Una cosa es el análisis; otra, muy distinta, la propaganda. El primero es para la comprensión, definición y elaboración de actuaciones; la segunda, para la difusión, en sentido amplio y la promoción de lo conveniente. Nuestro “juego de reflexión” de la semana pasada lo inscribo en lo primero, no en la segunda. Pretender asignarme responsabilidades en el plano de “ataques propagandísticos” a la Mesa de la Unidad Democrática (principal referencia electoral de la oposición venezolana) es desviar las posibilidades de análisis hacia un camino errado. Deberían orientarse a lo político, estratégico, organizativo y táctico. Y dejar en reposo las neuronas sensibles a la crítica, necesario ingrediente de la política. Una cosa es el análisis; otra, muy distinta, la propaganda. El primero es para la comprensión, definición y elaboración de actuaciones; la segunda, para la difusión, en sentido amplio y la promoción de lo conveniente. Nuestro “juego de reflexión” de la semana pasada lo inscribo en lo primero, no en la segunda. Pretender asignarme responsabilidades en el plano de “ataques propagandísticos” a la Mesa de la Unidad Democrática (principal referencia electoral de la oposición venezolana) es desviar las posibilidades de análisis hacia un camino errado. Deberían orientarse a lo político, estratégico, organizativo y táctico. Y dejar en reposo las neuronas sensibles a la crítica, necesario ingrediente de la política.
Es mucho lo que puede avanzarse en ese necesario conjunto de niveles o fases de análisis. Bajo el entendido de que lo que interesa es la salida de Chávez y su régimen, por su inviabilidad, y dotarse de un Proyecto Nacional distinto (a Chávez y lo inmediatamente anterior) y condiciones para la garantía de la paz, la seguridad, la estabilidad y la satisfacción y participación de la nación en la transición y el relanzamiento nacional; procede, entonces, la exploración y precisión de la política, la estrategia, la organización y las prácticas (tácticas, acciones; etc.) que mejor lo permitan. La optimización no tiene por qué ser un requisito extraño a la política.
Sobre el último plano de las prácticas, también el artículo despertó interés. La gente está ansiosa de saber dónde está parada y qué hacer en el momento. Vale recordar nuestra afirmación de que “siempre tenemos enfrente más de un futuro”, aunque la gente valore más, o casi exclusivamente, el aquí y el ahora; o sea, el corto plazo. Es cierto que el momento debe ser evaluado y comprendido en su singularidad, pero, en ningún caso, -repito: en ningún caso- sin el respaldo del conocimiento del pasado y la anticipación del foco futuro deseado.
La economía está mal y seguirá peor, a pesar del ciclo político. A falta de los canales convencionales del sistema económico, por la simple razón de que han sido destruidos por el Estado, tras su proyecto cubanizante, los estímulos se harán fundamentalmente por la vía de la “política social”, la cual, en el caso venezolano, se cumple al modo de reparto clientelar de renta, focalizado en los sectores pobres; pero con gran corrupción, desorden, displicencia y nula rendición de cuentas. Con mercados cada vez más monopólicos, en razón de la destrucción oficial de participantes; un aparato productivo hundido y en huida y un crecimiento del dinero en manos del público y la banca, el resultado inmediato del gasto público incrementado será mayor inflación y mayor impacto del desabastecimiento. Terrible problema para el régimen, que lo obliga a replanteos tácticos.
Ya los hay. Promesas de regreso del dólar permuta, bolsa pública de valores, enmienda de errores en el meganegocio cubano-venezolano de la importación de alimentos, discurso de arrepentimiento, y otras noticias de los últimos días llevan a la apariencia de una mínima normalización de la deteriorada economía nacional. Sin embargo, recuerdo que en la “Difícil, pero necesaria conceptualización de la situación nacional” hay un complejo de fenómenos, hechos, frentes, áreas, etc., de naturaleza muy diferente. Y que pretender comprender la coyuntura sólo con uno de esos frentes: el económico, resulta insuficiente.
Contenta recibir los comentarios al artículo anterior, observar su “retuiteo” por importantes factores de opinión nacionales, dar lugar a preguntas y preocupaciones, más allá del simplista manejo electoralista presente en la Mesa. No creo en la “Estrategia de Sísifo”, sino en una progresiva, de largo aliento, de foco claro y sencillo, expansiva, suprasectorial, etc.
No hay solución nacional en el chavismo. Ninguna. Tampoco en el simplismo. Toca trascender lo electoral y asumir la política, con todas sus exigencias.