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EL NUEVO MODO

Programa mínimo

Los propios involucrados no se han dado cuenta, pero la realidad nos muestra un conjunto variado e inconexo de iniciativas políticas combativas que conforman un nuevo y promisorio polo en el mundo democrático venezolano. Los propios involucrados no se han dado cuenta, pero la realidad nos muestra un conjunto variado e inconexo de iniciativas políticas combativas que conforman un nuevo y promisorio polo en el mundo democrático venezolano.

Nada, excepto la cortedad de miras, nos dice que lo sea para la división opositora, sino para la complementación y coincidencia en un nivel superior de unidad y acción política al deteriorado de la Mesa de la Unidad Democrática.

Se podría citar dentro de esas iniciativas a “Venezuela Soberana”, responsable de un reciente manifiesto de defensa de la soberanía nacional respecto al castrismo. También las varias, y a veces confusas, para muchos, alrededor de las sociedades o juntas patrióticas, que irrumpieron, junto a reconocidos líderes históricos, en un reciente acto en un teatro capitalino.

Como individualidades asociadas a una o ambas iniciativas se puede citar a Diego Arria y Pablo Medina –ambos ex precandidatos-; Enrique Aristiguieta Gramcko, el único sobreviviente de la Junta Patriótica de 1957-58, asociada al derrocamiento del dictador militar Marcos Pérez Jiménez; Pompeyo Márquez y Héctor Pérez Marcano, líderes de la izquierda insurreccional de los sesenta; Oswaldo Álvarez Paz, ex candidato presidencial de la democracia cristiana, en los noventa; expertos electorales, militares retirados; etc.

Junto con ellos, hacen una política opositora, crítica y combativa, individualidades, grupos informales, ONG’s, algunos pequeños partidos políticos, los grupos más vanguardistas de la juventud y estudiantes universitarios, mujeres, grupos sindicales ligados a las empresas básicas del polo industrial de Guayana y otros.

Como observador externo, me atrevo a situar dentro de este segmento a Roderick Navarro, ex presidente de la Federación de Centros Universitarios de la Universidad Central de Venezuela, de Caracas; Lorent Saleh, de #OperaciónLibertad, conocido y destacado luchador juvenil; individualidades de JAVU, grupo, ligado, junto con otros, a la reciente #OperaciónSoberanía, que condujo el encadenamiento juvenil de protesta frente a la embajada de Cuba, en Caracas; Mujeres de Negro, otro combativo grupo, responsable de una huelga de hambre, en Caracas, asociado a la admirable Sonia Camacho. Y hay más.

Por último, hay un segmento amplio y difuso de individualidades y acciones que se enmarcan dentro de actuaciones políticas o de efectos políticos, en los planos de la comunicación, las redes sociales, la movilización, la protesta, diversas acciones judiciales en defensa de las instituciones; etc. Difícil asociarlo a una unidad de acción política; pero también es verdad que no han sido convocados por las más politizadas de las iniciativas.

Ese potencial polo podría llegar a materializarse si un inteligente análisis de situación, con énfasis en las coincidencias; una clara jerarquización de la importancia política de su acción y una mínima estrategia organizativa fuere desplegada.

A esa estrategia la voy a llamar Programa Organizativo Mínimo. Consta de cuatro componentes: 1°) La confluencia de voluntades; 2°) Una agenda mínima, 3°) Un esquema simple de dirección política; y 4°) Unas bases de coordinación, por no decir organización, que permita una articulación de acciones, con mayor efectividad.

La confluencia exige “espíritu de cuerpo”, desprendimiento de individualismos (que es un mal de la política venezolana), gestión integradora, respeto a las diferencias, acciones conjuntas, mucha comunicación y otros atributos deseables en una política contingente, que se asume como democrática.

La agenda debe ser sencilla; periodizable, a partir de un objetivo estratégico claro, a largo plazo; con acierto en las prioridades de la gente y no de la política (en el sentido de intereses, electorales u otros); y con el recurso a los componentes necesarios de una lucha contra el tipo de adversario enfrentado.

Un cuerpo directivo informal, con las voluntades dispuestas a ello. Para nada una dirección partidista: es, más bien, un consejo de aliados. Pero sirve para dar la imagen de colectivo, preferible a protagonismos individuales. Ojalá que con presencia pública semanal, para el repaso de los problemas y el manejo de respuestas a ellos.

La coordinación es el núcleo duro del éxito del polo. Se trata de un simple esfuerzo de comunicación para el análisis, las posiciones y las acciones.

No todos en las iniciativas estarán de acuerdo con el Programa Mínimo. Hay individualismos, inmadurez y falta de práctica política, temores (el principal, creer que se trataría de una conducta divisionista en el seno de la oposición), limitaciones o falta de costumbre para el sostenimiento de acciones; etc.

La unidad nacional –lo hemos repetido a la saciedad- es un camino progresivo. No hay uno único. Mucho menos si está desprovisto de ánimos de lucha y superación. Y estos últimos sobran en las iniciativas posibles. ¿Por qué no intentar una acción de conjunto?

*Santiago José Guevara García

[email protected] / @SJGuevaraG1

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