He sugerido en los últimos días, a sectores politizados de la sociedad civil venezolana, hacer un planteamiento institucional a la Fuerza Armada Nacional (garante de última instancia de la violencia legítima), para la observación y evaluación de las actuaciones y situaciones observadas en el contexto del conflicto político nacional y remitirlas a evaluación desde el punto de vista de los estándares de normalidad democrática e institucional necesarios. He sugerido en los últimos días, a sectores politizados de la sociedad civil venezolana, hacer un planteamiento institucional a la Fuerza Armada Nacional (garante de última instancia de la violencia legítima), para la observación y evaluación de las actuaciones y situaciones observadas en el contexto del conflicto político nacional y remitirlas a evaluación desde el punto de vista de los estándares de normalidad democrática e institucional necesarios.
Algo de contexto: una cosa es el “estado del arte” de las relaciones entre civiles y militares en las institucionalizadas sociedades actuales y otra, la realidad de la Venezuela chavista. Razones históricas y la realidad de un “proyecto dictatorial carismático de nuevo cuño, base militarista, práctica totalitaria, diseño ideológico comunistoide, control castrista y concesiones populistas” (así definimos, en nuestro libro, la situación actual de Venezuela) explican la diferencia. Pero, contienen la solución.
Las dos últimas constituciones venezolanas son claramente democráticas y republicanas. Es cierto que hay una larga tradición de militarismo que es un tema cultural de difícil, pero no imposible manejo. Lo más anómalo es la situación que Hugo Chávez y su logia hacen sufrir a los venezolanos. El estado presente del conflicto político nacional traspasa cualquier estándar, incluso acomodaticio, tales como los del propio “Socialismo del Siglo XXI”.
En el capítulo segundo de nuestro libro, ‘Venezuela postchavista: Prospectiva y Política’, usamos un ejemplo de manejo político del conflicto, que considera la presencia de situaciones indeseadas en todas sus áreas, incluida la que denominamos de la “violencia legítima e ilegítima”. Vamos a mencionar algunas de las acciones mencionadas, por argumentos que igual desplegaremos en este artículo.
En una situación en la cual está presente la violencia, hay incertidumbre por acciones militares totalitarias y están presentes emergencias, la dirección política de la oposición debería: 1º) realizar un esfuerzo de anticipación y definición de los manejos necesarios frente a ellos, 2º) proceder a un llamado institucional a la cordura de todos los sectores democráticos nacionales (incluido el chavismo) y 3º) manejar contingencias frente a las actuaciones violentas.
Para ello, en lo práctico, proponemos: 1º) Una campaña más intensa de reconciliación nacional; 2º) Una campaña y gestiones de llamado a la cordura del chavismo democrático, 3º) Un llamado a las convicciones democráticas de la Fuerza Armada Nacional, y 4º) Un Plan de Contingencia, con las autoridades, para un escenario violento.
Algunas son obvias. Otras, parecieran ilusas. Incluso, algunas son claramente inviables. Pero, todas, moralmente forzosas. El momento actual muestra situaciones que no se han presentado hasta ahora de la manera que lo hacen.
Todas las áreas del conflicto están abiertas o en riesgo de estarlo. La última fase de su ciclo de vida tiene un comportamiento impredecible y representa la presencia de riesgos diversos, es incierta en su evolución y resultados, representa pérdidas generalizadas y no garantiza ningún estado final (resumen cercano de la caracterización que se realiza en el libro).
El régimen promete violencia y actuaciones irregulares. Ya están presentes. Es alerta amarilla. No hay, de toda evidencia, una única solución. No estamos en condición de normalidad. Eso descarta algunas soluciones. Los niveles de incertidumbre son altos. Las pérdidas ya están presentes. Nadie puede cantar victoria. Sirva de “Mensaje a García”.