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EL NUEVO MODO

Gestionar el largo plazo (VI)

De la política a las instituciones. Nuestro planteamiento central respecto al logro del largo plazo deseado es apoyarnos en el desarrollo institucional que lo garantice. No es un asunto de héroes, carismas o mesías, sino de sociedades celosas de su maduración y realización colectiva. De la política a las instituciones. Nuestro planteamiento central respecto al logro del largo plazo deseado es apoyarnos en el desarrollo institucional que lo garantice. No es un asunto de héroes, carismas o mesías, sino de sociedades celosas de su maduración y realización colectiva.

Es válido para cada una de las áreas o líneas estratégicas de interés al bienestar; pero, también para la orientación y control general del proceso. Ejemplo de lo primero, en el campo económico, la implantación y mantenimiento de reglas fiscales durables; de lo segundo, nuestro “Observatorio de la Sostenibilidad de la Democracia”. Solo ejemplos aislados, porque la tarea es amplia, profunda y de largo aliento.

El planteamiento no es de fácil logro. El “bochinche” perturbador de Francisco de Miranda, precursor de nuestra independencia, aún subsiste; ahora multiplicado por la riqueza rentista y la plaga populista imperante, antes y ahora. Los venezolanos tenemos una muy peculiar relación con las instituciones: las tenemos en exceso, pero no las respetamos. No es exagerado decir que en Venezuela la Ley se hace para no cumplirla, excepto cuando el poder se siente vulnerado y recurre a la represión de la sociedad. Es ésta una condición que genera una matriz cultural, de influencia en la institucionalización, que debe ser considerada.

Es un tema que ya hemos tratado, respecto a diversas esferas. Hemos mostrado como el país ha sido testigo del montaje de dispositivos institucionales económicos durables y luego de su desmontaje. Hemos referido con orgullo el proceso histórico, pleno de desarrollo político, que permitió el arranque de un buen ciclo democrático, que duró poco y cayó en un deslizamiento regresivo, frustrante desde el punto de vista de la búsqueda de nuestro interés en esta serie.

En los tiempos actuales, nos la pasamos lidiando con las limitaciones de la política democrática dominante para asumir las tareas trascendentes y las discusiones estratégicas y organizativas de fondo. En fin, enfrentamos un sinnúmero de dificultades para las grandes misiones sociales ligadas a la política. No solo en los temas culturales, ciudadanos y políticos; sino en el, en apariencia, sereno plano del desarrollo institucional.

La razón es sencilla: la política y las instituciones en países como el nuestro están montadas sobre el providencialismo. Cada líder se supone iniciador de la historia y su único oficiante asertivo. Difícil lograr confluencias y consensos sobre temas sustantivos. La motivación es siempre la ruta individual o partidaria al poder. Cualesquiera condiciones para la estabilidad y el avance no están en las instituciones, sino en el liderazgo. La historia mundial nos ha demostrado una y otra vez lo contrario, pero ése sigue siendo el estilo. Forzoso es plantearse el dilema de cómo pasar de una forma competitiva perversa y hegemónica de hacer política a una forma de institucionalización de una práctica satisfactoriamente consensual, para establecer, precisamente, el gran entramado institucional necesario. Me niego a la solución mesiánica.

Lo que planteo es el reto de pasar de la política a las instituciones. Del ciudadano reo de los grupos de interés olsonianos a la trama compleja de poderes, niveles de gobierno, estructuras sectoriales y territoriales, órganos contralores, instancias de institucionalización de la gestión ciudadana, etc., que representen el Leviatán voluntario, contractualista y, por lo tanto, no absolutista de hecho, a pesar de proclamado democrático. Con nuestros: 1) Observatorio de la Sostenibilidad de la Democracia; y 2) Compromiso por la Democracia, el Progreso y la Gobernabilidad realizamos dos aportes complementarios al logro de la orientación general y el control del proceso permanente de la institucionalización. No son los únicos, sino los de interés en los siguientes párrafos.

Nuestras ideas originales sobre el Observatorio ya han sido expuestas en artículos previos a la serie. El proyecto espera por su completa formulación. El Compromiso lo hemos mencionado y se expone en nuestro libro. Lo definimos en términos de “Un acuerdo formal, suscrito públicamente, que incluya una permanente garantía de control social, un compromiso firme del sistema político democrático y un contenido evaluable”. Es el texto de un nuevo Pacto Social (…)

“Sus características “de diseño” las puntualizamos a continuación: 1º) Es incluyente de los agentes principales de la nueva política democrática: la sociedad civil, junto con los partidos políticos: unos, en rol de garantes; los otros, de ejecutores. Contiene, además, un texto de propósitos y acciones. Eso lo sitúa en un nivel más elaborado que Puntofijo. 2º) El texto está dirigido al largo plazo y organizado temporalmente a partir del presente, para servir de guía y foco mínimamente estructurado 3º) Se propone su firma pública formal, en términos de documento notariado. Sobre ello, hay experiencia nacional: estuvimos ligados, por la vía de la consultoría, a comienzos de los noventa, a una experiencia, promovida por Pro Venezuela-Lara, dirigida a la redefinición de un acuerdo político y estratégico para su estado, que cumplía esa condición”.

Hay experiencia y capacidad de formulación, entonces. Significa que la política puede estar montada sobre bases conceptuales renovadas. No es el tipo de recursos a despreciar. ¿Por qué se les ignora?

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