Hay momentos enternecedores en el que el alma del pop intemporal reconquista los corazones. Por mucho que el tiempo haya endurecido sus tejidos. Y eso puede sucederle a cualquiera que escuche tocar a Matarse En La Castellana. Hay momentos enternecedores en el que el alma del pop intemporal reconquista los corazones. Por mucho que el tiempo haya endurecido sus tejidos. Y eso puede sucederle a cualquiera que escuche tocar a Matarse En La Castellana.
Sus melodías ingenuas y dulcemente palpitantes evocan, no podría ser de otra manera, antiguos paisajes sonoros que frecuentaste alguna vez, la melancolía refrescante de Vainica Doble, la sencillez de algunas bandas de los 80 y el inmortal ‘Donosti Sound’ de los 90.
Pero todo lo que fue y dejó de ser, en realidad se relaciona poco con la intensidad emocional que transmites estos seis artistas cuando acarician cuidadosamente las notas de sus canciones revestidas de electricidad.
Son, según parece, una suerte de proyecto paralelo del Colectivo Atilio y sus Drugos, nombre que parece rendir un irónico homenaje a la banda del salvaje Alex, los matones que atormentaban a las viejecitas en la película ‘La Naranja Mecánica’ de Stanley Kubrick.
Llevan un par de años poniéndole la banda sonora a las calles del barrio madrileño de Malasaña y esparciendo sus viñetas digitales por las ondas. Aunque puede capturárseles fácilmente en la Red, gracias a su bandcamp.
Allí han ido subiendo sus canciones acogedoras y amigables, algunas más desesperanzadas que otras. Si se dan una vuelta quizá descubran que aún quedan artesanos capaces de ensamblar temas de alta frecuencia sensible como ‘Terrorismo Emocional’, su obra más reciente.
