“El almacenaje de energía debería al menos duplicarse en el plan que el Gobierno español ha remitido a las instituciones comunitarias para hacer un uso más extenso de las fuentes renovables”. Así lo ha manifestado José M. Martínez-Duart, Presidente del Grupo Especializado de Energía de la Real Sociedad Española de Física (RSEF), en una conferencia celebrada en la Fundación Ramón Areces en colaboración con la RSEF. Se refiere Martínez-Duart al denominado Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) que el Ejecutivo español ha remitido a Bruselas. Este programa marcará las políticas a seguir en la denominada Transición Energética en España durante la década 2020-2030 con el objetivo principal de la descarbonización.
“De este modo, las energías renovables representarán en 2030 alrededor del 73% de todo el mix eléctrico. Evidentemente, un plan de esta envergadura ha sido excelentemente acogido por varias organizaciones internacionales preocupadas por el cambio climático, calificándolo algunas de ellas como el mejor de todos los presentados por los países de la UE”, ha reconocido Martínez-Duart durante su conferencia ‘La Transición Energética en España: energías renovables vs. energías de origen nuclear y fósil’.
En términos generales, el profesor Martínez-Duart se ha mostrado a favor de las líneas maestras del PNIEC 2020-2030, pero ha admitido que un plan de tal magnitud podría encontrarse con algunos problemas en su desarrollo. El plan contempla unas inversiones necesarias estimadas en 125.000 millones de euros, que deberá asumir de forma mayoritaria el sector privado. “En lo que respecta a los precios de la generación por renovables, el coste no tiene porqué ser el considerado lcoe utilizado hasta ahora, sino que a menudo se tendrían que añadir los costes de almacenamiento energético, completamente necesario para una integración de renovables tan elevada como el 74%”, ha corregido este experto.
El problema más importante que encuentra Martínez-Duart es si va a haber el tiempo suficiente para que en unos diez años aproximadamente, hasta el año 2030, se pueda sustituir toda la generación mediante carbón, seguida en el período 2027-2030 por la clausura de cuatro de los siete reactores nucleares actualmente en funcionamiento. “Habría que substituir en 10 años alrededor del 30% de la generación total producida a partir del carbón y nuclear por energías renovables. Pero el problema no está en las cantidades, sino en que por ejemplo la generación mediante carbón es gestionable, es decir, el combustible siempre está ahí dispuesto a ser utilizado. Además, la energía nuclear funciona continuamente excepto en los períodos de paro para su mantenimiento. Por el contrario, tanto la energía eólica como la solar son ‘no-gestionables’”, ha explicado. “Podemos imaginarnos épocas, como algunos días de invierno, en los que haya poca energía solar, que coincidiesen además con días de poco viento (anticiclones de invierno). En estas situaciones, un sistema basado en alrededor de un 70% de solar y eólica podría no ser suficiente. Por el contrario, imaginemos algunos días a finales de primavera con una energía solar excelente (las células solares tienen una mayor eficiencia si la temperatura no es alta) y con vientos fuertes. Entonces podría haber situaciones donde sobraría mucha energía, más de la que pide la demanda. Esto que ya ha ocurrido en países como Alemania da ocasión a lo que se denomina precios negativos de la electricidad”. Con el objetivo de evitar estas situaciones se recurre al almacenaje de energía sobrante que es posteriormente utilizada en los períodos de carencia. “Precisamente es respecto a los sistemas de almacenaje uno de los pocos puntos en que discrepamos con las magnitudes presentadas por el gobierno. Según nuestros cálculos, el almacenaje se debería al menos duplicar, especificando además tanto la potencia como la energía que los sistemas son capaces de almacenar”, ha afirmado.
En opinión del profesor Martínez-Duart, los desafíos a los que se presenta el plan propuesto por el gobierno son de tal magnitud financiera y de cambios tecnológicos que se podría ver ralentizado en el tiempo. Si esto fuera así, es de la opinión de retrasar unos pocos años el parón nuclear por varios motivos: la energía nuclear no genera emisiones de CO2 y se retrasarían además los costes del parón nuclear, especialmente del almacenaje de los residuos. “Esto implicaría una extensión de unos pocos años adicionales de la vida útil de los reactores, tal como ya se ha hecho en alrededor de 140 reactores localizados en otros países”, ha añadido.
Por último, y como aspecto muy positivo, este experto ha aplaudido la constante mención que se hace en el PNIEC de dotar a los sistemas de generación y distribución de la electricidad con la suficiente inteligencia aplicando las técnicas de digitalización más avanzadas y las smart grids. Además, las normativas que se están publicando sobre el autoconsumo y la generación distribuida nos parecen muy apropiadas para lograr con éxito la Transición Energética en España”, ha concluido.