Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.

Los invitados del chavismo ‘boicotean’ la última sesión de la Asamblea Nacional

Nicolás Maduro, presidente de Venezuela

Así actúan las barras. Así actúan cuando no se quiere que la AN cumpla con el rol que le corresponde. Ya el chavismo descubrió la estrategia de cómo atar de manos discursos y hasta sesiones en el parlamento. Así actúan las barras. Así actúan cuando no se quiere que la AN cumpla con el rol que le corresponde. Ya el chavismo descubrió la estrategia de cómo atar de manos discursos y hasta sesiones en el parlamento.

Se leyeron las minutas de las sesiones correspondientes a jueves y martes pasados. Se leyó la cuenta. Se juramentó a Roque Valero. Se solicitaron dos modificaciones en el orden del día. Una se aprobó. Otra se negó. Se sometió a consideración de la Cámara el orden del día definitivo. Aprobado. Se declara abierta la sesión. Primero en el derecho de palabra: Julio Borges (MUD). Primer punto: Ley de Producción Nacional.

“Estamos presentando hoy una ley cuyo fin es devolver a Venezuela el orgullo de lo hecho en Venezuela, con trabajo y riqueza venezolanos. No comprar más alimentos fuera del país”, rompió el celofán, el también jefe de la bancada de la MUD. Pero algo comenzaría a oler mal en el Hemiciclo. “La patria no se vende, la patria se defiende”, se oyó corear a las barras que llevó la bancada del PSUV. Borges ripostó de inmediato: “La mejor manera de defender la patria es producir en Venezuela”, acicateó un aletear vigoroso de palmas.

Pero ya el presidente de la Asamblea Nacional (AN), diputado Henry Ramos Allup, había llamado la atención una primera vez a las barras del chavismo, que habían destemplado la conducta cuando la diputada Ileana Medina (PSUV) solicitó un cambio en el orden del día, para incluir un acuerdo en honor de las víctimas del 27 de febrero de 1989, hecho histórico que la parlamentaria calificó de “masacre”. La mayoría negó la moción.

Segunda llamada

Lo cierto es que Ramos se vio obligado a llamar la atención por segunda, “y última vez a las barras, si no guardan la compostura, nos veremos en la desagradable obligación de desalojar”. Borges se acomodó las gafas de lectura, y siguió en su derecho de palabra: que las primeras planas recogían manifestaciones en Barinas, San Juan de los Morros, El Vigía, Portuguesa, entre otras locaciones. “El pueblo está enardecido porque no tiene comida, agua, seguridad, medicinas. Hay un clamor de cambio”, enfatizó el diputado.

Borges se refirió a la respuesta del Gobierno como “algo que indigna”, porque sólo alude a la supuesta guerra económica. Un país que sufre todos los días. Niños que no van a la escuela, porque los mandan a bachaquear. Abuelitas que soportan 12 horas de colas por semana. Los jóvenes emigran dolorosamente. “Esto clama a los ojos de Dios”, se decantó por un tono bíblico, y acotó: “que el Gobierno sea tan insensible, y culpe a la guerra económica”.

Que el Gobierno ha tenido por años el control de la comida, ¿cuál guerra económica?, que el Gobierno es dueño de la mayoría de los silos y depósitos, más 4 millones de hectáreas de tierras. “¿Y la Polar?”, retumbó un grito desde la bancada del PSUV. Pero Borges no se inmutó: habló de la guías SICA, que garantizan el control sobre la trazabilidad de los alimentos. “El Gobierno decide qué importar y es dueño de los dólares”. Echó mano de los números: 1200 empresas expropiadas, 70% de la producción de café en manos oficiales, y hay que importar de Nicaragua, 63% de la planta instalada para producir azúcar, pero no se produce, más de 40% de la planta instalada para producir arroz blanco, y tampoco se produce. ¿Cuál guerra económica?

Tiempo suficiente

Y entonces la propuesta: Ley de Producción Nacional. No alcanzaría a ser votada, ni siquiera discutida. “El orgullo de lo hecho en Venezuela”, insistió el dirigente de Primero Justicia. Pero a Borges le alcanzaría el tiempo para decir algunas cosas de relevancia. La ley ataca 4 cosas: que el Gobierno controla todos los dólares, y no asigna, o asigna de manera insuficiente; el sistema de congelar precios en Gaceta Oficial, “pero en la calle se consiguen 1000 veces más caros, esto fomenta el bachaqueo”; los obstáculos que crea a la producción nacional la política de expropiaciones; y, por último, separar a las empresas que maneja el Estado, y que producen, de aquellas que no producen, o arrojan pérdidas.

Más bondades enumeradas por Borges: simplificar la inversión, proteger la propiedad, premiar a las empresas que abran operación en el país, y que den empleo a los jóvenes, revisar a las empresas expropiadas, y ponerlas a producir, “es mentira que vamos a privatizar”; pero el etcétera se vería lamentable y torpemente atropellado. Una conversación posterior de Ramos en los jardines, con Roberto Marrero (Secretario) daría cuenta de cómo el diputado Francisco Torrealba soliviantaba minutos antes a las barras.

“No volverán, no volverán”, irrumpió de nuevo el ruido rojo. “Ya volvimos, estamos acá”, contestó Borges, tratando de hacer política, sencillamente. Le alcanzó para dar dos o tres sablazos adicionales, antes de volver a escuchar un barullo desordenado: “La patria no se vende, la patria se defiende”, se decantarían por la conducta retadora las barras oficialistas. Y se oyó un grito sonoro desde la bancada del PSUV: “Julio, tienes que pagar los favores que recibes”. La cosa parecía pasarse de la raya.

“La directiva exige al personal de seguridad desalojar de inmediato a todas las barras”, reventó el timbre nasal de Ramos Allup y se vio a los efectivos de seguridad del Parlamento entrar en acción con entera celeridad. Pasarían escasos 15 minutos. Suspendida la sesión hasta el martes. Y el último grito del chavismo: “¡El pueblo unido, jamás será vencido!”. La cosa –esta vez- no fue mal de morir. Pero podría haberlo sido, si Ramos Allup no atajaba a tiempo. Dicen que es mejor prevenir, que lamentar.

Más información

Scroll al inicio