El presidente de Ecuador, Daniel Noboa
En un país marcado por el incremento de la violencia y los delitos sexuales, la propuesta de Daniel Noboa abre un nuevo capítulo en el debate sobre las penas y el respeto a los derechos humanos. Con este proyecto, el Gobierno ecuatoriano eleva la vara punitiva contra los agresores sexuales, mientras enfrenta críticas por sus recientes reformas económicas.
La iniciativa presidencial propone modificar la Constitución de Ecuador para permitir la aplicación de la castración química, un tratamiento médico reversible que reduce el deseo sexual, como parte de la condena a los violadores. Esta medida iría acompañada de penas de cárcel, endureciendo el castigo para estos delitos.
Noboa anunció su propuesta a través de la red social X, donde sentenció: “Pensaron que el poder los iba a proteger. Como antes, como siempre. Esta vez no: los violadores merecen la castración química y pagar con la cárcel”.
El presidente remarcó que ahora será responsabilidad del Legislativo posicionarse públicamente y demostrar si realmente están del lado de las víctimas
Al hacer pública su iniciativa, el mandatario desafió a los legisladores a mostrar de qué lado están. “El país necesita saber quiénes están verdaderamente con las víctimas y quiénes dispuestos a proteger abusadores”, escribió.
La propuesta llega tras la aprobación de varias leyes económicas urgentes, como la Ley de Solidaridad Nacional, la Ley de Integridad Pública y la Ley de Inteligencia, impulsadas por el movimiento oficialista ADN. Estas normas han generado múltiples denuncias por considerarse lesivas a los derechos ciudadanos y laborales.
Grupos sociales y expertos jurídicos han advertido que estas medidas podrían vulnerar garantías constitucionales y criminalizar la protesta o la disidencia
El Gobierno justifica estas reformas en el aumento de la inseguridad, con altos índices de homicidios y crímenes violentos que posicionan a Ecuador como uno de los países más peligrosos de la región. La aplicación de la castración química —practicada en otros países como Corea del Sur, Polonia o algunos estados de EEUU— es vista como una herramienta para disuadir la reincidencia de delitos sexuales.
Sin embargo, organismos internacionales han advertido que este tipo de medidas pueden entrar en conflicto con tratados sobre derechos humanos y normas sobre tratos crueles, inhumanos o degradantes.
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