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Acciona construirá en Brasil el mayor astillero de América Latina por 400 millones de euros

Brasil se haya inmerso en un proceso de puesta a punto para acoger dos eventos de impacto global: el Mundial de fútbol de 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016. Las enormes obras de infraestructuras que requiere el país y la necesidad de acelerarlas que aflige al gobierno de Dilma, que teme no llegar a tiempo, han beneficiado en este caso a Acciona. La empresa española será la encargada de construir el que será el mayor astillero de América Latina, por encargo del conglomerado industrial brasileño EBX, del que el multimillonario Eike Batista es propietario. El presupuesto de la obra alcanza los 400 millones de euros. Brasil se haya inmerso en un proceso de puesta a punto para acoger dos eventos de impacto global: el Mundial de fútbol de 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016. Las enormes obras de infraestructuras que requiere el país y la necesidad de acelerarlas que aflige al gobierno de Dilma, que teme no llegar a tiempo, han beneficiado en este caso a Acciona. La empresa española será la encargada de construir el que será el mayor astillero de América Latina, por encargo del conglomerado industrial brasileño EBX, del que el multimillonario Eike Batista es propietario. El presupuesto de la obra alcanza los 400 millones de euros.

Batista (primera fortuna brasileña y octava del mundo, según Forbes) es una figura muy popular en el país brasileño. Acciona se encargará de la construcción de 3,8 kilómetros de diques exteriores, que llevará a cabo a base de cajones de hormigón, una técnica que hasta el momento nunca se había usado en la región, en vez de utilizar el sistema de escollera. El astillero se integrará en un complejo portuario mayor cuyos muelles EBX espera que alcancen los 17 kilómetros de longitud. El complejo se llama Astileiro de Açu, y se sitúa en São João da Barra (estado de Río de Janeiro).

La gallina de los huevos de oro que ha supuesto para Brasil organizar próximamente el Mundial de 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016 está siendo difícil de controlar desde el poder. Los retrasos y problemas en las obras han hecho que el Gobierno de Dilma Rousseff se vea obligado a forzar la marcha, algo que ha beneficiado a empresas extranjeras, que han podido desembarcar en Brasil con mayor facilidad que antes.

Mientras gran parte de la población duda de que las infraestructuras necesarias vayan a estar listas en tan poco tiempo, los multimillonarios contratos de obras han supuesto una tentación demasiado fuerte para altos cargos del ministerio de Transportes, que como recientemente se ha sabido otorgaban tratos de favor a empresas constructoras a cambio de sobornos que iban a parar a las arcas de un partido aliado del gobierno. Esas tensiones en el gobierno, que le han costado el puesto ya a dos ministros, han creado cierta inquietud entre las empresas, que Dilma se esfuerza por combatir.

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