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Manu Clavijo

Las canciones de Manu Clavijo, un cantautor solvente y, a la vez, activista imprescindible de la noche madrileña, parecen surgir de esos momentos únicos de la vida cotidiana en que las acciones rutinarias de cada día cambian de rumbo y viajan con destino a un maravilloso universo paralelo. Las canciones de Manu Clavijo, un cantautor solvente y, a la vez, activista imprescindible de la noche madrileña, parecen surgir de esos momentos únicos de la vida cotidiana en que las acciones rutinarias de cada día cambian de rumbo y viajan con destino a un maravilloso universo paralelo.

Un territorio quizá mitológico, como Narnia o como el mundo que Alicia encontraba al otro lado del espejo, donde también reina la magia blanca y en el que la luminosidad y la alegría de vivir se perciben, a pesar de todo, como las únicas alternativas viables para subsistir.

De modo que Clavijo, artesano minucioso, oscila entre la perplejidad y la complacencia. Y aprovecha esos fenómenos parapsicológicos de los que es testigo para hacer su trabajo de cantautor y ejercer de cronista y observador certero de lo que ve y lo que imagina.

Eso sí, por suerte para nosotros, Manu afronta esta batalla desigual, armado con algunas bazas ganadoras. Por ejemplo una intuición superlativa para capturar el latido rítmico de cada momento y un gusto por el pop intemporal que le permite seguir a lo suyo sea cuál sea la moda dominante de cada momento.

Su estilo, cada vez más personal e inconfundible, al que ha dado en denominar ‘pop con swing’ tiene otra característica interesante: la capacidad de lanzar al viento, cuando conviene, el puñado melodías memorables que atesora y que ofrece a su público para que las tararee sin complejos.

Manu, que también trabaja como violinista a tiempo parcial, acaba de publicar un disco muy recomendable, titulado ‘A Rastras, Mal y Tarde’, y anda ahora de presentándolo por toda España. Una ocasión que usted, inteligente lector, seguro que no dejará pasar. Más que nada porque iba a lamentarlo luego.

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