Ministerio de Salud de Argentina
A los despidos se suman las deserciones forzadas. Al menos una docena de médicos del Ministerio de Salud que se desempeñaban en la Dirección Nacional de Enfermedades Transmisibles presentaron en las últimas horas su dimisión a raíz del desmantelamiento de sus respectivas áreas.
«La situación es tan crítica que decidimos en este contexto no continuar, porque no queremos estas políticas, y además nos parece que es una manera de avisar a la ciudadanía lo que está sucediendo», explicó a la Agencia Sputnik la médica infectóloga Carolina Selent, que renunció en la víspera a su cargo.
De los 46 profesionales que trabajaban en la Dirección de Control de Enfermedades Inmunoprevenibles, doce fueron despedidos en enero, cuatro de los cuales eran médicos, y el miércoles renunciaron otros cinco galenos, Selent entre ellos.
Solo quedan dos médicos en este sector, al igual que en la Dirección de Respuesta al VIH (virus de inmunodeficiencia humana), ITS (Infecciones de Transmisión Sexual ), Hepatitis virales y Tuberculosis.
En esta dependencia, también adscrita a la Dirección Nacional de Enfermedades Transmisibles, expulsaron en enero a tres de los siete médicos que cubrían esta área, y otros dos profesionales se vieron obligados a dimitir.
En 2024 comenzaron los despidos a mansalva. En la Dirección de Control de Enfermedades Inmunoprevenibles donde trabajaba Selent, prescindieron de cinco personas que tenían contratos por organismos internacionales.
Una de ellas es la ingeniera Amelia Monti, creadora del sistema nominal de vacunación, como se conoce al registro nominal que lleva control de las vacunas de cada persona, que fue expulsada junto con tres médicos: el coordinador de seguridad en vacunas, y otros dos responsables de la vigilancia epidemiológica.
La decisión de renunciar a sus puestos de trabajo obedece también al desacuerdo con muchas de las políticas sanitarias que lleva adelante el ministro de Salud, Mario Lugones.
«El área de VIH no compró preservativos durante todo 2024, y tampoco hay para hacer cargas virales, de manera que personas con VIH no pueden controlar su tratamiento, y tampoco se puede saber si los niños nacidos de madres con VIH están infectados o no», ejemplificó Selent.
A las condiciones laborales precarias que sobrellevan los trabajadores del Ministerio de Salud se suma un recambio continuo de autoridades que hace imposible cualquier política a largo plazo, y una modificación en las contrataciones, que han pasado a ser trimestrales. Los próximos despedidos se enterarán el 31 de marzo.
«Estuvimos meses sin siquiera tener a alguien que firme los documentos, indispensable para realizar compras e implementar políticas, y los funcionarios que estaban nos amenazaban con la ‘motosierra'», detalló Selent en alusión a los ajustes que reclama y ejecuta el Gobierno de Milei.
Ante la repercusión de las dimisiones en tropel, el ministro de Salud las definió como «supuestas renuncias» que intentó descalificar como dimisiones «políticas, no sanitarias», y aseguró que la continuidad de los programas estaba garantizada.
«Sí es una decisión política pero no partidaria, pues no respondemos a ningún partido», aclaró Selent. «Obvio que es una determinación política, porque es para denunciar que están dejando de lado una política pública importantísima en nuestro país».
En un contexto en el que Argentina afronta un brote de sarampión, el Ministerio echó a una de las personas encargadas de la vigilancia epidemiológica de esta enfermedad viral, mientras que otra decidió renunciar, cuando la nación sudamericana debe revalidar cada año el certificado de su eliminación.
«El Estado nacional debe garantizar y ser rector de las políticas sanitarias de las 24 jurisdicciones, no puede hacer cada provincia lo que quiera, porque lo que pasa en la provincia de al lado también nos afecta», evaluó la infectóloga.
Argentina afronta además una situación epidemia de tuberculosis y de enfermedades de transmisión sexual, pero ajena a esto, fue despedida la coordinadora del área de esta enfermedad infecciosa, «una profesional formada durante muchos años que estaba encargada de autorizar los tratamientos de segunda línea para tuberculosis», evocó Selent.
«Que la gente ande circulando con tuberculosis resistente sin recibir tratamiento es bastante grave, pues no es una enfermedad que ataña solo a quienes se atienden en el sector público: se transmite por el aire, así que cualquiera está expuesto», advirtió.
Estarán sin empleo, pero la lucha no se detiene. Los profesionales de la salud están organizados y preparan una asamblea la semana que viene.
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