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Dilma Rousseff pierde en menos de un mes a dos ministros por escándalos de corrupción

La peligrosa ‘herencia’ de Lula da Silva

Apenas seis meses después de tomar posesión como presidenta de Brasil, Dilma Rousseff ha descubierto una agridulce verdad: la herencia de su antecesor, Luiz Ignacio Lula da Silva, no está siendo todo lo positiva que cabría esperar, al menos a nivel gubernamental. En ese corto periodo de tiempo, dos pesos pesados del gabinete de su mentor político, a los que “heredó” al asumir el poder, han debido dimitir en medio de escándalos de corrupción. Las caídas de Antonio Palocci y Alfredo Nascimento, hombres de Lula cuya misión era apuntalar el gobierno de Dilma y reforzar la línea continuista, han puesto a Dilma contra las cuerdas. Apenas seis meses después de tomar posesión como presidenta de Brasil, Dilma Rousseff ha descubierto una agridulce verdad: la herencia de su antecesor, Luiz Ignacio Lula da Silva, no está siendo todo lo positiva que cabría esperar, al menos a nivel gubernamental. En ese corto periodo de tiempo, dos pesos pesados del gabinete de su mentor político, a los que “heredó” al asumir el poder, han debido dimitir en medio de escándalos de corrupción. Las caídas de Antonio Palocci y Alfredo Nascimento, hombres de Lula cuya misión era apuntalar el gobierno de Dilma y reforzar la línea continuista, han puesto a Dilma contra las cuerdas.

El último varapalo para la presidenta ha sido la precipitada salida del gobierno de su ministro de Transportes, Alfredo Nascimento –miembro del oficialista Partido de la República (PR)– ha debido dimitir de su cargo tras hacerse público que altos cargos de su ministerio recibían sobornos para aprobar proyectos de construcción para el Mundial de 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016 del 4% de los presupuestos. Aparte del daño político que ha sufrido Dilma tras la caída de Nascimento, las dudas y la incertidumbre han comenzado a planear sobre las compañías con intereses e inversiones en infraestructuras en Brasil, ya que las subastas de licitaciones han sido suspendidas durante 30 días.

La renuncia del ministro se produce unas semanas después de que el jefe de gabinete de Dilma, Antonio Palocci, se viera también obligado a dejar su cargo, acusado de enriquecimiento ilícito. Da la inoportuna casualidad de que tanto Nascimento como Palocci son “hombres de Lula”, políticos que hicieron carrera al calor del ascenso del popular ex presidente y mentor de Dilma, que tras tomar el gobierno heredó a ambas figuras. Además, en ambos casos la presidenta hizo público su apoyo a los dos ministros, con la confianza de que no iría a más, para finalmente verse obligada a soltar lastre y forzar la salida de ambos del gobierno. Dos renuncias en menos de un mes que revelan que el legado de Lula, al menos a nivel institucional, está trayendo quebraderos de cabeza a la presidenta.

La gallina de los huevos de oro que ha supuesto para Brasil organizar próximamente el Mundial de 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016 está siendo difícil de controlar desde el poder. Mientras gran parte de la población duda de que las infraestructuras necesarias vayan a estar listas en tan poco tiempo, los multimillonarios contratos de obras han supuesto una tentación demasiado fuerte para altos cargos del ministerio de Nascimento, que otorgaban tratos de favor a empresas constructoras a cambio de sobornos que iban a parar a las arcas del PR, el partido del ministro y aliado del gobierno.

Al igual que con Palocci, en un principio Dilma ha intentado minimizar el impacto de las revelaciones sobre las malas prácticas del ministerio, aunque finalmente ha propiciado la caída de Nascimento por la presión de la opinión pública. La presidenta está dispuesta a luchar férreamente contra la corrupción, aunque ello pueda traerle problemas de apoyo interno en su gobierno. Mientras, la incertidumbre se ha apoderado de las grandes empresas con intereses en Brasil, ya que las subastas de licitaciones han sido suspendidas durante 30 días.

Tanto Palocci como Nascimento eran hombres de Lula, heredados por Dilma de su mentor político, que respondía de ellos. Su misión, en principio, era dotar de solidez institucional al gabinete de la nueva presidenta y asegurar que las relaciones con el mundo empresarial (no en vano Palocci es conocido por sus fuerte vínculos con el empresariado) y las obras en que se ve inmerso Brasil para recibir el Mundial y los Juegos Olímpicos (zona de actuación de Nascimento) no dieran ningún problema a Dilma durante su primer mandato. Unas intenciones que se han revelado contraproducentes debido al comportamiento de ambos mandatarios, que con sus escándalos han demostrado que la herencia de Lula, al menos en relación a los cargos que dejó, no está siendo tan beneficiosa para su sucesora como se esperaba.

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