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En Perú y Bolivia, donde la siembra es lícita, luchan para erradicar el excedente de la planta

La hoja de coca en América Latina, ¿un cultivo legal?

La plantación de coca en América Latina, un cultivo legal o ilegal, esa en la cuestión. En países como Perú y Bolivia, la siembra de esta planta está permitida, ya que ayuda a la economía de los pueblos indígenas que actualmente también se dedican al cultivo, propio de los colonos de su territorio. Además, en el área andina es habitual que se usen las hojas de coca como analgésico. Sin embargo, el exceso de esta plantación acarrea problemas como el narcotráfico, con el que tienen que lidiar los Gobiernos. La plantación de coca en América Latina, un cultivo legal o ilegal, esa en la cuestión. En países como Perú y Bolivia, la siembra de esta planta está permitida, ya que ayuda a la economía de los pueblos indígenas que actualmente también se dedican al cultivo, propio de los colonos de su territorio. Además, en el área andina es habitual que se usen las hojas de coca como analgésico. Sin embargo, el exceso de esta plantación acarrea problemas como el narcotráfico, con el que tienen que lidiar los Gobiernos.

Este año Perú podría sobrepasar a Colombia como el país con mayores plantaciones de coca, según el último documento que proporcionó la ONU (Organización de las Naciones Unidas). El escrito destaca la consolidación del narcotráfico en los países del Cono Sur, la expansión de los cultivos de amapola en México y los avances en la lucha contra el tráfico de drogas en Colombia a expensas de Perú.

Hace tan sólo dos años, ya se pronosticó que Perú, que estaba incrementando sus plantaciones de coca, se convertía en uno de los principales productores de la planta. En estos momentos es el principal exportador de cocaína en el Cono Sur. Esta tendencia se explica por el llamado Plan Colombia, un presupuesto destinado a la lucha contra el narcotráfico en la región del Cono Sur, que se ha concentrado en Colombia. Esto explica que los cocaleros se han desplazado de este país, bajo la presión de fuerzas de seguridad colombianas, apoyadas por EEUU.

A pesar de estos datos, sorprende la decisión de Humala, que ha optado por pausar la erradicación de los cultivos de hoja de coca para negociar con el Gobierno estadounidense la ayuda que éste le brinda en la lucha ante el narcotráfico. Ante la decisión del nacionalista, Washington no ha tardado en pedir explicaciones. La embajadora de EEUU en Lima, Rose Likins, anunció que espera una aclaración completa sobre la medida del político peruano de suspender temporalmente la eliminación de estas plantaciones ilegales en Perú.

El Ministro del Interior peruano, Óscar Valdés, señaló que la pausa se debe a la decisión del Gobierno de rediseñar y reorientar la lucha antidrogas y que «los resultados son los que van a primar al final». Apuntó la determinación de priorizar el control del suministro de insumos para producir droga y la represión al lavado de dinero del narcotráfico.

Perú tiene actualmente más de 61.200 hectáreas cultivadas con hoja de coca, según cifras de las Naciones Unidas, y la cooperación de EEUU ascendió a 70 millones de dólares (48 millones de euros) en 2010 para llevar adelante programas de cultivos alternativos y acciones de interdicción en la selva central. Ricardo Soberón, presidente de la Comisión Nacional para el Desarrollo y Vida sin Drogas (Devida), agregó que «lo que queremos es que la reducción sea permanente y para eso necesitamos evaluar el plan nacional de reducción de cultivos y los instrumentos que se usan para que la población, que está subordinada al narcotráfico, pueda cambiar de estilo de vida».

No obstante, Colombia sigue siendo el mayor productor de cocaína en el mundo, con 410 toneladas en 2009, que equivalen a más del 30% del total mundial (estimado por la ONU en entre 842 y 1.111 toneladas anuales). Casi la totalidad de esta cocaína se vende en Europa y países como Venezuela, Ecuador y Brasil, que adquieren, además, cada vez mayor importancia en el tráfico de estupefacientes. En este caso, se está cultivando en una nación, la colombiana, donde el cultivo no es legal. De la misma manera, Venezuela, donde tampoco está permitida la siembra, es uno de los países que más recibe esta sustancia.

En cuanto a Bolivia, donde también es lícita la plantación, Evo promovió en 2010 la erradicación de 8.200 hectáreas de plantaciones ilegales de hoja de coca. La cifra es alarmante, porque está muy próxima a las 12.000 hectáreas que se han establecido para la producción legal. Pese a que algunos ministros han culpado a la oposición de una campaña de demonización de la droga, el propio Morales reconoció recientemente que parte de la hoja ilegal alimenta al narcotráfico.

El viceministro de Defensa Social y Sustancia Controladas, Felipe Cáceres, ha anunciado cifras históricas en la destrucción de plantaciones de hoja de coca ilegales el pasado año. Según sus datos, 8.200 hectáreas han sido erradicadas y 23.585 m2 de viveros arruinados. Son sin duda buenas noticias para la lucha que Bolivia, único país en la que la siembra de coca es legal por una cuestión cultural, está llevando a cabo contra la expansión de la droga.

Morales reitera su reclamo en la ONU para que se legalice el mascado de coca, el “acullicu”. Busca desde hace tiempo aliados dentro de la organización para mejorar la imagen de esta tradición boliviana y continua insistiendo en que el control de las plantaciones es viable. Las dificultades de un país como el suyo, con escasos recursos económicos, podría chocar en algún momento con la rentabilidad del narcotráfico, que favorece la compra de armamento y los sobornos, dificultando incluso el control del tráfico legal.

Por su parte, Guatemala sufre las consecuencias de una plantación clandestina, ya que en este país no es legal el cultivo de coca. Traficantes de droga a pequeña escala, en los últimos años se han acrecentado sus relaciones con las redes de narcotráfico internacionales, sobre todo llegadas desde México, por lo que han aumentado sus niveles de violencia y su poder adquisitivo. Y es que el narcotráfico ha entrado con fuerza en Guatemala. El fenómeno del tráfico de drogas no es nuevo para Guatemala: su ubicación geográfica y su porosa frontera con México la ha hecho durante años una parada preferida para las drogas que tienen a Estados Unidos como destino final.

Pero lo preocupante, ahora, es que según varios informes los poderosos y sofisticados carteles mexicanos han decidido mudar parte de sus operaciones a territorio guatemalteco. «La violencia de las drogas está cruzando la frontera (entre México y Guatemala) ya que la dura postura del gobierno mexicano está empujando a organizaciones notorias como los Zetas hacia el sur», afirma un informe del Departamento de Estado de Estados Unidos de principios de este año.

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