Cuernos y colmillos afilados se abrieron paso en una iglesia museo del siglo XVII en Bogotá. Diablos de varias partes del mundo organizaron un singular concilio para celebrar la influencia popular del ángel malo de los cristianos.
En el marco de la reunión anual de la Unesco sobre patrimonio cultural inmaterial, que se celebra por primera vez en una capital latinoamericana, se realizó el ‘Concilio de diablos festivos», con el fin de resaltar a este personaje fuera de la época de carnaval.
A los pies de un cristo ensangrentado, un demonio con máscara de madera, pelo de vaca y cuernos de cabra se mira al espejo. Como inquieto con el reflejo Krampus, un diablo nórdico de Navidad, se araña y revuelca en el piso, a un costado de la nave central de la otrora iglesia barroca hoy convertida en Museo Santa Clara, en el centro de Bogotá.
Hacia el altar, otro Lucifer da la bienvenida a cerca de 90 diablos venidos de geografías lejanas.
«Somos diablos festivos, jamás demonios (…). Poblamos el amplio universo de la fiesta popular», declara esta suerte de maestro de ceremonias, de traje blanco, piel roja y cuernos pequeños.
Suenan tambores, todos bailan, algunos cantan, se prende la fiesta. Una luz tenue que cambia de color ilumina un popurrí de máscaras.
«El diablo es un personaje desobediente (…) con ese punto carnavalesco, que solo en determinadas fechas está permitido y que funciona como un amortiguador de problemas», dice a la AFP el español Alex de las Heras, uno de los organizadores del evento.
Enmascarados de Argentina, Bolivia, Canadá, Colombia, Ecuador, Trinidad y Tobago, México, Perú, Austria, España, Italia y Japón se dieron cita en Bogotá.
Esta suerte de aquelarre tuvo lugar el miércoles, cerca del sitio donde la Unesco ha anunciado los bienes inmateriales que deben ser salvaguardados. Algunos diablos, como los danzantes del Corpus Christi de Venezuela, ya cuentan con el sello de esta organización.
«Queremos poner el dedo en la llaga», dice el italiano Paolo Vignolo, también portavoz del concilio, en referencia a que «esos procesos a veces terminan aniquilando las mismas expresiones culturales que quieren defender y salvaguardar».
Según Vignolo, las reglas y recomendaciones que impone el órgano de la ONU le quitan espontaneidad a las expresiones culturales.
Los diablos urbanos se juntaron a mujeres con velos de novia y hombres trans. Todos llegaron a la antigua iglesia armados de una ofrenda como pase de entrada para la fiesta.
Frutas, figuras en madera, una pluma o flores van quedando en un altar a la entrada del recinto.
«Que muera Dios y viva Barrabás», canta ‘El Brujo’, como prefiere ser llamado Manuel Segundo Aramburo de Buenaventura. Una máscara de rasgos africanos con las iniciales M S A identifican a este negro de 63 años.
Los brujos y los diablos «son importantes porque como hacen cosas malas hacen cosas buenas. El brujo hechiza algo para matar y hechiza algo por la bondad. Usted está enferma y yo la aliento. Y si necesita hacerle una maldad a otra persona también le inflo la barriga con la hechicería», explica entre risas.
Cuando el español Enrique Tomás regrese a Austria dirá que «el señor Krampus estuvo bailando, estuvo expresando, gritando, estuvo riéndose con el resto de diablos en este concilio».
«Es importante que el diablo se relaje, que conozca otros diablos diferentes del mundo y que hablen, que se comuniquen, que se abracen», remata este demonio de 38 años que en unas horas volverá a ser un artista sonoro.
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