La pandemia de Covid-19 dejará consecuencias socioeconómicas sin precedentes América Latina y el Caribe, con el cierre del 19% de las empresas de la región, unos 2,7 millones, una contracción del PIB superior al 9% y un aumento de la pobreza de aproximadamente 4,4 puntos porcentuales.
Así lo contempla el informe de perspectivas económicas de América Latina 2020, realizado en conjunto por la OCDE, el Banco de Desarrollo de América Latina (CAF), la Comisión Económica para América Latina y el Caribe de Naciones Unidas (CEPAL) y la Comisión Europea.
El informe explica que el impacto social de la pandemia está siendo particularmente difícil para el 40% de los trabajadores que no tienen acceso a ninguna forma de ayuda ni mecanismo de protección social, pero también para las micro y pequeñas empresas, que carecen de capacidad para amortiguar el golpe.
Si bien la pandemia ha supuesto un duro golpe en las economías de todo el planeta, en América Latina se agravan las consecuencias, ya que desde 2014 registraba el periodo de crecimiento económico más bajo desde 1950, con tasas de subida inferiores al promedio de la OCDE y prácticamente sin expansión económica alguna en 2019.
«Estos datos indican que el potencial de crecimiento ya era escaso», apunta el texto y añade que la crisis actual está teniendo consecuencias internas y externas, ya que las medidas nacionales en materia de salud están repercutiendo «de manera importante» en la actividad económica y, por ende, en las condiciones sociales.
Asimismo, un marcado descenso de la demanda mundial, una reducción considerable de los precios de las materias primas, la volatilidad financiera y otros efectos vinculados a un descenso de la inversión, la contracción del turismo y el posible descenso de las remesas configuran un escenario complejo para los países latinos.
Los organismos resaltan que la crisis tendrá una enorme repercusión socioeconómica, puesto que afecta a los sectores más vulnerables de la población, y la región tiene casi un 60% de trabajadores pertenecientes al mercado informal o la economía sumergida.
Antes de la crisis, cerca del 40% del total de trabajadores no estaba cubierto por ningún tipo de red de protección social como seguro social ni ayudas de ningún programa de asistencia social. Esto provocará, según los autores del informe, que aumenten los niveles de pobreza y desigualdad, ya estancados desde 2014.
«Muchos trabajan por cuenta propia en una economía de subsistencia en la que viven al día y corren el riesgo de volver a caer en la pobreza», apostilla el documento.
Respecto a las ayudas desplegadas por las diferentes administraciones, el informe reconoce la adopción de medidas urgentes e importantes desde el inicio de los confinamientos, pero también señala que estas se ven limitadas por un escaso margen fiscal y las actuaciones en el ámbito nacional no son suficientes.
«Son necesarias medidas coordinadas a nivel global para reconstruir las economías y promover la inclusión», advierte el texto. En el plano fiscal, dichas intervenciones incluyen la gestión de la deuda pública y el incremento de la transparencia en materia de impuestos.
Con respecto a la deuda pública, en la región no existe una solución única para su gestión, debido a las diferencias entre países en cuanto a condiciones fiscales iniciales, tipo de acreedores internacionales y capacidades financieras para hacer uso de los mercados de capital, por lo que se hace necesaria una internacionalización de las soluciones.
En este contexto, el informe entiende que más allá de las consecuencias inmediatas de la pandemia, la región debe centrar sus esfuerzos en materia de políticas públicas para superar los desafíos estructurales.
TRANSFORMACIÓN DIGITAL PARA IMPULSAR LA PRODUCTIVIDAD
Para ello, los autores confían en la transformación digital, que se ha erigido «en una importante tendencia mundial que plantea desafíos y oportunidades y que, si se acompaña de políticas efectivas, puede ayudar a superar las trampas del desarrollo de América Latina y el Caribe».
En las últimas décadas, la región ha registrado una brecha elevada y creciente en materia de productividad con respecto a las economías desarrolladas.
«La competitividad de la mayoría de países se basa en gran medida en la abundancia de recursos naturales o mano de obra de escasa cualificación. El resultado es una estructura de producción poco diversificada, con un escaso valor añadido y una especialización en exportaciones que se concentran en bienes de bajo contenido tecnológico», apunta el texto.
Esta estructura, tal como ocurrió con el auge de los productos básicos, dará lugar a periodo de rápido crecimiento, pero no favorecerá al crecimiento sostenido de la productividad, para lo que se necesitará incorporar tecnología y diversificar la producción hacia sectores dinámicos, tanto en relación con la tecnología como en términos de demanda internacional.
Así, América Latina y el Caribe deberá aprovechar las herramientas digitales y promover la transformación de la producción.
Sin embargo, la difusión y el impacto de las tecnologías digitales sobre la productividad en América Latina y el Caribe no son automáticos sino que dependen de elementos indispensables, como el acceso y la difusión adecuados de las tecnologías digitales, un sólido dinamismo empresarial, la participación de las pequeñas y medianas empresas en la transformación digital y una competencia suficiente en la economía digital.