En pleno epicentro de la vida nocturna de Cancún, el famoso kilómetro 9,5 de la Zona Hotelera, un taxista abre una silla plegable y se dispone a ver una película en su celular, esperando que pase algún turista para ofrecerle servicio.
Es casi media noche del viernes y, a diferencia de hace dos semanas, los visitantes no abarrotan el sitio, no se escucha el estruendo de la música ni pulula el centenar de vendedores de brazaletes de acceso a las discotecas.
«Aquí otras veces no se puede caminar, está a reventar» de gente, dice Manuel Jiménez, otro taxista de la zona. «Ahorita, vea usted: aquí estamos parados desde hace una hora sin trabajo».
Todo está apagado en el centro turístico más importante de México: Cancún bajó sus cortinas por la pandemia de COVID-19, que ha espantado a la gran mayoría de turistas.
Según la Asociación de Hoteles de Cancún, Puerto Morelos e Isla Mujeres, este destino cerró febrero con 86,1% de habitaciones ocupadas, mientras la COVID-19 se expandía por Asia y Europa. Hasta el 15 de marzo, la ocupación alcanzaba 73,8%.
Este lunes la ocupación se derrumbó a 7,1% en Cancún y la situación es incluso peor en Puerto Morelos y la zona continental de Isla Mujeres, parte del mismo corredor turístico.
La orden de cerrar bares y restringir el horario de venta de alcohol la semana pasada fue el tiro de gracia.
Con 107.000 cuartos, el estado Quintana Roo, donde se ubica Cancún, representa casi 13% de la oferta hotelera del país y aportó más de 15.000 de los 24.563 millones de dólares que el turismo dejó a México en 2019, según el gobierno.
El sector turismo representa 8,7% del PIB mexicano.
Planes frustrados, empleos perdidos
De mañana, la situación es similar. Los centenares de sillas de playa colocadas por hoteles frente al mar lucen vacías, no hay extranjeros a quienes atender mientras se broncean. Las albercas están desiertas y los restaurantes sin clientela.
«Teníamos planes diferentes, algo más de fiesta, discotecas, ‘pool party’, otras cosas, pero ahora solo hemos estado caminando por la playa», confiesa, decepcionado, Jacob Davis, un veinteañero estadounidense que va con su novia, Emma García.
Patricia Fonseca, una costarricense que pasea por la zona turística buscando dónde comprar recuerdos, contó que planeó su primer viaje a Cancún con un año de anticipación.
«Teníamos pensado visitar Holbox (una isla a 140 km de Cancún), queríamos ir a Chichén Itzá porque estuvimos leyendo mucho sobre la cultura maya. Ya no se pudo pero al menos pudimos disfrutar de la playa», dijo.
Grandes cadenas como Excellence, Grupo RIU, Hard Rock Internacional o Grupo Xcaret optaron por el cierre temporal para minimizar pérdidas. Y la crisis anticipa una oleada de despidos de trabajadores.
Mario Machuca, presidente de la Confederación Revolucionaria de Obreros y Campesinos (CROC), que agrupa a casi todos los trabajadores del sector, estima que al menos 40% perderá su empleo, unos 80.000.
Peor que un huracán
Abelardo Vara, empresario hotelero de Cancún y expresidente de la asociación, reconoce que la emergencia sorprendió al sector. Hace unos 10 días se temía una ocupación inferior al 30%, pero la contingencia los rebasó.
«Un huracán, por muy fuerte que sea, como lo fue Wilma o Gilberto, es una ‘gripita’ en comparación con lo que está pasando», dice Vara a la AFP.
«Cuando un huracán golpea y devasta todo, los hoteles contamos con seguros contra daños, para el pago de nuestro personal, contamos con seguros contra todo tipo de imprevistos, pero esto se sale de nuestras manos», añade.
Vara teme que la pandemia agrave la situación de la industria turística del Caribe Mexicano, ya mermada desde 2018 por la plaga de sargazo que contaminó sus playas, la inseguridad y la decisión del gobierno mexicano de eliminar el Consejo de Promoción Turística de México, organismo que promocionaba sus destinos en el mundo.
El gobierno de Quintana Roo informó que prepara una estrategia de recuperación económica una vez que pase la crisis sanitaria. Por ahora, aún resulta imposible saber cuándo será.