Este fenómeno, que comenzó en mayo de 2022 y puede prolongarse hasta marzo de 2023, puede impactar en la seguridad alimentaria de algunas poblaciones bolivianas y, en otros casos, está obligando a migrar a familias indígenas a otras regiones en el Altiplano boliviano.
«Tres regiones sufren la peor sequía de los últimos 12 años en Bolivia y otras tres se acercan a niveles críticos», afirmó Colque.
El departamento agroindustrial de Santa Cruz, en el este de Bolivia, es la región más afectada por la sequía con apenas 834 milímetros (mm) de precipitaciones entre enero y noviembre de 2022, cuando en promedio llovía cada año 1.560 mm.
«Viendo que la diferencia alcanza a 446 mm y sabiendo que el histórico de las lluvias de diciembre ronda 170 mm, se puede afirmar que el 2022 quedará marcado para Santa Cruz como el año más seco del periodo 2011-2022», alertó.
En el caso del departamento de Oruro (suroeste), en el Altiplano boliviano, hasta noviembre solo llovió 129 milímetros y en la ciudad de Sucre 332 milímetros, en ambos casos las más bajas precipitaciones desde 2011.
«Tiene implicaciones fuertes porque está demorando mucho más el inicio del ciclo agrícola, que debiera ser, por lo general, al inicio de noviembre. El periodo seco en los últimos 10 años se fue ampliando y retrasando la época de lluvias», lamentó.
Consultado si esta sequía puede impactar en la seguridad alimentaria de algunos municipios bolivianos, respondió «ya tiene impactos, ya bajaron las cosechas en 2020 y 2021 significativamente. La sequía no es la única razón, pero incidió notoriamente en el rendimiento de las cosechas».
La situación también se torna crítica en otros tres departamentos como La Paz (oeste), Cochabamba (centro) y Tarija (sur), que dependen de las lluvias para abastecer de agua potable a sus poblaciones.
Las consecuencias del cambio climático ya son una realidad en Bolivia con la falta de agua, la evaporación del lago Poopó en 2015 en Oruro y el impacto en la producción de alimentos.
«Hasta marzo de 2023 vamos a tener la presencia del fenómeno de La Niña que sigue afectando de gran manera a la mayor parte del continente sudamericano. En efecto, en nuestro país sucedió el retraso de lluvias», afirmó el director general del Senamhi, Hugo Mamani.
El drama no acabará con las primeras lluvias que empezaron a caer el martes y en 2023 se teme la llegada del fenómeno de El Niño, que puede provocar exceso de lluvias y nevadas.
«Tenemos que verlo como algo habitual, seguirá ocurriendo en los próximos años y la recomendación es tomar las previsiones. Estos fenómenos se repetirán año tras año y las incidencias pueden ser mayores», recomendó.
Bolivia registró temperaturas récord a fines de noviembre con 42 grados centígrados en Santa Cruz, por la «mayor incidencia de la radiación solar, porque no había humedad predominante en la región».
En 2016, Bolivia ya registró una sequía que obligó a la población a cambiar los hábitos de consumo de agua, hacer un uso racional y también practicar el reciclado.
«Había déficit de precipitaciones, lo que obligó a racionar el agua potable. En esa oportunidad se tomaron medidas como ampliar las represas para almacenar agua de las lluvias para el consumo humano», recordó.
Cerca de 80 familias indígenas Urus habitaban la comunidad Puñaca Tinta María, en el departamento de Oruro, a orillas del lago Poopó, pero a raíz de la sequía tuvieron que migrar año tras año hasta quedar apenas seis familias.
«El lago Poopó no se recuperó desde que hubo la sequía (2015), por la falta de lluvias, por el cambio climático y la contaminación minera de la mina Huanuni. Ni peces hay, porque si hubiera, la comunidad seguiría aquí. El volumen de agua que tenía antes no volvió a recuperarse. El lago apenas tiene un metro de profundidad», explicó Abdon Choque.
Los indígenas Urus subsistían de los peces que capturaban en el Lago Poopó, pero al secarse, tuvieron que buscar otras fuentes de ingresos como el turismo comunitario y la venta de artesanías de paja.
«Desde que hubo la sequía nos dedicamos al turismo comunitario, elaboración de artesanías de totora (planta nativa)», indicó.
Choque pide ayuda al Gobierno boliviano para la dotación de tierras y semillas para cultivar alimentos.
«Carecemos de tierras para cultivar, los Urus somos discriminados», lamentó.
Ante la falta de lluvias, los Urus realizaron una ofrenda a la Pachamama para pedir que el lago nuevamente recupere el agua y los peces vuelvan a nadar.
«El ritual hicimos con una ofrenda para el lago y seguimos con la esperanza de que vuelva el agua al lago. Algo llegó, pero la contaminación afecta bastante», comentó.
La esperanza de Choque y otros indígenas bolivianos está en las probables lluvias en las últimas dos semanas del año para seguir subsistiendo en estas tierras que sus antepasados les heredaron.
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Bolivia sufre la peor sequía de la última década
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