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EL NUEVO MODO

Gestionar el largo plazo (VII y último)

Comenzar en el corto plazo, ir al largo y construir ahora. Imposible escapar del peso inercial del pasado y los constreñimientos del presente. Comenzar en el corto plazo, ir al largo y construir ahora. Imposible escapar del peso inercial del pasado y los constreñimientos del presente. El tiempo disponible no es una hoja en blanco, que comienza a ser llenada ahora. El pasado se cuela por los caminos del futuro. Pero, contamos con la libertad que nos brinda nuestra vocación de conquista de mejores opciones. El futuro es cambio; debe ser cambio. El resultado final es la lucha incesante entre uno y otro: entre pasado y futuro. Conviene, entonces, cargar nuestro futuro de opciones de mejora, no de repeticiones de lo ya sucedido.

Y es que somos historia y estamos afectados por nuestras amenazas, debilidades y actuaciones en el presente, aunque para ellas se nos abren las puertas de los distintos futuros disponibles. Actuamos en el presente, podemos zafarnos del pasado y lo hacemos anticipando y optando por futuros a la medida de nuestros deseos. Pero, igual, solo podemos validarlos en el presente. ¿Cómo dejar para después la evaluación? El futuro debemos construirlo ahora.

La evaluación del mejor futuro para Venezuela es, entonces, tarea de hoy. El futuro no es la repetición del pasado ni la suma de muchos presentes, sino un esfuerzo de creación intelectual en este momento. Pues, por si no nos hemos dado cuenta, el ‘castro-chavismo’ nos ofrece un futuro muy concreto y conocido. Es nuestra creación contra ésa.

La política democrática no cuenta con un diseño apropiado del futuro deseado. Se ha asignado ese rol al documento suscrito el 26 de septiembre del año pasado, “Compromiso e lnvitación por un Gobierno de Unidad Nacional”, pero no es ése el nivel de resolución necesario para tan ingente tarea. Cuatro páginas de enunciados simples, aunque atractivos, no recogen la compleja tarea histórica de superar la historia superable, preparar los requerimientos precisos del presente y prefigurar específicamente los exigentes caminos al futuro.

Tenemos, aunque no lo aceptemos, una lucha cultural enfrente. De nuestra parte, hemos sugerido un Proyecto Nacional de Paz y Progreso complejo y estructurado. Hemos cumplido, por la vía universitaria, la apertura del Proyecto Bicentenario, como portón abierto siempre.

Manejamos un diagnóstico complejo, muy distinto al dominante. Proponemos asentar todo el camino en el exigente, pero promisorio logro de un buen acuerdo nacional durable. Reconocemos una transición democrática y desplegamos un camino largo a la consolidación democrática.

Una aproximación inicial a ese Proyecto está contenido en la página 102 de nuestro libro del 2010. Con todo y su complejidad, más allá de todo lo conocido sobre el asunto en el país; sin embargo, lo valoramos sólo como una plataforma de trabajo para la tarea, a completar progresivamente, a realizar colectivamente, con la mayor participación y de la manera más creativa posible.

La tarea colectiva debemos comenzarla ahora. Debe ser una faena de la política democrática, o una iniciativa que se le asocie y confluya con ella de manera agregativa. No es, conceptual y metodológicamente fácil. Mucho menos en el plano pragmático y equivocadamente simplificado de la política democrática actual.

El proceso deberá alimentar el debate –creemos en el debate-, aunque él podría ser asordinado. Pero, sucede que el futuro tiene valor de primacía sobre las acciones de corto y mediano plazo y eso termina presentando situaciones de contradicción entre el diseño del futuro y las acciones del presente. El esquema poco reformista, más bien adaptativo, de las formulaciones conocidas en la política democrática va a ser chocado por las inevitables exigencias de superación de la ya larga historia de diferimiento de los cambios sustanciales a la democracia y el progreso plenos. Ya basta de diferimientos. El futuro espera por nosotros.

Nos toca propiciar o acompañar los procesos culturales, sociales y políticos que permitan la irrupción del largo plazo en la política democrática venezolana. Insisto: el castro-chavismo lo está haciendo y la sociedad venezolana no lo está enfrentando en esos planos. Aun no existiendo la arremetida oficialista, habría que hacerlo. El futuro no tiene por qué ser lo que se prefigura ahorita: más de lo mismo. Hay que dar un gran salto cualitativo. Es un gran incentivo saber que podemos tener un mucho mejor resultado que con la fórmula continuista actual.

En todo caso, es también tema de debate. Llegamos al final de un ciclo largo de artículos, conferencias, programas, ponencias, ensayos y otras aproximaciones intelectuales al tema de la política democrática nacional. Llegamos a una encrucijada personal. O asumimos activamente los procesos enunciados en nuestras líneas o los acompañamos otra vez con nuestras acciones en los planos de la difusión, organización y movilización. No voy a apostar al respecto. Veamos cuál maduración es permitida por este largo periplo conceptual y por las circunstancias reales.

Finalizado el ciclo, nada cambia. Todo sigue igual. Pero, que quede establecida nuestra metáfora. Creemos en su valor orientador. Es tarea permanente. Esperamos haber superado imprecisiones de la matriz de opinión dominante. Creemos haber insuflado aires para el camino de largo aliento necesario. Sí es posible habituarse a un nivel superior de desempeño. Sí son posibles la democracia y el progreso plenos. Sí se puede transitar el largo camino de la transición a la democracia.

* Santiago José Guevara García

(Valencia, Venezuela)

[email protected] / @SJGuevaraG1

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