar encontramos algún paralelismo con la lírica a la vez radical e ingenua con que el gran Eduardo Benavente construyó los momentos más memorables de Parálisis Permanente. Un tipo duro que, como Trepàt, era capaz de disfrutar el placer de bailar en el borde mismo del abismo.

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