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Elecciones

Massa, el presidenciable del peronismo en Argentina con el que busca preservar el poder

"Es el último escalafón que le queda a Massa, un paso esperable dentro de su carrera política, por estar dentro de las ambiciones personales que tenía él y el espacio político que representa".

El ministro argentino de Economía y precandidato por el oficialismo a las elecciones presidenciales, Sergio Massa

El ministro argentino de Economía y precandidato por el oficialismo a las elecciones presidenciales, Sergio Massa

El peronismo ha vuelto a sorprender. En un giro de guión inesperado, y a horas del cierre de las listas electorales, el oficialismo anunció una candidatura «de unidad» para las elecciones primarias del 12 de agosto, antesala de los comicios generales que se disputarán el 22 de octubre, y que deposita todas sus expectativas en el ministro de Economía, Sergio Massa.

No se trató de una jugada maestra de la vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner, que en 2019 también asombró al país cuando designó al actual mandatario, Alberto Fernández, como el candidato de unidad del peronismo para las elecciones generales de aquel año. Fue más bien el resultado de una correlación de debilidades en el seno de la coalición gobernante, que se despoja de su nomenclatura actual, Frente de Todos, para rebautizarse como Unión por la Patria (UP).

«Es el último escalafón que le queda a Massa, un paso esperable dentro de su carrera política, por estar dentro de las ambiciones personales que tenía él y el espacio político que representa», sostiene en diálogo con la Agencia Sputnik el politólogo Facundo Cruz en alusión al Frente Renovador, tercera fuerza con mayor peso dentro del oficialismo.

ESCALÓN POR ESCALÓN

Apadrinado en sus comienzos por el sindicalista Luis Barrionuevo, Massa fue diputado provincial, gestor del sistema previsional (2002-2007), jefe de gabinete (2008-2009), alcalde (2009-2013), diputado nacional (2013-2022) y hasta presidente de la Cámara baja, antes de ponerse al frente del Ministerio de Economía en agosto de 2022, durante una de las reiteradas turbulencias que asolaba a la nación sudamericana.

«Ahora le faltaba saltar y competir, con serias posibilidades de ganar, por el sillón de Rivadavia (presidencia)», esgrime Cruz, docente en la Universidad de Buenos Aires (UBA) y de la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT). «Ya lo hizo en 2015, con un peronismo que se presentó dividido, pero ahora es la cara de este peronismo unido que intenta retener la Casa Rosada», sede del Ejecutivo.

La exjefa de Estado (2007-2015), que cobijaba las aspiraciones a presidente del actual ministro del Interior, Wado de Pedro, y el actual gobernante argentino, Alberto Fernández, que apoyaba la postulación del actual embajador en Brasil, Daniel Scioli, hicieron que los dos funcionarios bajaran sus precandidaturas en favor de Massa.

El lunes, en su primera comparecencia junto al ministro de Economía tras el cierre de las listas electorales, la vicepresidenta reconoció como clave la intercesión de 15 gobernadores que responden al oficialismo y que coincidían en la necesidad de presentar un candidato de unidad. Lo mismo pensaban los alcaldes de la provincia de Buenos Aires (este), la mayor jurisdicción de Argentina, y la Confederación General del Trabajo (CGT).

La entronización de Massa fue el punto de acuerdo al que llegaron las dos cabezas del Ejecutivo. La expresidenta responsabilizó al primer dignatario del país de empeñarse en disputar internas dentro del espacio político que comparten.

Hoy, Massa tiene menos poder territorial y menos respaldo electoral que en las elecciones legislativas de 2013, cuando triunfó en la provincia de Buenos Aires. Como ministro de Economía, fracasó en algunos postulados, como cuando aventuró que en abril la inflación tendría «el número 3 adelante», y al final fue de 8,4 por ciento.

«Pero es el interlocutor peronista con el que el mercado nacional e internacional se siente más cómodo», valora el politólogo argentino. «Ha sabido vender una vinculación con el poder establecido, EEUU, con el Fondo Monetario Internacional (FMI), con Brasil, China, India y otras economías pujantes».

A este punto, el cristinismo aprovecha la ambición política de Massa, dispuesto a poner la cara por las decisiones políticas difíciles que deba implementar en el futuro, y acepta la nueva distribución de liderazgos. Su fuerza residirá en el Congreso. Entre los primeros 15 lugares en el listado de diputados en la provincia de Buenos Aires (este), 11 responden o están identificados con la vicepresidenta, revela Cruz.

DESCOLOCADOS

Al final, la ansiada lista de unidad del oficialismo se vio perturbada por un díscolo: el dirigente social Juan Grabois, que había desistido de postularse a presidente ante las aspiraciones presidenciales de Wado de Pedro, pero que dio marcha atrás cuando se consensuó la postulación de Massa.

La tenacidad del líder del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) y del Frente Patria Grande puede jugar a favor del oficialismo. Su aparición «trata de contener el voto más a la izquierda en UP y evitar que haya una fuga de votos, sea porque vayan a otros espacios o por que se decanten por la abstención», plantea el politólogo argentino.

Quien ha quedado desconcertado por el volantazo político de la alianza gobernante ha sido el principal frente opositor, Juntos por el Cambio, que sí definirá en las PASO el liderazgo de su espacio, disputado por el actual jefe de Gobierno de la capital argentina, Horacio Rodríguez Larreta, y la exministra de Seguridad Patricia Bullrich.

«Que Massa sea la expresión más centrista de UP le genera incomodidad estratégica a Juntos por el Cambio, porque pierde el punto del discurso», razona Cruz. «Puede hablar de la falta de reservas, de la necesidad de ajuste, pero estas son decisiones que Massa ya está adoptando, y que dice tomar con contención social y en virtud de un futuro que va a ser mejor».

Ese futuro dependerá de la renegociación del acuerdo con el FMI para devolver un préstamo de 44.000 millones de dólares asumido en 2018 por la gestión anterior de Mauricio Macri (2015-2019). En el contexto de una sequía severa que ha mermado su disponibilidad de dólares, el plan de pagos que debe afrontar la nación sudamericana pone en jaque la sostenibilidad de la deuda.

El otro gran desafío de Massa es una inflación que llegó al 114,2 por ciento interanual, su nivel más alto en 32 años. El encarecimiento de bienes y servicios lesiona el poder adquisitivo de los sectores más postergados, en un país que tiene al 39,2 por ciento de sus habitantes en la pobreza.

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