Prometí una actualización de mi “2014” de diciembre pasado, de cara al segundo semestre, por comenzar. Prometí una actualización de mi “2014” de diciembre pasado, de cara al segundo semestre, por comenzar. Planteadas como están las cosas, toca no un análisis determinista y unívoco, sino un juego de escenarios, que también prometimos. Pero, eso tendrá que esperar.
Hoy ando en plan de alerta: a Venezuela la están “montando en una olla”. Está en marcha la estrategia de un concierto de sectores interesados en un ajuste que pechará a la sociedad, sin afectar la injustificable posición estatal, denunciada incluso por sus partidarios.
Frente a ello, nos ubicamos en la posición de tender a “medidas de alivio de la presión fiscal sobre la sociedad y de mejoramiento de los costos y resultados de la acción estatal”. El régimen ha sobrepasado con creces todo umbral de prudencia y buen juicio y se ha convertido en el principal enemigo de la economía venezolana.
En “2014” decíamos que “la anomalía mayor se encuentra en la sobredimensión, derroche y politización del gasto público” y que el Estado “no permite señales de que optará por la principal llave para un entorno más llevadero: la disminución e infusión de eficiencia a su dislocado gasto”.
Los últimos acontecimientos políticos nacionales han permitido desnudar esa realidad que señalábamos hace seis meses: la principal variable macro mencionada por el Sr. Giordani, ex ministro y ex vicepresidente defenestrado, que ha desatado una inmensa puja en el régimen, es precisamente el gasto estatal.
Pero, tal como dicho, no hay ninguna señal de corrección. Y la oposición partidista y otros sectores de opinión se mantienen ausentes, convalidando, con su silencio, la marcha de las cosas.
Estamos en presencia de una muy focal campaña en medios dirigida a facilitar una supuesta convergencia cambiaria, para nada viable, que no es más que la coartada para una fuerte devaluación y otros ajustes y acciones que permitan el financiamiento del ya inflado gasto; aún más, de cara a un nuevo año electoral.
Dentro de la misma estrategia, también un intenso manejo de opinión, de interés a los negociantes de deuda externa, para una nueva emisión, de alto costo, en razón del elevado EMBI+, o riesgo país. Los últimos días nos han mostrado cómo se apunta a la baja de la percepción de riesgo del país y se pregona una normalización económica que no existe.
Vista dramáticamente la situación, en Venezuela están planteadas dos únicas opciones: o se acepta seguir financiando la locura actual, con sus consecuencias conocidas, o se recupera la cordura y se va a un ajuste que pueda efectivamente representar un escenario de moderada normalización económica y política.
Pero, para nuestro pesar, el trasfondo político y de opinión no ayuda. Si los venezolanos, sus sectores de opinión y su oposición democrática no asumen la actuación que se corresponde con los intereses generales de la sociedad nacional, el régimen y sus socios del momento impondrán un ajuste a su conveniencia y se reforzará el proyecto político del régimen.
Estamos en tiempo de fijar posición. El gasto estatal, presupuestario y extrapresupuestario, debe ser recortado y redirigido. Y la posición en divisas debe volver a ser de la autoridad monetaria. Y su manejo, menos en manos del gobierno y más en figuras estatales que respeten el “estado del arte” al respecto.
Ésas deben ser las primeras señales. Solo entonces, el régimen puede abordar las alzas de tarifas, impuestos y precios, devaluaciones y eventual nueva deuda externa.
Con ello, como decíamos la semana pasada, el tiempo irá creando las condiciones para otras medidas mencionadas, como la fulana unificación cambiaria, carente de viabilidad en el corto plazo, como tanto hemos dicho.
Pero, en mi caso, aunque irredento optimista, no creo que pueda suceder el mejor de los escenarios. El statu quo político venezolano es de una naturaleza especial, que le impide leer el libro de las oportunidades para el cambio positivo. No ha habido una sola opinión que interprete lo que está planteado en lo económico; e, incluso en lo político, en el momento actual.
Por circunstancias fortuitas, junto a la situación que planteamos se suscita una crisis política del régimen que, con el apropiado manejo, podría facilitar las cosas a los que creemos en otro manejo de lo nacional. Pero, nada.
Como terminaba mi columna caraqueña de esta semana, “Hay un preocupante vacío opositor. En lo macro, quiero decir. Ante ese vacío, malos presagios para Venezuela y los venezolanos”.
Cumplo con fijar mi posición. Tenemos por delante un ajuste draconiano. El régimen pasa por un mal momento político y aún enfrenta factores de riesgo por delante, pero no hay una oposición y una sociedad organizadas para aprovechar las circunstancias a favor de la mejor decisión. Propongo asumir el reto.
* Santiago José Guevara García
(Valencia, Venezuela)
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