Fiel a su talante testarudo y negacionista, Donald Trump deslizó la posibilidad de que se presente de nuevo a las elecciones presidenciales para ganar «por tercera vez» a los demócratas. El vaquero cabalga de nuevo.
En un esperado (y largo) discurso, el histriónico político y empresario afiló sus armas, habló de purgar a los republicanos traidores, descalificó la gestión del actual Gobierno y movió alguna que otra ficha en el tablero del futuro.
El retorno de Trump a la arena pública desató comentarios de todo tipo, incluidos algunos de tinte casi épicos. Algunos periodistas le compararon con Viriato, el legendario guerrero que comenzó la Reconquista española contra los musulmanes, o con el mismísimo general Julio César, quien cruzó el río Rubicón con sus legiones para devenir emperador y aniquilar la república romana.
El lugar de su alocución no fue nada casual pues ocurrió durante el gran encuentro de los conservadores estadounidenses y también extranjeros: la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC, por sus siglas en inglés) de EEUU, celebrada esta vez en la localidad de Orlando, en Florida.
No obstante, Trump demostró que estas semanas de descanso y retiro le han dejado un poco desentrenado en lo que a oratoria se refiere. «El ex presidente demostró menos ‘punch’ de lo habitual», sentenció Pablo Pardo, el veterano corresponsal en Washington del diario español El Mundo.
BIDEN Y LOS INMIGRANTES
El discurso se centró en azuzar el miedo al inmigrante y en lanzar diatribas contra el presidente Joe Biden, el sector crítico republicano y los medios de comunicación.
Señalando a varios republicanos críticos por su nombre y apellidos: los senadores Mitt Romney y Pat Toomey y los diputados Liz Cheney y Adam Kinzinger, Trump sugirió que apoyará a los candidatos que se opongan a ellos en las primarias del partido. «¡Deshagámonos de ellos!», declaró mientras era aplaudido a rabiar por el público.
Tras repetir las mentiras que suele lanzar sobre los resultados de las presidenciales celebradas el pasado 3 de noviembre, criticó con su habitual sorna a Biden, en especial por su gestión de la seguridad fronteriza. «En realidad, como todos sabéis, ellos perdieron la Casa Blanca. Pero quién sabe, quién sabe, puede que incluso decida ganarles por tercera vez», manifestó.
«Están votando extranjeros ilegales y personas, y están sucediendo muchas otras cosas horribles que son demasiado voluminosas para ni siquiera mencionarlas…, pero la gente lo sabe […] Quiero decir, está siendo investigado y es difícil de creer el nivel de deshonestidad. Tenemos un sistema electoral muy enfermo y corrupto que debe arreglarse de inmediato. Esta elección fue amañada y la Corte Suprema y otros tribunales no quisieron hacer nada al respecto», dijo.
Con respecto a su sucesor, se despachó a gusto: «Todos sabíamos que la administración de Biden iba a ser mala, pero ninguno de nosotros imaginaba lo mal que serían y lo lejos que irían […] Joe Biden ha tenido el primer mes más desastroso de cualquier presidente en la historia moderna». Y continuó: «En tan solo un mes hemos pasado de «América primero» a «América última». Y citó lo que consideró una «nueva y horrible crisis en nuestra frontera sur […] Las políticas radicales de inmigración de Biden no solo son ilegales, son inmorales, despiadadas y una traición a los valores fundamentales de nuestra nación».
NO A UN NUEVO PARTIDO
Otro momento interesante de los 90 minutos de discurso se produjo cuando descartó que vaya a fundar un nuevo partido, es decir, una escisión del Grand Old Party. «Tenemos el Partido Republicano. Va a estar unido y más fuerte que nunca antes. No voy a crear un nuevo partido. Eso es una fake news», declaró, aunque ya sabemos lo poco que valen sus promesas.
De hecho, es notorio que hubo discretos movimientos para crear un tercer partido. Más de 120 personas, incluidos funcionarios del Partido Republicano y exempleados de la Administración Trump, participaron en un encuentro, donde se discutió ese escenario que evidentemente se enfrentaría a inmensas dificultades logísticas y políticas. «La única división es entre Washington, DC, los piratas políticos y todos los demás», enfatizó en alusión a las peleas que planea iniciar dentro de su partido. «Queremos líderes republicanos que sean leales a los votantes».
Tiene razón el abogado y profesor universitario Jimmy Gurulé cuando dice que «el Partido Republicano, tal como yo lo conocía, ya no existe. Yo lo llamaría el culto a Trump». Gurulé es un destacado hispano experto en Derecho Penal Internacional y redes terroristas y fue subsecretario del Tesoro para Terrorismo e Inteligencia Financiera entre 2000 y 2003.
MAS ALLÁ DE LA DERROTA Y EL IMPEACHMENT
Pese a su derrota en las urnas por siete millones de votos de diferencia, Trump sigue teniendo la voz más alta y de mayor impacto dentro del partido fundado por Abraham Lincoln en 1854. El 70 por ciento de las bases no le ha dado la espalda, aunque haya tenido que pasar un segundo e histórico impeachment, o juicio político, iniciado en la Cámara de Representantes y que no prosperó en la Cámara Alta.
Hasta el establishment republicano parece haberse plegado a sus designios. el líder de la minoría republicana en el Senado, Mitch McConnell, quien hace poco manifestó que Trump era «práctica y moralmente responsable» del asalto al Capitolio ocurrido el 6 de enero, declaró que le apoyaría «totalmente» si decide postularse en 2024 y logra la nominación republicana. El camaleonismo político no tiene límites cuando se trata de aferrarse al escaño.
Lo cierto es que aún quedan tres años para las presidenciales y en el transcurso de ese periodo de tiempo podrían ocurrir muchas cosas dentro del intrincado y proceloso universo que es la política estadounidense. De hecho, ya hay tres políticos, todos ellos forjados en Florida, que sueñan con la fecha de 2024. El mejor situado en las encuestas es el actual gobernador de este cálido territorio sureño, Ron DeSantis. Si Trump se echara a un lado, algo ahora improbable, DeSantis dispondría del 43 POR CIENTO de la intención de voto, según un sondeo realizado a los participantes del encuentro de la CPAC.
También es verdad que durante los últimos cuatro años los republicanos han perdido el control de la Cámara de Representantes, el Senado y la Jefatura del Estado, algo que no ocurría desde la época del presidente Herbert Hoover (1929-1933), allá por la época de la Gran Depresión. En otras palabras, la herencia electoral que ha dejado atrás Trump no puede haber sido peor en términos históricos comparativos.