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El nuevo modo

Honduras: ¿es tan difícil?

Insulza va camino al mismo panteón de la ignominia que Pinochet. Ser dictador o propulsor de neodictaduras son, ambos, pecados nada veniales. El personaje no contribuye, entonces, a una solución al caso hondureño ni a ningún otro en el cual esté en juego la democracia. Aunque tiene derecho a reivindicarse. Pero, por ahora, a la OEA le sale purgatorio. Chávez y Fidel, junto a su sindicato de zurdos, son los responsables de lo que pasa. Y deben ser tratados como extraños indeseables a todo efecto. Así que a la ALBA, le sale infierno. Estados Unidos genera recelos, por esa especie de complejo de inferioridad atávico latinoamericano. A Brasil habrá que pedirle que controle su ímpetu de imperio regional. O sea… Insulza va camino al mismo panteón de la ignominia que Pinochet. Ser dictador o propulsor de neodictaduras son, ambos, pecados nada veniales. El personaje no contribuye, entonces, a una solución al caso hondureño ni a ningún otro en el cual esté en juego la democracia. Aunque tiene derecho a reivindicarse. Pero, por ahora, a la OEA le sale purgatorio. Chávez y Fidel, junto a su sindicato de zurdos, son los responsables de lo que pasa. Y deben ser tratados como extraños indeseables a todo efecto. Así que a la ALBA, le sale infierno. Estados Unidos genera recelos, por esa especie de complejo de inferioridad atávico latinoamericano. A Brasil habrá que pedirle que controle su ímpetu de imperio regional. O sea…

Que pareciera que un organismo regional centroamericano o, mejor aún, la ONU van quedando como ámbitos teóricamente privilegiados para asentar la iniciativa que permita superar el inexplicable impasse hondureño. Y así decimos, más por las omisiones que por las acciones.

Veámoslo en términos de timing. Hoy importa mucho menos la reposición de Zelaya –quien debe asumir sus responsabilidades y penalidades respecto a la situación- que la expresa manifestación de voluntad del gobierno de recuperar el cauce democrático. Ya lo ha hecho, pero asentar claramente el criterio de éxito principal en el caso es de indiscutible necesidad. Y esperamos que también de utilidad. Se ha omitido, entonces, hasta ahora, el criterio de oro frente al problema.

Véamoslo en términos de análisis de riesgos. Reponer a Zelaya plenamente –como debería ser, en caso de ocurrir- significa dejar las manos sueltas a los sátrapas de la ALBA para manejar las cosas a su manera. Que nos pregunten a los venezolanos lo que significa tener las cosas en varios momentos a favor de la democracia y la libertad y, de todas formas, ver anuladas las oportunidades por los torcidos, aunque revestidos de legalidad, manejos de Chávez y Castro. A veces, aupados por los Carter de toda laya. Todos los que solicitan la restitución del pichón de la dupla omiten los inmanentes riesgos asociados, independientemente de cualquier arrepentimiento, de seguro fingido, como ya también conocemos los venezolanos.

Veámoslo en términos de justicia. Lo justo es ponderar las responsabilidades de Zelaya y las instituciones hondureñas en la situación previa a la madrugada del 28J y la presente y, si fuere el caso, reconocer los errores de parte y parte y habilitar un statu quo ad hoc, a efectos de solución, en manos de los órganos superiores de justicia y electoral hondureños y un tercero mediador del conflicto, el cual, todo parece indicar, debería ser de la ONU. Eso podría incluir una decisión sobre la jefatura de estado, respetuosa del ordenamiento hondureño. Se ha omitido, entonces, una visión institucionalmente legítima y de un tercero mediador, libre de toda sospecha, por la situación de polarización existente.

Todo lo anterior puede ser ordenado en los términos de una solución conceptualmente progresiva: con base en el criterio de oro de que lo que importa es la recuperación del cauce democrático, perdido por responsabilidad de Zelaya y de los errores cometidos el 28J, y lo inminente de una renovación democrática, procede, entonces, en pleno proceso electoral, garantizar un dispositivo institucional especial, en manos de las instituciones mencionadas y la mediación de la ONU, hasta la asunción del ganador de las próximas elecciones. Nadie podrá acusar, entonces, al gobierno especial imperante, de tener pretensiones fuera de la democracia.

El esquema admite matices. De seguro, arrancarlo las hará aflorar, aunque tenemos algunas en mente. Lo que no puede admitir es que los responsables, instigadores y corresponsables formen parte de la solución. ¿O nos declaramos todos insulsos? ¿Vamos a echar la ética y la razón por la borda de una vez por todas? Seamos prácticos: ¡privilegiemos los conceptos!

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