Misión Valquiria
El éxito de la referida misión, realizada entre noviembre y diciembre de 2024, allanó el camino para que más mujeres latinoamericanas se vinculen con proyectos relacionados con el espacio y demostró que no hay que saber de física cuántica para llegar a las estrellas, afirmó la comandante uruguaya, de 35 años.
«Me motivó a pensar en esto, en cuando yo era niña que creía que esto era imposible y ahora que me vean y digan ‘esto es posible'», comentó Fernández, quien tras recibirse en la Fuerza Aérea estudió una diplomatura en metodología en la investigación científica.
Casi aisladas del mundo exterior, con una ventana de comunicación al final del día para enviar correos electrónicos, las científicas y militares originarias de Uruguay, Perú, Chile, Ecuador, México, Argentina, Bolivia, Guatemala y Colombia, realizaron investigaciones en salud femenina, botánica y sistemas de soporte vital.
Fuera del hábitat, en lo que sería el control de misión, se encontraban otras seis mujeres de América Latina y España.
Ubicado al norte de la capital colombiana, Bogotá, el hábitat desarrollado por la Fundación Cydonia, una organización sin fines de lucro, tenía la forma de un iglú con un circuito cerrado de electricidad, agua y demás elementos para que funcionara como una base en otro planeta.
Esto significaba alimentarse con lo que producía el invernadero, utilizar una cantidad limitada de agua por día y vestirse con trajes espaciales si tenían que salir del hábitat.
«Tuvimos un tomate cherry que en un momento especial lo repartimos entre las nueve. Consumimos algunas hojitas de lechuga algún día de la semana. Pero también tienen que quedar para las otras tripulaciones. Tenés que calcular cuánto crece para ver cuántas lechugas tiene la tripulación siguiente y consumir hasta ahí», contó Fernández.
Los protocolos se aplicaban para todas las actividades, desde dormir hasta salir a tirar la basura.
«Todo tiene un protocolo, dormir, ir al baño, comer, salir del hábitat. Hay que estudiar todos esos procedimientos que son los que hacen los astronautas el espacio», dijo Fernández a esta agencia, en el marco en el marco de una jornada de charlas sobre astronomía, ciencia y tecnología espacial organizada por la empresa Astranova Uruguay, en el Planetario de Montevideo.
El proyecto estrella de la misión fue una investigación sobre salud femenina, los ciclos menstruales, el estrés y la alteración del sistema inmunológico en un hábitat marciano, llevada a cabo por la doctora chilena Karina Flores, cirujana especializada en medicina aeroespacial.
«Todo esto es muy innovador porque siempre hubo tripulaciones masculinas o mixtas, pero de solo mujeres es la primera vez en este tipo de misión, entonces lo que se quería ver era el tema de la menstruación y los ciclos y todo lo relacionado a ello (…) Parece que se logra ver como una sincronía en los ciclos menstruales, aunque todavía no están las conclusiones», comentó Fernández.
En el experimento, controlado por censores a través de trajes especiales que medían los valores y hacían pruebas como electrocardiogramas, también pesaba el tema de la higiene personal, ya que al tener limitado el acceso al agua, las participantes no podían ducharse y debían utilizar una especie de toalla como baño.
Otro de los experimentos consistió en probar semillas de cilantro, rúcula, alfalfa y quinua de diferentes países de América Latina en gravedad marciana para estudiar su capacidad para germinar.
Un tercer experimento fue de ingeniería, llamado simulación de errores.
«Ese estuvo fantástico. Teníamos que hacer una especie de circuito en el exterior con todos los trajes, todos los cascos. Simulábamos que se rompía algo, y se calculaba el tiempo que se demoraba en arreglarlo», explicó la comandante.
En la misión también se probó Inteligencia Artificial para resolver problemas con mayor celeridad.
«La fundación Cidonia tiene una inteligencia artificial, un software, donde tiene cargados todos los manuales, protocolos y procedimientos del hábitat y de una misión análoga. Entonces cualquier duda o consulta, si se nos rompía algo o lo que fuera, yo lo consultaba a la inteligencia artificial y ahí resolvíamos mucho más rápido los problemas. Eso fue algo muy bueno que se probó y que no se estaba probando en las misiones análogas», comentó Fernández.
Según la comandante uruguaya, la experiencia que más las marcó fue el racionamiento del agua.
«Nosotros que estuvimos ahí sufriendo el tema del agua, con sed, sin poder bañarnos, reciclando el poquitito de agua que teníamos para todo el día (…) salimos y dijimos, yo juro por mi vida que voy a cuidar el agua de acá hasta que me muera», comentó.
«En nuestras casas vimos todo lo que desperdiciamos y como que empezamos a querer reciclar. Y así y todo, habremos estado todas más o menos una o dos semanas haciendo eso y después volvemos a la normalidad. A gastar litros y litros bañándonos. No sé cómo va a hacer la humanidad para generar conciencia de eso», agregó.
La capitana uruguaya trabaja en la Fuerza Aérea y da charlas honorarias en escuelas y otros centros educativos sobre su experiencia como astronauta análoga, es decir, participante de misiones simuladas, pero tiene la esperanza de subir de grado.
«No descarto la posibilidad que en algún momento pueda ir al espacio. Porque ahora no es requisito tener una carrera previa», concluyó.
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