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La transición energética descubre Sudamérica

A propósito del Día Mundial del Medio Ambiente, Sudamérica es una de las regiones con menos emisiones de dióxido de carbono per capita en el mundo, apenas por encima de la África sahariana, el desierto más grande del mundo detrás del Ártico y la Antártida.

Por ello muchos especialistas consideran al hemisferio sur como acreedor ambiental y, desde hace algunos años, el sitio escogido por numerosas empresas extranjeras para «salvar» al mundo a partir de la producción de dos elementos de la tierra: el litio y el hidrógeno.

El llamado triángulo del litio, una de las zonas con mayor presencia de este metal, está comprendido por la zona que comparten geográficamente Bolivia, Argentina y Chile. El Gobierno de esté último presentó semanas atrás su Estrategia Nacional del Litio, que tiene como objetivo regular el desarrollo de la industria en el norte. Esto implica, de cierto modo, la participación mayoritaria del Estado en la explotación de los salares.

«La explotación se hace a través de la extracción de salmueras que están en las profundidades de los salares y a partir de ahí, por proceso generalmente de evaporación, se obtiene el litio. O sea, lo que se hace, se modifica y se interviene ecosistemas que son muy frágiles y que además crean alta biodiversidad», explica a la Agencia Sputnik la científica y limnóloga chilena Cristina Dorador, especialista en microbiología de salares.

La científica cree que, por falta de investigación, la importancia de los salares «está invisibilizada», a pesar de tratarse de ambientes «poliextremos» con comunidades biológicas muy diversas y especiales.

«Lo crucial es el agua», dice Dorador al referirse al desierto de Atacama, una zona de Chile donde la extracción de litio ya hizo estragos: según estudios, la población de flamencos se ha reducido un 10 por ciento en la última década por destrucción de la base trófica de los salares.

La capacidad de producción del Triángulo del Litio supera las 50 millones de toneladas en reservas, según datos del Servicio Geológico de los Estados Unidos, muy superiores a los 12 millones de la potencia norteamericana, los 7,9 de Australia o los 6,8 de China.

Aunque son los países que menos reservas tienen, igual son los que más demandan el recurso, útil para alimentar baterías de teléfonos, laptops, cámaras y hasta autos o trenes eléctricos, entre cientos de dispositivos.

HIDRÓGENO «VERDE»

El otro producto estrella es dado a conocer cómo «hidrógeno verde», una forma de simplificar un proceso que utiliza energías renovables para producir hidrógeno por medio de un proceso de electrólisis. El punto es, otra vez, de dónde sale el agua necesaria para hacerlo posible.

La demanda de hidrógeno para fomentar la electro movilidad es creciente en todo el mundo, pero sobre todo en Europa, donde la oferta de energía está en crisis.

Existen proyectos en curso en Brasil, Chile y otros tantos que se proyectan en Uruguay y Argentina, aún en épocas de sequía, cuando el recurso apenas alcanza para proveer a los ciudadanos de esos países, derecho consagrado en las respectivas constituciones nacionales y declarado su acceso como derecho humano por las Naciones Unidas, en 2010.

Muchos consideran posible el riesgo de la perforación abusiva del acuífero guaraní, la segunda mayor reserva de agua dulce que se conoce en el mundo, para un proceso qué, al dividir las moléculas, corta con el proceso natural de reabastecimiento. Por eso, la realización del proceso con aguas residuales, o sacadas del océano aparece como una opción productiva más amistosa con el ambiente local y su ecosistema.

«La falta de inversión en conocimiento nos hace tener acá un escenario carente de datos, ¿no? Sin información para tomar buenas decisiones. Entonces, llegamos tarde. Y probablemente si esto siga así de rápido vamos a volver a llegar tarde al litio, al hidrógeno verde, a toda esta tecnosoluciones que están, digamos, muy presentes en los últimos años», resume Dorador.

Y agrega: «no estamos viendo el problema de fondo, ¿hasta qué punto el planeta resiste más explotación?, ¿hasta qué punto el consumo actual que tiene esta sociedad y los países van a mantener, ni siquiera un equilibrio, van a mantener la tierra en las condiciones que serían importantes para el bienestar humano y la vitalidad».

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Ramiro Barreiro

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